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~ Disfrutando con las palabras

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Publicaciones de la categoría: LIBROS

Paseando “A finales de enero”

14 Martes May 2019

Posted by Sollastre in LIBROS

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antifranquismo, antifranquista, estrambólico, estrambótico, estrompético, fanfarrear, fanfarria, fanfarrias, fanfarriero, fanfarrioso, fanfarrista, franquisa, franquismo, maremagno, maremágnum, posfranquismo, posfranquista, postfranquismo, postfranquista, rocambola, rocambolesco, tardofranquismo

Por una de esas extrañas sincronicidades que a veces se cruzan en nuestro camino el paseante se dio de bruces con la noticia del fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba -con quien se ha verificado una vez más el aserto de Julio Camba que recordábamos con ocasión del paseo que dedicamos a Adolfo Suárez in memoriam– apenas unos días después de terminar de leer, casi del tirón, un libro para el que el político socialista había sido entrevistado. Uno de esos libros que solo te regala alguien que te conoce muy bien, que sabe leer muy bien tu interior y que es plenamente consciente del impacto que va a causar en ti.

Su título, A finales de enero, se completa con un subtítulo que deja claro desde la misma portada qué va a encontrar quien se adentre en él: La historia de amor más triste de la Transición. Una crónica, que no una hagiografía, en la que se entrelazan episodios de un pasado político de España no tan lejano -aunque algunos parecen haberlo olvidado demasiado pronto- con el tristísimo destino personal de sus tres protagonistas: Enrique Ruano, Dolores González y Francisco Javier Sauquillo, cuyas vidas, cuyas muertes, parecen directamente sacadas de una de esas tragedias griegas en las que, como afirmaba Menandro, aquellos que son amados por los dioses mueren jóvenes y, añadiríamos nosotros, su historia termina por convertirse en mito.

Como modesto homenaje a todos aquellos que se dejaron literalmente la vida, de golpe o a plazos, para que hoy podamos vivir las nuestras en libertad el paseante, que al hilo de la lectura ha recordado que la primera carta al director que le publicó el diario EL PAÍS estaba dedicada al vigesimoquinto aniversario de la muerte de Enrique, quiere dedicarles el paseo de hoy, recorriendo cinco palabras encontradas entre unas páginas que trascienden con mucho la historia que albergan, porque es cierto que existiremos mientras nos recuerden.

franquismo.- Nombre del sistema político instaurado por el general Francisco Franco (1892-1975) tras la Guerra de España (1936-1939). Este término ilustra a la perfección cómo la Real Academia Española refleja en sus obras la evolución social del idioma. En la primera ocasión en que se recoge, en el Diccionario manual (1984) -concebido como un compendio y, al mismo tiempo suplemento de su «hermano mayor»- es considerado como el ‘Régimen político del general Franco y características de su gobierno y cuerpo de doctrina’; la edición de 1992 del Diccionario de la lengua española va un paso más allá y lo define como ‘Movimiento político y social de tendencia totalitaria’, mientras que desde la de 2014 se califica como ‘Dictadura de carácter totalitario’. En la obra académica aparecen también los derivados franquista, antifranquismo y antifranquista, posfranquismo y posfranquista -también con las formas postfranquismo y postfranquista– y tardofranquismo, todos ellos con significados fáciles de deducir.

estrambótico.- Coloquialmente, algo extravagante, que se aparta de los usos y costumbres, llegando a resultar estrafalario, curioso, llamativo, ridículo incluso; es decir, sin orden, irregular. Asimismo, se ha aplicado a aquello que está fuera de lugar: a la cosa o a la persona caprichosa y excéntrica que intencionadamente adopta un comportamiento chocante con objeto de provocar. Deriva de estrambote -y este a su vez del italiano strambòtto-, un conjunto de versos que, bien con carácter festivo, bien por gracia o chiste, o incluso por mero adorno y lucimiento se añaden al final de una composición poética, especialmente del soneto. Corominas aventura que nuestro adjetivo quizá viniera ya formado de Italia -está documentado su uso al menos en la región de Calabria-, donde los dialectos modernos, además del significado lírico antedicho, mantienen para strambòtto el de ‘disparate’, ‘tontería’, ‘broma’. En el concejo asturiano de Cabrales se emplea con la forma estrompético, mientras que en algunos países americanos encontramos la deformación estrambólico.

maremágnum.- Del latín mare magnum ‘mar grande’, originariamente se empleaba en el lenguaje familiar para hacer referencia a la grandeza o abundancia de algo. Más tarde incorporó también el sentido de ‘gran cantidad de personas o cosas en desorden o confusión, especialmente con voces, gritos o ruido’. Cuando el Diccionario de la lengua española incorporó este vocablo en 1803 lo hizo en la forma mare magnum -que a partir de la edición de 1832 pasó a tildarse: mare mágnum-, grafía desaconsejada por el Diccionario panhispánico de dudas (2005). Desde 1925 el DLE recoge también maremagno, forma hispanizada que según podemos leer tanto en el citado DPD como en la Nueva gramática de la lengua española (2009-2011) debe preferirse a la variante etimológica latina. Maremágnum (1957) será el título escogido por el miembro de la Generación del 27 Jorge Guillén (1893-1984) para un volumen de poemas en los que se muestra reflejada precisamente la falta de armonía, la «batahola de feria» como escribe en uno de ellos.

fanfarria.- Vocablo que corresponde a una doble significación: por un lado, da nombre a un conjunto de música -que el Diccionario académico califica como «ruidoso»- formado únicamente por instrumentos de metal y de percusión, así como el tipo de composición que suele interpretar, inspirado históricamente en aires marciales y de caza -un ejemplo contemporáneo de esto lo encontramos en la Fanfarria para el hombre corriente (1942) compuesta por Aaron Copland en homenaje a los combatientes aliados en la II Guerra Mundial-; por otro lado, se utiliza coloquialmente para referirse a una bravata, una baladronada e, igualmente, a aquel que se jacta, que se vana de algo. Estas últimas acepciones se encuentran en línea con el verbo del que el DLE lo hace derivar: fanfarrear -es decir, fanfarronear-, con origen en la onomatopeya fanfarr. Con este mismo sentido también encontramos en diversos puntos de España las variantes fanfarrias, fanfarriero, fanfarrioso o fanfarrista. Por su parte, en la República Dominicana  fanfarria es una forma de denominar festivamente a una orgía.

rocambolesco.- Se predica de una circunstancia, hecho, situación o peripecia, generalmente en serie con otros, de carácter tan extraordinario, caprichoso, paradójico o exagerado que resultan a la postre inverosímiles y parecen de ficción. Este término encuentra su origen en un personaje creado por el prolífico -escribió en torno a doscientas novelas y folletines a lo largo de veinte años- autor francés Pierre-Alexis de Ponson du Terrail (1829-1871): Rocambole, un malhechor que devendrá héroe justiciero al margen de la sociedad. Una mezcla de bandido y aventurero romántico que marcó la transición entre los héroes de la novela gótica y los de la moderna, dotados de personalidades más complejas. El nombre pudo ser tomado por el novelista de rocambole, una planta que se emplea en sustitución del ajo, en su sentido figurado de ‘atractivo picante’ de alguna cosa, que llegó al francés, de donde pasó a su vez a nuestro idioma: rocambola– desde el alemán regional Rockenbolle, compuesto de Rocken, forma antigua de Roggen ‘centeno’ y de Bolle ‘cebolla’.

 

La cita de hoy

“Nada graba tan fijamente en nuestra memoria alguna cosa como el deseo de olvidarla”. 

Montaigne

 

El reto de la semana

¿Qué periódico, cuyo tratamiento informativo de la muerte de Enrique Ruano entraría por derecho propio en una historia universal de la infamia periodística, podríamos habernos encontrado en nuestro paseo de hoy por estar su nombre recogido tal cual en el diccionario?

(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)

De paseo por la Fantasmagoría

09 Martes Abr 2019

Posted by Sollastre in LIBROS, MAGIA

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catalineta, fantasmagoría, jacobino, mamotreto, talero, táller

Cuando hace ya algo más de un año, a resultas de una exposición de Manolo Blahnik, hacíamos referencia por aquí  a la locución ponerse en los zapatos de alguien no podía el paseante imaginar siquiera que tardaría tanto en poder calzarse los suyos propios para retomar estos paseos, a los que en todos estos meses solo se pudo asomar en contadas ocasiones.

Libre al fin de muletas físicas, se ha echado de nuevo a los caminos para volver a conectarse a una realidad que mantuvo durante todo ese tiempo extramuros de la burbuja propiciada por la convalecencia. En ello estaba cuando se ha dado de bruces con el guirigay atronador, causado por la inminencia de las diversas citas electorales, producido por una avalancha de noticias falsas o falseadas –fake news, que diría algún papanatas- que no pretenden sino crear ilusiones y confundir los sentidos… Lo que le ha llevado a su vez a preguntarse por el motivo de que mentiras en muchas ocasiones palmarias alcancen cada vez más altos niveles de aceptación en nuestras sociedades supuestamente bien informadas.

Ha venido entonces a su memoria lo que leía hace un par de años en uno de los libros más singulares que ha tenido la fortuna de disfrutar en mucho tiempo: Fantasmagoría. Magia, terror, mito y ciencia, en el que el siempre sapiente Ramón Mayrata nos muestra cómo desde los tiempos más antiguos “una alucinación que se comparte con otro o con la colectividad se convierte en una realidad” y cómo, según aseguraba el filósofo francés Jacques Derrida, “lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la intencionalidad del que miente”.

Una vez recordado esto, decide entonces el paseante tomar esta senda, la del mundo de la creación de apariciones, mucho más gratificante que la de la «realidad», y volver no sobre sus pasos sino sobre las páginas de tan singular volumen -una historia de la humanidad contada desde la perspectiva de la ilusión y lo fantasmagórico; de lo mágico, en suma- para hacer aparecer, cual juglar cazurro transmutando estas líneas en linterna mágica, cinco palabras contenidas en él que pasan ya a convertirse en nuestro paseadero de hoy.

fantasmagoría.- Se llamó así al arte de representar figuras en la oscuridad por medio de proyecciones luminosas e ilusiones ópticas. Cuando este espectáculo de magia, pues de eso se trataba inicialmente, «nace» en la última década del siglo XVIII esas figuras estaban constituidas en gran medida por criaturas invisibles, espectros… De ahí su nombre, un neologismo acuñado en Prusia y pronto adoptado en Francia -desde cuya lengua llegó a la nuestra-  con la forma fantasmagorie, creada a partir de fantasme ‘fantasma’ y una terminación que algunos justifican por allegorie ‘alegoría’ -la ficción por la que algo representa o significa algo diferente- y otras opiniones atribuyen al griego agorá ‘ágora’ -lugar de reunión o asamblea allí celebrada-, según lo cual la fantasmagoría vendría a ser una «asamblea de fantasmas o apariciones». Este significado inicial daría paso con el tiempo a que hoy se denomine también así, por extensión, a una creación de la fantasía, ilusión de los sentidos o figuración irreal de la inteligencia, desprovista de todo fundamento.

jacobino.- Su significado primigenio, el de militante, en tiempos de la Revolución Francesa, de una facción republicana que se caracterizaba por sus procedimientos radicales y su rigorismo moral -fue el grupo responsable del periodo conocido como el Terror (1793-1794)-, se extendió posteriormente para ser aplicado también a quien es  defensor exaltado de ideas extremistas y revolucionarias o a quien se muestra partidario de un Estado fuerte y centralizado. Este vocablo, que llegó a nuestro idioma desde el francés, podría tener en realidad un origen hispánico, pues el partido político citado recibió el nombre de jacobin ‘dominico’ por celebrar sus encuentros en un antiguo convento de la orden fundada en el siglo XIII en Francia por el burgalés Domingo de Guzmán (1170-1221). La palabra deriva del latín Iacobus  ‘Jacobo’ o ‘Santiago’ -Jacques en francés-, y según el DLE se habría llamado así a estos religiosos por alusión al hospicio de peregrinos que estos religiosos regentaban en Santiago de Compostela, aunque otra teoría asegura que se debe a que el primer convento de la orden en París se encontraba en la «rue Saint-Jacques».

mamotreto.- Una de las palabras favoritas del paseante por su origen etimológico. Designa un objeto grande, un armatoste y, coloquialmente, a un libro muy abultado, especialmente cuando es deforme. En el Diccionario de autoridades (1734) aparecía como única acepción -que hoy se mantiene con la marca «desusada», es decir, documentada por última vez entre 1500 y 1900- la de un cuaderno o libro en el que se apuntan las cosas que no deben olvidarse, para poder ordenarlas más tarde. En algunos países americanos tiene también el significado de cosa vieja y fea. Desde su edición de 2001 el Diccionario de la RAE explica  que procede del latín tardío mammothreptus, y este del griego mammóthreptos, literalmente ‘criado por su abuela’, y de ahí ‘gordinflón, abultado’, por la creencia popular de que las abuelas crían niños gordos. Antiguamente se aventuraba que así se denominaba un voluminoso tratado -según unas versiones, de voces bíblicas; según otras, como podemos encontrar en Covarrubias (1611), de materias frívolas y, por lo tanto, de poco fruto- que habría recibido el nombre de su autor, incorporándose así posteriormente al léxico de nuestro idioma.

tálero.- Antigua moneda alemana que sirvió de inspiración a otras muchas en diversos países -valga como curiosidad el hecho de que Italia creó un tálero eritreo cuando se anexionó ese país en 1890-.  Del alemán Taler, el nombre procede del lugar en el que se encontraba la mina de la plata con la que comenzaron a acuñarse en torno a 1517: Sankt Joachimsthal ‘Valle de San Joaquín’ -denominación en alemán de la actual ciudad bohemia de Jáchymov-, motivo por el que fueron conocidas como thalers. Esta voz germánica se encuentra también en el origen etimológico de otras monedas, como el dólar estadounidense, el daler sueco o el tólar esloveno. Entre 1914 y 1956 el Diccionario académico -que recoge también la forma táller-, tras recordar que había tenido valor variable según los tiempos, indicaba que  «últimamente (sic) equivalía a cuatro pesetas», mientras que en 1970 encontramos que su valor había aumentado y se encontraba «a la par de cinco pesetas». La cotización pasó a omitirse en las ediciones posteriores.

catalineta.- Procedente del nombre propio Catalina, es una de esas voces que demuestran que, en contra de lo que mantienen algunos, en el idioma no solo existe lo que está recogido en los diccionarios. El de la RAE solo ofrece la acepción que la presenta como un cubanismo, aunque también es propia de Puerto rico, para nombrar un pez del mar de las Antillas, de unos 30 centímetros de longitud y color amarillo con franjas oscuras. Sin embargo, en Fantasmagoría la encontramos con su significado de artilugio óptico, una especie de caleidoscopio empleado por artistas callejeros, en ocasiones identificado con el mundonuevo -un cajón que contenía en su interior un cosmorama (dispositivo para ver objetos mediante una cámara oscura) portátil o una serie de figuras en movimiento. Además de estos dos sentidos encontramos que también se llamó así a un tipo de danza, como podemos leer en la obra de Lope de Vega titulada Baile de pásate acá, compadre, o su uso familiar, tal y como recoge el Diccionario histórico (1933-1936), para hacer referencia a una cosa despreciable, probable derivación de catalina ‘excremento humano’.

 

La cita de hoy

“El lenguaje de la ilusión es psicológico y el poder de fascinación que posee sobre el espectador no es consecuencia de la credulidad, sino del deseo de que se verifique”.

Ramón Mayrata

 

El reto de la semana

Teniendo en cuenta que en la fantasmagoría los límites entre lo real y lo imaginario se difuminan hasta confundirse, ¿qué ilusión óptica no habría resultado extraño que hubiéramos «visto» durante el paseo de hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)

De paseo descubriendo “Qué bonito es verte llover”

24 Martes Jul 2018

Posted by Sollastre in LIBROS

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a bayoneta, bayoneta, bigudí, carillón, carrillón, cicatricera, cicatriz, de bayoneta, geroglífico, jeroglífica, jeroglífico

Convalece el paseante de su enésima -así se le antoja- intervención quirúrgica, una de esas que dejan cicatrices en la piel que te marcan casi tanto como las que no se ven, y ha querido el azar, mujer encantadora como mensajera por medio, que cayera en sus manos un hermoso libro con el que disfrutar paseando por la anarquía de sus renglones. Un libro lleno de vida, en las antípodas de esa dictadura de la felicidad que, omnipresente Gran Hermano, nos bombardea continuamente desde tazas y agendas con frases inspiracionales tan cursis como ramplonas.

Y es que desde la trinchera de sus páginas la autora -que un día ya lejano, o quizá no tanto, se encarnara por un momento en entusiasta ayudante de Santa Claus- grita a los cuatro versos que sabe sobradamente que las cicatrices, unas y otras, indelebles ambas, constituyen una gabela ineludible por tener la osadía de querer (ser) de verdad. Y que solo depende de cada uno concedernos el nihil obstat para que cierren y no en falso. Letraherida meritoria aún en esto de la adultez, ya ha apre(he)ndido, sin embargo, que los añicos de un espejo son en realidad piezas de un puzle; que cada jaque mate lleva ínsito un punto y seguido; que kamikaze es en esencia un viento divino…

Pasearemos hoy guiados por Laura por cinco términos más un reto espigados en Qué bonito es verte llover, mientras apuramos el conticinio -¡qué mejor momento para leerlo!- al compás de la montaña rusa de sus estrofas, mientras acariciamos nuestros costurones, los del alma y los que se ven, y nos vamos convirtiendo, casi sin darnos cuenta, en artesanos de nuestro propio kintsugi.

bigudí.- Cuando el DLE incorporó en fecha tan tardía como 1970 esta voz, definió este utensilio de peluquería como una laminita de plomo, larga y estrecha, forrada de piel o de tela, que usan las mujeres para ensortijar el cabello. La evolución de la industria y de los usos sociales ha hecho que en la última edición hayan desaparecido las referencias tanto al material del que está hecho como al sexo que lo usa. Su origen se encuentra en el francés bigoudi, siendo incierto su origen en esta lengua y bien podría ser una de esos vocablos que por aquí llamamos «de ida y vuelta», pues una de las hipótesis lo hace derivar del desusado bigotère o bigotelle, procedente a su vez del español «bigotera». En ese mismo idioma encontramos la expresión jergal travailler de bigoudi, con un sentido análogo al castellano «rizar el rizo», complicar algo en exceso hasta extremos rayanos en la locura.

carillón.- Sistema de campanas de diferentes tamaños, acordadas para producir un sonido armónico, colocadas con simetría y dispuestas convenientemente para la ejecución de una melodía. Puede funcionar mecánicamente o manejado por un músico, ya de manera manual o bien mediante un juego de palancas semejante a un teclado. Generalmente combinado con un reloj, tradicionalmente estaban colocados en torres de iglesias o en edificios públicos, como ayuntamientos. También se denomina así a un instrumento compuesto por un juego de planchas o tubos de acero que producen un sonido musical. Del francés carillon, antiguamente quaregnon ‘pergamino plegado en cuatro’, en última instancia del latín tardío quaternio ‘grupo de cuatro objetos’ -según Corominas, por las cuatro campanas que constituían un carillón-. El Diccionario académico recoge también desde la edición de 1992 la forma carrillón.

cicatriz.- Del latín cicātrix, con el mismo significado, es la señal que queda en los tejidos orgánicos una vez curada una llaga o herida. Se llama también así a la impresión que queda en el ánimo por algún sentimiento pasado, acepción que recoge la RAE desde 1780, si bien en un principio el Diccionario de autoridades (1729) aseguraba que se solía llamar así metafóricamente al remordimiento, conservado en el ánimo, de alguna cosa mal ejecutada. El DLE, que muestra derivados como cicatricial y cicatrizal -perteneciente o relativo a la misma-; cicatrizar -completar la curación de llagas o heridas hasta que quedan bien cerradas-; cicatrización -acción de cicatrizar-; cicatrizante -que cicatriza- o cicatrizativo -con la virtud de cicatrizar-, no contempla ya, como sí hizo antaño otros como cicatricilla, cicatrizamiento o cicatricera, la mujer que en los antiguos ejércitos españoles curaba a los heridos.

jeroglífico.- Sistema de escritura que no representa las palabras mediante signos alfabéticos o fonéticos, sino su significado con símbolos o figuras -como las de los antiguos egipcios, los mayas o los hititas-, o cada uno de esos caracteres empleados. También se denomina así a un juego de ingenio que consiste en descifrar un mensaje expresado por signos y figuras, así como a una imagen visual o escritura difíciles de entender o interpretar. Desde la edición de 1870 hasta la de 1832 el Diccionario académico lo escribía geroglífico. Deriva del desusado hieroglífico -forma que el DLE recogió entre 1780 y 2001-, y este del latín tardío hyeroglyphĭcus, que lo hace del griego hieroglyphikós, compuesto de hierós ‘sagrado’ y glýphein ‘grabar, cincelar’. En femenino, una jeroglífica -que tuvo entrada propia como voz en el DLE de 1925 a 1992- es una sentencia breve que incluye un misterio que necesita explicación -también llamada mote-.

bayoneta.- Arma blanca o cuchillo utilizada por los soldados de infantería, que se acopla a la boca del fusil. En la actualidad se emplea fundamentalmente para uso ceremonial y de desfile. Su nombre procede del francés baïonette -documentado ya en 1572-, y este derivado de Bayonne ‘Bayona’, donde empezó fabricarse, localidad del departamento de los Pirineos Atlánticos que en los siglos XVII y XVIII albergaba factorías de armas y de cuchillería. Por extensión, las locuciones a bayoneta o de bayoneta aluden a ciertos tipos de uniones mecánicas y de los objetos que las llevan, que se montan introduciendo una pieza en otra a través de una muesca. En la otra orilla de nuestra lengua, se llama así en Honduras a la varilla metálica que sirve para comprobar el nivel del aceite de un motor y en Puerto Rico a un arbusto que debe su nombre a que sus hojas puntiagudas pueden pinchar.

La cita de hoy

“Hace tiempo que me dieron un consejo:
«No te quedes donde no puedas amar»
”.

Laura Mora

El reto de la semana

¿Qué flores, empleadas, como ya vimos en otro de los paseos, por los masones como símbolo para intentar eludir la persecución nazi, podíamos haber recogido hoy para rememorar este paseo?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

Un paseo con La Horda

01 Viernes Jun 2018

Posted by Sollastre in LIBROS

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alcagüeta, alcahueta, alcayueta, apocalipsis, celestina, galimatías, hermético, horda, sello hermético

Lleva el paseante unas cuantas semanas eternas manteniendo desigual combate con el dolor en tal grado de intensidad como no alcanza a recordar. Sí, EL dolor, pues aunque al principio pensara que eran varios de ellos los que se habían juramentado para atacarle de consuno, ora físicos, ora anímicos, se dio cuenta al fin de que en realidad existe para cada uno de nosotros un único dolor, que se manifiesta de tantas y diversas formas como posibilidades encuentre de clavar sus aguijones dumdum de daño y tristeza. Y esa lid le mantenía paralizado, concentrando en ella todas sus energías sin percatarse de que así en realidad retroalimentaba a su enemigo.

Así que cuando comprobó que ni siquiera los encuentros regulares que le concertaban con la hija de Morfeo -el dios de los sueños, el que reproduce las formas- servían para mitigar esa insoportable realidad, cayó en la cuenta de que solo podría encontrar alivio donde siempre lo había hallado; fue plenamente consciente de que a pesar de no poder soportar más de cinco minutos en la misma postura necesitaba volver a leer. Para poder volver a su vez a escribir. Para poder volver, en definitiva, a respirar a su propio ritmo y no al que le marcará aquella sucesión de fármacos que ni siquiera estaban resultando paliativos.

Se levantó entonces, en todos los sentidos, y se sumergió en las profundidades de La Horda. Una revolución mágica, un libro que habla de la guerra entre el bien y el mal, entre la oscuridad y la luz, dejando al lector que decida qué significan para él esos conceptos y en qué coordenadas personales situarlos; una guerra que, al igual que la que se libra entre el dolor y el bienestar en el interior de todos nosotros, nunca tendrá fin, en la que no hay ni vencedores ni vencidos. Y mientras se iba adentrando en los recovecos, en la superficie y en el subsuelo de cada página, al sentir un nuevo latigazo en las vértebras, en el alma, sonrió de manera triste y dulce al tiempo, sintiendo que ya era hora de volver a dar un paseo por el diccionario.

horda.- Comunidad de salvajes nómadas, según la severa acepción que ofrece el DLE, pero también grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia. A España llegó en el siglo XIX desde el francés horde, que lo tomó prestado del tártaro orda ‘campamento militar’, que según Corominas deriva del verbo urmak ‘hincar, clavar’. Palabra conocida en Europa desde el siglo XIII, se desconoce el origen de esa h– inicial -en turco existe ordu y el latín medieval utilizaba ya orda– que aparece documentada por vez primera en alemán en 1429. Como Horda de Oro u Horda Dorada se conoció un estado mongol surgido tras la desaparición del imperio a la muerte de Gengis Kan. Por su parte, Sigmund Freud empleó el sentido de horda como población nómada o tribu viviendo en sociedad para acuñar su concepto de “horda primitiva” como representación de la forma primitiva de la sociedad humana, sumisamente sometida a un macho dominante.

hermético.- Del latín medieval hermeticus y este derivado del latín tardío Hermes [Trismegistus] ‘Hermes [Trimegisto]’ -Hermes el tres veces grande, propiamente-, por el nombre que aplicaron los griegos en el Egipto helenístico al dios Thot, señor de las ciencias y de la magia, a quien le atribuyeron conocimientos esotéricos. Su doctrina -denominada hermetismo- estaba contenida en los conocidos como libros herméticos, que inspirarían a los alquimistas. Además de hacer referencia a los seguidores filosóficos-religiosos de los escritos atribuidos a él, hermético se emplea en sentido más general con el sentido de algo que se cierra de tal modo que no deja pasar el aire ni otros fluidos -y de ahí el sello hermético, cerramiento de una vasija, impenetrable al aire, obtenido de la fusión de la materia con la que está formada, efectuado por un procedimiento químico- y en el de lo que resulta errado, impenetrable, aún tratándose de algo inmaterial.

apocalipsis.- Procedente del latín tardío apocalypsis, y este a su vez del griego apokálypsis ‘revelación’. Palabra que designa tanto el fin del mundo como una situación de catástrofe ocasionada por causas naturales o por agentes humanos, evocadora de una imagen de destrucción total. Es en nuestro idioma palabra de clara inspiración cristiana, como muestra el hecho de que hasta su penúltima edición, la de 2001, la definición que el propio DLE ofrecía de Apocalipsis -con mayúscula inicial- era la de «último libro canónico del Nuevo Testamento. Contiene las referencias escritas por el apóstol San Juan, referentes en su mayor parte al fin del mundo». A pesar de haber desaparecido esta acepción en la llamada Edición del Tricentenario, el nombre del libro sigue presente en nuestro lexicón, pues una de las acepciones de «beato» continúa rezando así: «Códice minado, de los siglos VIII al XIII, que recoge los comentarios que el Beato de Liébana escribió sobre el Apocalipsis».

alcahueta.- Al igual que su masculino, alcahuete, se predica de quien concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita y, por extensión, de la persona o cosa que oculta o encubre algo. Deriva del árabe andalusí alqawwád, con el mismo significado, y este del árabe clásico qawwād. Voz documentada en nuestro idioma ya en 1251, el también académico Diccionario histórico (1933-36) muestra que también se emplearon las formas alcagüeta/e y alcayueta/e. De manera coloquial se emplea también para hacer referencia a un correveidile, una persona que trae y lleva chismes, mientras que en teatro se emplea para designar un telón corto y a un bastidor que oculta ambos laterales en primer término del escenario. Sin duda la alcahueta más famosa de la historia de la literatura en castellano es Celestina, personaje de la obra atribuida a Fernando de Rojas Tragicomedia de Calisto y Melibea (finales del siglo XV), cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de esta palabra.

galimatías.- Coloquialmente, se llama así a un lenguaje oscuro por la impropiedad de su enunciado o por la confusión de las ideas y también a una confusión, un desorden, un lío. Su origen es incierto, aunque el DLE lo sitúa en el francés galimatias ‘discurso o escrito embrollado’, asegurando que este procede del griego katà Matthaîon ‘según Mateo’, por la manera en que este describe la genealogía de Cristo que figura al inicio de su evangelio, aunque al parecer se debería más bien al tono de salmodia con el que esta se recitaba ya desde las iglesias bizantinas. Entre otras varias hipótesis, la hay que apunta a que podría derivar de Barimatia, nombre de un exótico país de donde procedería el personaje bíblico José de Arimatea, y luego aplicado a lenguajes incomprensibles hablados en países extraños. Y una tercera teoría, de entre las más plausibles, sostiene que en el siglo XVI en Francia se llamaba en latín gallus ‘gallo’ en la jerga estudiantil al estudiante que participaba en los debates reglamentarios, a lo que se habría unido la terminación griega -mathia ‘ciencia’.

La cita de hoy

“El daño, como suele decirse, ya está hecho, aunque este sea un telón que siempre cierra en falso y se precipita hacia un final que jamás llega”.

Servando Rocha

El reto de la semana

Ya que en este paseo hemos hablado de dolor y de alquimia, ¿qué metal, que debe su nombre a una deidad romana, habría sido lógico encontrarnos hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

De paseo con ‘La lámpara maravillosa’

13 Miércoles Dic 2017

Posted by Sollastre in LIBROS

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bernardo, caramañola, caramayola, carimañola, carmañola, cilicio, cistel, cister, cisterciense, gnosis, gnosticismo, La lámpara maravillosa, lambrequín, nosticismo, trapense

Si en nuestro último paseo nos sumergíamos en un festival para los sentidos, lo hacemos hoy, retomando la conexión valleinclanesca del anterior, en unos auténticos ejercicios espirituales, que así es como subtitula el autor gallego su libro La lámpara maravillosa (1922), un verdadero mapa en el que el tesoro escondido es el más refulgente de todos: la belleza.

Abrir sus páginas supone pasar a través del espejo, sentir el soplo de una revelación que con su aliento va desplegando las velas de nuestra intuición guiándonos fuera del tiempo, de nosotros mismos, en un viaje de aniquilación interna, de superación de lo que hasta ahora habíamos percibido, mientras va enlazando alusiones e ilusiones que nos conducen -Ouroboros de palabras- a nuestro propio interior para llegar a la contemplación, a poder “mirar con todos los ojos, amar con todos los corazones” y ser así capaces de percibir que “el instante más pequeño de amor es eternidad”. Amén

Si, como aseveran los editores en la nota introductoria, “el libro está dirigido a un peregrino de la vida, a un paseante curioso”, comencemos a hacernos acreedores del mismo paseando por cinco -el número del pentáculo, tan grato a don Ramón del Valle-Inclán- de sus palabras en esta nueva etapa de nuestro propio camino iniciático por el diccionario.

cilicio.- Su primera acepción en el DLE, la de un instrumento con cerdas o pinchos que se ciñe sobre la carne para mortificarse, habitualmente por motivos religiosos, proviene   de la segunda, una vestidura así llamada y hecha de un tejido áspero que se empleaba antiguamente para la penitencia o para mostrar gran duelo y pesar personal, tal y como aparece reflejado en diversos pasajes de la Biblia. Por extensión, se emplea con el sentido de sufrimiento en general, y como botón de muestra tenemos la letra del tango titulado así. Procede del latín cilicium ‘tejido de cerdas de cabra de Cilicia’ -provincia del Imperio romano en Asia Menor, en la actual península de Anatolia, donde que se elaboraba este paño, si bien el uso de esta vestimenta fuera probablemente anterior a que recibiera este nombre-. En lenguaje militar también se denominaba así en otros tiempos a una manta de cerdas con la que se revestía aquella parte de la muralla que se quería proteger o con la que se cubrían las máquinas de guerra.

carmañola.- Además de una canción revolucionaria francesa creada en 1792 y popularizada en el periodo conocido como el Terror, era un tipo de chaqueta estrecha con numerosos botones que fue adoptada por los revolucionarios. Tomada del francés carmagnole, que hace referencia a la ciudad piamontesa de Carmagnola, de donde verosímilmente provendrían los trabajadores que ya en el siglo XVII la vestían en el Delfinado y que según otra versión sería la chaqueta de ceremonia de los campesinos de esa región. Por metonimia, durante la Revolución también se llamaba carmagnols a los soldados republicanos, acepción desde la que llega a nuestro idioma caramañola -y la hoy obsoleta caramayola– que en algunos países americanos se empleaba inicialmente para referirse a una especie de cantimplora de aluminio utilizada por la milicia y ahora asimismo al recipiente en el que los ciclistas llevan líquidos en sus bicicletas. Con este último significado encontramos en Colombia también la forma carimañola.

lambrequín.- Otra palabra de ascendencia francesa: lambrequin, formada a partir de lambeau ‘jirón, cinta’ y el sufijo –quin, de origen neerlandés. En heráldica recibe este nombre un tipo de adorno, normalmente formado por hojas de acanto aunque también puede estar compuesto por plumas, que partiendo de lo alto del yelmo rodea el escudo. Debe tener los mismos colores con los que este esté compuesto. Hace alusión a la tela -bien fija en él, bien en forma de tiras o bandas colgantes, como alusión a los cortes y acometidas recibidos en combate- con la que se cubría el casco para proteger la cabeza del sol y posiblemente también de la oxidación producida por la humedad. Habiendo tenido su origen en la época de las cruzadas, factores como el hecho de que una tela amortigua el golpe de una espada y la facilidad con que esta puede quedar envuelta entre sus pliegues constituyeron una ventaja añadida para su posterior pervivencia en los más templados países europeos.

gnosticismo o nosticismo.-  Esta voz encuentra su origen en gnóstico -o nóstico– y este en el latín tardío gnostĭcus ‘seguidor del gnosticismo’, del griego gnōstikós ‘relativo al conocimiento’, y el sufijo –ismo. Se trata de un conjunto de escuelas y grupos religiosos y filosóficos que se desarrollaron en el mundo helenístico en los primeros siglos de la era cristiana que presentan, a pesar de su aparente diversidad en un sincretismo cristiano, judío y orientalizante, caracteres comunes en aspectos fundamentales. Se caracterizaba por cuestiones como una concepción dual del hombre y del mundo; la explicación de este mediante un demiurgo inferior a Dios; la comprensión del cosmos como una emanación del Creador y por la salvación del ser humano mediante la gnosis, el conocimiento superior, intuitivo y absoluto que le permite retornar a la comunión con Dios. Tras haber gozado de cierto prestigio, fue finalmente declarado herético. En el siglo XIX experimentó una reactivación.

cisterciense.- Se dice de quien es miembro de la orden benedictina del Císter. Fundada por san Roberto de Molesmes en 1098, en una época marcada por la búsqueda de nuevas vías de perfeccionamiento espiritual, y reformada por san Bernardo de Claraval en el siglo XII, su denominación proviene del latín medieval Cistersiensis, tomado de Cistercium, nombre latino de Cîteaux, población del departamento de Côte-d’Or, en la región de Borgoña, lugar en el que se erigió la abadía en la que fue instituida. El DLE, que mantuvo hasta 1992 cistel y cister -con entonación aguda- como entradas  propias para definir la orden, siendo cisterciense únicamente ‘lo perteneciente’ a esta, recoge dos vocablos más relacionados con ella: bernardo, como se conoce también a los miembros posteriores a la antedicha reforma, y trapense, integrante de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, ramificación surgida también en Francia en el siglo XVII.

La cita de hoy

“Son las palabras espejos mágicos donde se evocan todas las imágenes del mundo”.

Ramón del Valle-Inclán

 

El reto de la semana

¿Con qué animal, símbolo de la sabiduría y que nos observa desde uno de los primeros grabados del libro, podíamos habernos encontrado en nuestro paseo de hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

Paseando por los bajos fondos

24 Martes Oct 2017

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charlestón, charranada, charrán, concurdáneo, curda, petimetre, vespasiana

LEANDRO.- Gran ciudad ha de ser esta, Crispín; en todo se advierte su señorío y riqueza.

CRISPÍN.- Dos ciudades hay. ¡Quisiera el Cielo que en la mejor hayamos dado!

LEANDRO.- ¿Dos ciudades dices, Crispín? Ya entiendo, antigua y nueva, una de cada parte del río.

CRISPÍN.- ¿Qué importa el río ni la vejez ni la novedad? Digo dos ciudades como en toda ciudad del mundo: una para el que llega con dinero, y otra para el que llega como nosotros.

Los intereses creados

Jacinto Benavente

Recordaba el paseante esta primera escena de la obra cuando se iniciaba hace algunos días, apenas a quinientos metros de la plaza que lleva el nombre de su autor, el paseo nocturno por los antiguos bajos fondos de Madrid organizado por los responsables de La Felguera Editores con motivo de la publicación del segundo volumen de Fuera de la ley, en el que se hace un recorrido por ese submundo del hampa y la golfería entre 1924 y 1936. Y mientras callejeaba por la zona de Lavapiés y sus alrededores, fueron apareciéndose, como una fantasmagoría, mecheras y manolos; flamenco y cuplés; chicas-taxi y ‘automóviles fantasmas’; gomosos y randas; la bofia y los dinamiteros… Hasta Pío Baroja o Arturo Barea se dejaron caer por allí. Todo un desfile de viejas historias y personajes de otras épocas que lograron que quienes allí se habían concentrado pudieran asomarse, siquiera por unos instantes, al balcón de un abismo que no deja de ser también parte misma de nuestra Historia con mayúscula.

Encaminemos nuestros pasos hoy no hacia el Distrito quinto barcelonés, el madrileño barrio de las Injurias  o la calle de Gracia valenciana de principios del siglo XX, sino a las páginas de este libro singular con el fin de encontrar cinco palabras para nuestro paseo que se unirán a otras que aparecen también en sus páginas y que ya visitamos aquí en su momento, como suripanta, apache o sicalipsis.

vespasiana.- Comenzamos con una palabra que no está recogida en el DLE, aunque sí en el Diccionario de americanismos, que la considera un chilenismo en desuso. Se denominaba así a una pequeña construcción que albergaba un urinario público para hombres. Recibió este nombre por el emperador romano Vespasiano, quien creó un impuesto sobre la orina que recogían los artesanos para curtir pieles y blanquear telas. Se dice que cuando su hijo Tito le recriminó la idea el emperador le puso delante una de las monedas recaudadas por ese concepto y le preguntó si le olía mal. Al responder aquel que no, Vespasiano habría acuñado la frase pecunia non olet ‘el dinero no huele’ que se emplea aun en nuestros días. Cuando el conde de Rambuteau, prefecto del Departamento del Sena (1833-1848) comenzó a instalar este tipo de urinarios en París lanzó el nombre de ‘columnas vespasianas’ para evitar que se propagara el de ‘columnas Rambuteau’ con el que ya empezaban a ser conocidas.

petimetre.- Persona, generalmente joven, elegante en su apariencia y de maneras afectadas y pretenciosas. Se preocupa mucho de su adorno y de seguir las modas. Se utilizaba mayormente en masculino, aunque también existe la petimetra. Procede del francés petit-maître ‘señorito, pequeño señor’. El origen de esta palabra en el idioma del país vecino tal vez pueda encontrarse en la expresión apelativa mon petit maître, variante irónica, afectuosa o festiva de mon maître. El Diccionario de autoridades (1737) consideraba que era un vocablo introducido en nuestra lengua sin necesidad, mientras que Julián Marías, en su discurso de recepción en la RAE (1965) -al que ya hicimos mención al hablar del estraperlo, otro término también vinculado a los bajos fondos- consideraba ya en ese momento que esta era una de esas palabras que forman parte del idioma porque “están ahí”, porque han sido escritas por autores diversos, pero que “no se dicen, y por tanto no son uso”.

charlestón.- De Charleston, en Carolina del Sur, que recibió al ser fundada en 1670 el nombre de Charles Town, en honor del rey Carlos II de Inglaterra. En español ha prevalecido la acentuación aguda francesa. Considerado en ocasiones el más impetuoso de los bailes de inspiración jazzística -el periodista y letrista de cuplés, entre otros oficios, Álvaro Retana escribió que “rebasa todo límite de la prudencia coreográfica”-, se trata de una variante del foxtrot, más rápido y muy sincopado, que llegó a convertirse en símbolo de los llamados ‘felices años 20’ del siglo pasado, periodo en que alcanzó sus mayores cotas de popularidad. Con un compás de cuatro tiempos, alterna los movimientos enérgicos de brazos y piernas. Podía bailarse solo, en pareja o en grupo y permitía a quienes lo practicaban altas dosis de improvisación. Tiene su origen en la comunidad de origen africano de esa ciudad estadounidense y derivaría de otra danza, llamada juba, originaria de África y llevada allí por esclavos procedentes del Congo.

charranada.- Mala jugada, acción con la que una persona, en ocasiones faltando al compromiso adquirido, causa un perjuicio a otra por lo común para beneficiarse a sí misma o a un tercero. Tiene la misma significación que las más coloquiales guarrada o marranada. El DLE se limita a describirla como ‘acción típica de un charrán’ -un pícaro, un tunante, alguien que actúa sin honradez-, apuntando que el origen de este vocablo quizá se encuentre en el árabe andalusí *šarrál ‘vendedor de jureles’. En un principio se aplicó este apelativo inicialmente a los esportilleros que vendían pescado en Málaga. Sin embargo, en un artículo titulado precisamente El charrán y publicado en Los españoles pintados por sí mismos (1851), Ramón de Castañeyra asegura que su función consistía únicamente en labores de acarreo desde la zona del puerto y que “si es que llega a vender pescado, pierde su nombre y se confunde con las clases vulgares, sin que ningún signo característico le distinga de sus compañeros”.

concurdáneo.- Cerramos este paseo por los bajos fondos con otro término que no aparece en el Diccionario académico, aunque sí existen numerosas muestras de su empleo escrito, además de ser voz que encontramos en el lunfardo, la jerga originaria de la ciudad de Buenos Aires. Neologismo compuesto por el prefijo -con, que expresa ‘reunión’; el sustantivo curda ‘borrachera’ y el sufijo -áneo con el sentido de ‘relación’. Puede definirse entonces como aquella persona que bebe o se emborracha con otra u otras. Derivado, como vemos, de curda, que hace referencia coloquialmente tanto a la embriaguez -según acabamos de ver- como a la persona que se encuentra ebria. El DLE, que la incorporó en 1914, asegura que tiene su origen en el francés dialectal curda ‘calabaza’. Moliner, por su parte, la considera una alteración jocosa de turca, otra forma familiar de denominar a la ‘borrachera’. Otros derivados bendecidos por la Academia son curdela -con los dos mismos significados-, encurdarse y encurdelarse.

 

La cita de hoy

“El recuerdo poetiza personas y cosas, aun las de por sí nada poéticas”.

Roberto Castrovido

 

El reto de la semana

¿Con qué tipo de delincuente, cuyo nombre parece remitirnos a modernos ingenios voladores, podríamos habernos topado si hubiéramos prolongado nuestro paseo más allá de los límites de la ciudad?

 

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

Paseando en busca de superpoderes

28 Jueves Sep 2017

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ámago, esmorecer, hámago, magosto, marimorena, salmorejo

Recordaba estos días el paseante que un antiguo amigo suyo gustaba de decir que en realidad todos los libros son de autoayuda, pues todos aportan o hacen sentir algo a quien los lee. El motivo de esta remembranza no era otro que el de estar leyendo uno que se proclama abiertamente como tal: Superpoderes del éxito para gente normal, escrito por Mago More.

No fue, sin embargo, el título lo que le llevó a interesarse por él. Lo que realmente llamó poderosamente su atención fue lo que aparecía escrito inmediatamente debajo: Consigue todo lo que quieras… trabajando como un cabrón. Así de contundente. Y una vez en sus páginas pudo comprobar que, efectivamente, lejos de intentar vender motos o de incurrir en la trampa del pensamiento mágico del buenrollismo como única fórmula para mejorar la vida, el autor hace hincapié en dos ideas: que el libro funciona SOLO si se pone en práctica y que lo que recomienda es lo que le ha funcionado a él, pero que somos cada uno los que debemos probar y encontrar nuestro propio camino.

Un libro, pues, honesto y útil, que nos da pie para pasearnos hoy por cinco palabras que incluyen en su interior bien mago, bien more, como pequeño homenaje a quien compartiendo su experiencia nos da pistas para intentar alcanzar nuestras metas.

salmorejo.- Derivado de salmuera, ‘líquido que se prepara con sal y otros ingredientes’, que a su vez procede del latín sal mŭria. Su acepción más conocida actualmente es la de una crema o puré a base de tomate, pan, aceite, ajo y sal majados o batidos. Se consume frío. Si bien el DLE asegura que es propio de algunas zonas de Andalucía -es plato emblemático de Córdoba-, un congreso celebrado en junio de 2017 en esa ciudad reunió platos diferentes con el mismo nombre, así como otros de similares características con distinta denominación repartidos por toda España. Su otro significado, anterior en el tiempo, es el de una salsa compuesta de aceite, vinagre, agua, sal y pimienta, de donde deriva el sentido de salmorejo también como reprimenda o escarmiento, en alusión al escozor que causa si entra en contacto con alguna parte del cuerpo escoriada o herida.

magosto.- Comida campestre, típica de provincias del noroeste español, a base de castañas. También reciben este nombre la hoguera en que se preparan y el propio conjunto de las castañas asadas. Se celebra en otoño y antiguamente había quienes consideraban que la fecha más señalada para hacerlo era el Día de Todos los Santos (1 de noviembre). Es un vocablo de origen incierto y de él derivan magosta, que es como se denomina en Cantabria y el verbo magostar, que hace referencia tanto a asar las castañas en la hoguera como reunirse para hacerlo. Fiesta de raíces célticas y relacionada con el culto a los muertos, el origen del nombre es incierto, si bien Corominas encuentra una notable similitud con agostar -que en germanía tenía el sentido de consumir, gastar– que podría haberse cruzado con algún verbo comenzado por m- de sentido análogo, como macerāre ‘consumir’.

esmorecer.- Procedente del latín *emorescěre ‘morir, desfallecer’. Aunque el DLE circunscribe su uso a Andalucía, Canarias y Venezuela, es voz también empleada en Asturias y en zonas de León. En una carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos, fechada el 7 de julio de 1503, encontramos: “Otras tormentas se han visto mas no duran tanto ni con tanto espanto… Muchos esmorecieron, harto y hartas veces que teníamos por esforzados”. Por otra parte, en Costa Rica y en la misma Venezuela se emplea popularmente con el sentido de quedarse momentáneamente sin aliento o sin respiración, generalmente a causa de la risa o el llanto, significado este que el Diccionario académico atribuye también, sin marca geográfica alguna, al verbo desmorecerse. A su vez, esmorecido, del participio de esmorecer, tiene en Extremadura el significado de ‘aterido de frío’.

ámago o hámago.- Sustancia correosa y amarilla, de sabor amargo, que labran las abejas y se encuentra en algunas celdillas de los panales. Debido a su gusto, se emplea también con el significado de fastidio o náusea, como podemos encontrar en la dedicatoria al conde de Lemos escrita por Cervantes en la segunda parte del Quijote, haciendo referencia a la sensación causada por la aparición del conocido como Quijote de Avellaneda. Otra palabra de origen incierto en nuestro paseo de hoy, Corominas aventura en esta ocasión que probablemente derive del latín vulgar *amĭdum, del latín amȳlum ‘almidón’ por la consistencia lechosa común a ambas sustancias. Aparece documentado por vez primera en español en A Dictionary in Spanish and English (1591), obra del lexicógrafo e hispanista británico Richard Percivale, donde traduce hamago como ‘alimento de abejas’.

marimorena.- Se emplea coloquialmente para referirse a una riña, una pendencia, una pelea. Como podemos leer en El porqué de los dichos de José Mª Iribarren, el origen de este término, presente ya en el Diccionario de autoridades (1734), se encontraría en María Morena, quien a finales del siglo XVI regentaba en Madrid una taberna con su esposo Alonso de Zayas y que juntos fueron encausados en 1579 por tener en su negocio unos cueros de vino y no haberlos querido vender. Al parecer, un grupo de soldados pidió beber de aquel vino, mejor que el que estaban siendo servidos, y ante la negativa de los dueños se organizó una trifulca en la que habría destacado el “carácter” de la mujer. Otra versión asegura que María era nombre muy común entre mujeres que trabajaban en ventas y tabernas entonces  y morena un apelativo típico para referirse a la mujer española, por lo que podría referirse en realidad a una cualquiera de ellas.

La cita de hoy

“En la vida hay que buscar la excelencia, pero no la perfección”.

Mago More

 

El reto de la semana

¿Qué planta que nos recuerda a un gran escritor portugués -y que, por supuesto, cumple nuestra premisa de hoy para viajar por el diccionario- podríamos habernos encontrado en este paseo?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

De paseo con Don Juan Tenorio

03 Jueves Nov 2016

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bergantín, borgoña, dobla, Don Juan Tenorio, guirnalda, José Zorrilla, laurel, perpetua

don-juan-tenorio

Nos llega noviembre, ese mes que “hace caer las hojas y se lleva a las personas”, en curioso dicho que descubrió recientemente el paseante, y con él la tradicional puesta en escena, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, de Don Juan Tenorio, la obra de José Zorrilla cuyo protagonista, como ya vimos en los inicios de este blog en ‘De la ficción al dicción…ario’, se convirtió en epónimo de palabras recogidas en el DLE como donjuán –también en la forma don juan, aunque el Diccionario panhispánico de dudas recomienda el uso de la primera-, tenorio, donjuanismo o donjuanesco.

Este drama religioso-fantástico en dos partes del dramaturgo y poeta pucelano –quien, como vimos a su vez en la entrada ‘De paseo (literalmente) por la RAE’ fue elegido en dos ocasiones miembro de la RAE, pues fue eliminado de su nómina la primera por no leer el discurso de ingreso en el plazo establecido, y al hacerlo en la segunda fue el primer académico que lo hizo en una composición en verso-, que recoge el mito del personaje libertino que no respeta ley humana ni divina y hace gala de seducir y engañar a las mujeres –también denominado burlador-, es tal vez la pieza más representada de la literatura española desde que fuera estrenada en el teatro de la Cruz, en Madrid, el 28 de marzo de 1844.

Encaminemos ya nuestros pasos con este personaje universal no hacia las calles de Sevilla, ciudad en la que transcurre la trama, sino hacia cinco términos encontrados en el texto de la que el también académico Torrente Ballester aseguró en su momento que es “la única verdaderamente popular” de las obras teatrales modernas.

laurel.- Tomado del occitano antiguo laurier, derivado de laur y este del latín laurus. Antiguamente existía también la forma lorer, como podemos encontrar en diccionarios del siglo XIX como Salvá -1846-, Gaspar y Roig -1855- o Zerolo -1895- y que Corominas considera un catalanismo. Es un árbol originario de la zona mediterránea, que está siempre verde y cuyas hojas, muy aromáticas, se emplean como condimento. Una segunda acepción es la de triunfo, premio, alabanza, gloria y el propio DLE recoge corona de laurel, definiéndola como aquella hecha con ramas y hojas de esta planta que se concedía en la Grecia antigua a los vencedores de los juegos píticos, dedicados a Apolo, dios del que el laurel era atributo. La RAE guarda la que el autor recibió en Granada en 1889 en su coronación como poeta nacional laureado. A su vez, es en la llamada Hostería del Laurel donde comienza la acción del libro que paseamos hoy.

borgoña.- Vino procedente de la región francesa de Borgoña. Sus viñedos se dividen en cinco zonas según el tipo de caldos -tanto tintos como blancos y algunos de ellos de gran calidad, mundialmente reconocidos- que producen a partir básicamente de uvas chardonnay y pinot noir, aunque también se encuentran, en menor medida, gamay y aligoté. El nombre original francés Bourgogne deriva del bajo latín Burgundia, territorio en el que se asentó el antiguo pueblo germánico de los burgundios. En nuestro país vecino se comenzó a utilizar con el significado de vino ya a finales del siglo XVII; el DLE incluyó esta acepción en 1925, con la marca lexicográfica ‘figurado’, que mantuvo hasta la edición de 1992. José Zorrilla escribió también un vals coreado, musicado -al igual que a otras composiciones del poeta- por el compositor Sebastián Iradier, cuyo título es Jerez y Borgoña.

dobla.- Del latín dupla, femenino de duplus ‘doble’ –así, la locución verbal coloquial jugar a la dobla hace referencia precisamente a un modo de jugar en el que se duplica cada vez  la apuesta anterior-. Se trata de una antigua moneda de oro castellana, de valor, peso y ley variables. La última edición del DLE solo hace referencia expresa de la dobla de la Banda -acuñada en el siglo XV con el escudo de esta orden militar fundada en 1332 por Alfonso XI-, en el Diccionario de autoridades -1732- encontramos también mencionadas la dobla castellana y la dobla zahen, moneda morisca que la actual edición recoge con el nombre de zahena. De esta palabra derivan los nombres de otras monedas, recogidos también en el DLE: la doblilla, cuyo valor, según la fecha de acuñación, era de 20 reales, o de 21 y un cuartillo y el doblón, cuyo valor también difería según las épocas, existiendo el calesero o sencillo, el de a ciento, el de a cuatro o  el de a ocho.

guirnalda.- Derivación por metátesis -cambio de lugar de algún sonido en una palabra-  de la forma desusada guirlanda, a la que el DLE atribuye un origen incierto. Corominas indica que quizá se tomara del francés antiguo garlande, que pudo ser una alteración de *garnande, derivado de garnir ‘guarecer’, ‘adornar’. Voz polisémica, además de su significado de adorno formado con flores, hojas o ramas entretejidas -aunque hoy se denomina así también a la compuesta por otros materiales, como papel de colores o luces- en forma de cordón, de tira o de corona con la que se ciñe la cabeza, es también otro nombre de la perpetua -una planta de la familia de las amarantáceas que se cultiva en la India-; una tela de lana basta que se usó antiguamente; un tipo de nudo marinero y una especie de rosca embreada -para que resistiera el viento sin apagarse- que se arrojaba ardiendo por la noche desde las plazas sitiadas para descubrir los trabajos del enemigo.

bergantín.- Embarcación de dos palos y vela cuadrada o redonda. El término procede del francés brigantin o del catalán bergantí, lenguas que lo tomaron prestado del italiano brigantino, que a su vez es un diminutivo, al que se añade el sufijo –ino de brigante en el sentido de ‘compañero’, nombre dado a una ‘nave de escolta’ o de ‘hombre de armas’, puesto que servía para guerrear. No obstante, de la documentación más antigua conocida se ha llegado a la convicción de que se aplicaba a un ‘pequeño barco ligero de escolta’. En español aparece documentado por vez primera hacia el año 1490. Sin duda el más famoso de nuestra literatura es El Temido, que con sus ‘diez cañones por banda’ -y no ‘cien’, como en ocasiones se oye o se lee, incluso en el libro de estilo de algún influyente diario- aparece en La canción del pirata, poema escrito por José de Espronceda, íntimo amigo de Zorrilla.

La cita de hoy

“¡Cuál gritan esos malditos!”.

 José Zorrilla

 

El reto de la semana

Además de borgoña, ¿con qué otro vino, muy celebrado ya en la antigua Roma y que aparece tanto en el Tenorio como en el DLE, podríamos haber brindado al final de nuestro paseo de hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

De paseo ‘Pisando ceniza’

06 Jueves Oct 2016

Posted by Sollastre in LIBROS

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arcabuz, basilisco, cupletista, galbana, mancuernas, Manuel Arroyo-Stephens, Pisando ceniza

El paseo de hoy comenzó en realidad, aunque el paseante aún no lo supiera, hace ya unos cuantos meses, cuando quedó deslumbrado, como ya contó en su momento, por el paisaje vislumbrado desde el tren de la comarca de las Merindades, al norte de Burgos. Quiso el destino que, estando al día siguiente en Salamanca, comentara algo al respecto con su amiga Yolanda, quien le habló a su vez de su amiga Olga y de la casa rural que tiene en la zona.

Como quiera que quien estas líneas escribe llevaba algún tiempo con un cierto desasosiego, consideró buena idea pasar allí unos días en verano, estancia que propició el descubrimiento de -y el paseo por- Espinosa de los Monteros. Y fue precisamente buscando documentación para este último cuando se topó con sendas reseñas de un libro, Pisando ceniza, de Manuel Arroyo-Stephens, firmadas por dos autores protagonistas este mismo año de un par de nuestros paseos: Félix de Azúa y Andrés Trapiello.

Obra que ambos consideran muy buena, que ‘no parece ni siquiera literatura’ para el leonés; que según el académico ‘no es fúnebre’, a pesar de que la muerte es el hilo de los seis relatos que la componen, y que, cerrando el círculo de conexiones con nuestros paseos, algunos de los mismos transcurren en… Espinosa de los Monteros, sin faltar referencias a lugares del entorno: Santa Olalla; Quintanilla; Lunada; Quisicedo…

Fue la concatenación de todos estos engarces la que me llevó a recorrer con avidez de lector adolescente sus 345 páginas -en las que nos reencontramos con algunas palabras ya paseadas por aquí, como serendipia, lonja, lívido, palimpsesto…-; a confirmar la buena impresión causada a los autores antes citados -sintiendo que es un libro que te va llenando desde dentro, desde lo íntimo, no que te llega desde el exterior. Hacía mucho que no me sentía tan sumergido en lo que me estuvieran narrando, sintiendo casi de manera física el calor del estío madrileño o el frío del invierno espinosiego- y a decidir rendirle un pequeño homenaje incorporándolo a esta serie de paseos, además de recomendárselo vivamente a todo amante de la lectura.

Asegura el narrador que “las cosas solo ocurren a los que saben contarlas”. Espero haber sabido hacerlo, pero, en cualquier caso, pasemos ya sin más dilación a pisar ceniza, mientras recorremos cinco palabras encontradas en este libro que provoca por sí mismo tanta impresión como el mismo paisaje de las Merindades.

galbana.- Desidia, flojera, pereza, pocas ganas de hacer algo, especialmente cuando es circunstancial, según Moliner y que en Seco se atribuye especialmente a la causada por el calor (ver la página Para pasear más y mejor). Vocablo de origen incierto según el Diccionario de la lengua española -DLE, que es como a partir de ahora prefiere la Academia que se denomine al DRAE-, si bien en la edición de 1884 se le atribuía una procedencia  gala, de galba ‘gordinflón; en las de 1956 y 1970 se la hacía derivar del árabe gabāna ‘tristeza, desánimo, descontento’ que se convirtió en galbāna en las de 1984 y 1992. El DLE recoge también el adjetivo agalbanado y sus formas coloquiales galbanoso y galbanero. En Salamanca se utilizaba asimismo un término homógrafo, ya en desuso, con el significado de ‘guisante pequeño’, derivado del árabe andalusí julbána o jilbána.

basilisco.- Este término, que sirve para designar tanto a un reptil saurio americano algo más pequeño que la iguana, como a una persona furiosa o a una antigua pieza de artillería, en origen hacía referencia a un animal fabuloso en forma de serpiente, con cabeza puntiaguda, que se creía que podía matar solo con mirar, con lo que la única forma de matarlo sería hacerle verse reflejado en un espejo. Procede del latín basiliscus y este del griego basilískos, diminutivo de basileus ‘rey’, por lo que a este ser fantástico también se le denominó en la antigüedad régulo. Según Corominas  aparece documentada por vez primera a principios del siglo XIV. La locución adverbial de carácter coloquial hecho un basilisco hace referencia a alguien que se encuentra sumamente encolerizado. No es raro, sin embargo, como ya recoge Lázaro Carreter, oír a alguien decir incorrectamente que ‘fulano se puso hecho un obelisco’.

mancuernas.- Palabra que bien podría haber aparecido en Un paseo plural y nada más que plural, pues es un componente del grupo de los pluralia tantum que vimos allí. Según el DLE en América Central, México, Filipinas y Venezuela se emplea como sinónimo de gemelos, los pasadores de los puños de la camisa –que es, efectivamente, el sentido con el que lo escribe nuestro autor-, si bien lo incluye como forma plural de mancuerna, palabra con distintas acepciones en singular. Sin embargo en 1970 –circunscrita entonces a México y en la actual edición extendido ya su uso a América central y Bolivia- incorporó como entrada mancuernillas, con el mismo significado. Además, incluye también el término mancorna, como lema independiente también, definiéndolo como sinónimo, utilizado en Colombia, de gemelo –en singular-. Mancornar, el origen de todas ellas, proviene de man ‘apócope de mano’ y cuerno.

cupletista.- Cantante de cuplés. Es voz común en cuanto al género, aunque ha sido aplicada generalmente al sexo femenino, pues mujeres fueron la mayoría y más destacadas de sus representantes. A su vez, el cuplé es una cancioncilla ligera, generalmente picante o picaresca, propia de los espectáculos de variedades y que estuvo en boga en el primer tercio del siglo XX. Es el resultado de la españolización del francés couplet ‘copla’, del antiguo provenzal cobla, con el mismo origen que la palabra española. No se incorporó al DLE hasta la edición de 1970, porque la forma francesa se mantuvo en uso en España durante gran parte del siglo pasado, y escrita así la podemos encontrar empleada por autores como Benavente, Arniches, Pemán, Barea o Manuel Machado. El Diccionario panhispánico de dudas aclara que no son admisibles formas híbridas como couplé o cuplet, pues no resultan en puridad ni españolas ni francesas.

arcabuz.- Antigua arma de fuego propia de los siglos XVI y XVII, de diferentes tamaños y pesos, con cañón de hierro y caja de madera, portátil y similar al fusil. Se disparaba prendiendo una carga de pólvora por medio de una mecha móvil incorporada a ella. Da nombre también al arcabucero, el soldado que lo utilizaba. Proviene del francés arquebuse, que lo tomó prestado del neerlandés hakebus -alterado por influjo del francés arbalète ‘ballesta’, pues el proyectil era originariamente propulsado por un sistema similar al de esta-, compuesto de bus ‘caja’, ‘canuto’ y hake ‘gancho’, por el que servía para fijar el cañón. Antiguamente se empleó también la forma alcabuz, como recoge ya el Diccionario de autoridades -1726-, que alcanzó gran difusión en los siglos XVII y XVIII, y de donde habría surgido el verbo alcauciar ‘fusilar’ usado en Colombia. Entre 1803 y 1992 el DLE recogió también el diminutivo arcabucete.

La cita de hoy

“Mi madre practica el monólogo exterior con gran naturalidad, como si lo hubiese inventado ella. Lo llama pensar en voz alta. Es lo que hacen muchos españoles: un diálogo consigo mismos y un monólogo con los demás”.

 Manuel Arroyo-Stephens

 

El reto de la semana

¿A la sombra de qué arbusto, el nombre de cuyo fruto -uno de los secos- nos lleva hasta la Campania italiana, podríamos habernos sentado –como hace el narrador en un momento del libro- durante nuestro paseo de hoy?

 (La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

 (Las obras de los autores citados aparecen relacionadas en la página ‘Para pasear más y mejor’)

De paseo por la costa más lejana

08 Jueves Sep 2016

Posted by Sollastre in CIENCIA FICCIÓN, LIBROS

≈ 4 comentarios

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gavilán, jábega, malaquita, quimera, sortílego, sortilegio, Terramar, Ursula K. Le Guin

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Si en el paseo anterior hablábamos de un viaje iniciático a la burgalesa comarca de las Merindades, unos días más tarde el paseante emprendía la relectura -¡uf, casi 29 años después!- de los tres primeros libros que la escritora Ursula K. Le Guin sitúa en el universo fantástico de Terramar y cuya esencia reside en los que a su vez emprenden sus protagonistas: Un mago de Terramar; Las tumbas de Atuan y La costa más lejana.

Si, como nos recordaba a su vez hace poco Ángeles Caso, ‘viajar es el placer más íntimo que existe’, en palabras de Vita Sackville-West, que ese viaje -o varios, como en este caso-, sean leídos, discurran por territorios imaginados y simbólicos, muestren diversos ejemplos de búsqueda interior y evolución personal, incluso desde una cierta óptica taoísta, hacia el Equilibrio y en los que la magia, omnipresente en el trasfondo, asoma como en cuentagotas y nunca como si fueran efectos especiales de una superproducción… añaden un plus de intimidad especialmente confortable, permitiendo conocer nuevos mundos –aunque, como ya advirtiera Paul Éluard, tal vez estén en este- y, a la vez, un poco mejor a uno mismo a través de la lectura.

Embarquémonos con los protagonistas en su barca, Miralejos, y naveguemos por el último de los tres volúmenes citados explorando algunas de las palabras que nos han ido saliendo al paso en los periplos, aventuras y experiencias acumulados por los protagonistas, entre los que no faltan magos, pastores de cabras, sacerdotisas, príncipes… trasunto todos ellos un poco de nosotros mismos.

jábega.- Dos palabras homógrafas aparecen en nuestro idioma. La primera, que es la acepción con la que la hemos encontrado en nuestra lectura, es una embarcación que sirve para pescar, parecida, aunque más pequeña, al jabeque, en donde encuentra origen su nombre. Este a su vez deriva del árabe andalusí šabbák ‘esquife para pescar con redes’. Curiosamente, existe en este caso otra palabra homógrafa, coloquial y poco usada, que hace referencia a una herida causada con arma blanca corta en el rostro. La otra palabra jábega procede también del árabe andalusí, de šábka y este del árabe clásico šabakah ‘red’ y designa precisamente a un tipo de red de pesca de más de cien brazas de largo, compuesta de un copo y dos bandas, de las cuales se tira desde tierra por medio de dos cabos muy largos. El DRAE llegó a albergar una tercera jábega, especie de flauta empleada por los moriscos, que evolucionó posteriormente a jabega,  jabeba y ajabeba.

quimera.- Del latín chimaera y este del griego chímaira. Palabra con tres acepciones que han tenido su propio recorrido en el DRAE a lo largo de su historia en cuanto a su forma de escribirse. Por un lado, es el nombre de un monstruo mitológico que, según nos describe Cirlot en su Diccionario de símbolos, nació de Tifón y Equidna, al que se representa con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. De su boca surgen llamas. Aunque aparece citado en el Diccionario de autoridades -1729- como chimera, advirtiéndose ya que la ch se pronuncia como k, no fue recogida como acepción hasta 1822. Por otra parte, es una ilusión, algo normalmente de carácter agradable que se piensa o se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo en realidad. También aparecía como chimera en 1729 y en 1803 pasó ya a su actual forma. Por último, el significado de riña, pendencia o contienda, también mostrado como chimera en Autoridades, aparece ya con la actual grafía en 1780.

malaquita.- Piedra constituida por carbonato de cobre, de color verde en zonas de tonalidad distinta. Admite pulimento y se emplea para chapar objetos ornamentales, como por ejemplo muebles, así como para beneficiar el cobre. La azurita, otro mineral, este formado por bicarbonato de cobre, recibe también el nombre de malaquita azul. Tomada del francés malechite, donde aparece ya documentada en la primera mitad del siglo XII, en el Lapidario de Marbode. Proviene del latín molochitis -empleado por Plinio- y este del griego molochitis ‘especie de piedra preciosa’, variante en última instancia de malachi ‘malva’. En este año en que precisamente se conmemora el centenario del fallecimiento de Rubén Darío, el paseante recuerda haber descubierto esta palabra en su ya lejana infancia, como sin duda ocurrirá a muchos de su generación, cuando su madre recitaba el poema del poeta nicaragüense Margarita, está linda la mar, en el que nos habla de ‘un kiosco de malaquita’.

gavilán.- El nombre por el que es conocido el protagonista de la trilogía resulta posiblemente una de las palabras más polisémicas por las que hemos paseado hasta ahora. El DRAE aventura que puede proceder del gótico *gabila, -ans, poniéndolo en relación con el alto alemán antiguo gabila o gabala. El Diccionario académico recoge hasta doce acepciones, entre las que se incluyen dos tipos de aves rapaces; el rasgo que se traza al final de algunas letras; cada uno de los dos lados del pico de la pluma de escribir; los hierros que forman la cruz de la espada, que sirve para defender mano y cabeza; la flor del cardo; un hierro cortante en la punta de la aguijada para limpiar el arado; una composición musical típica del Llano venezolano y colombiano; un uñero; un garfio de hierro usado antiguamente para aferrar las naves; la hoja de un hacha o una persona audaz en los negocios. El Diccionario de americanismos, por su parte, incluye todavía algunos sentidos más de este vocablo.

sortilegio.- Entrada que ha permanecido inalterada desde su aparición en el Diccionario de autoridades en 1739, salvo la supresión a partir de la edición de 1884 del artículo ‘la’ con la que antes se iniciaba: ‘Adivinación que se hace por suertes supersticiosas’, es decir, según convicciones no explicables por la razón -el Diccionario académico incluye ‘creencia extraña a la fe religiosa’-. Este sistema de echar las suertes era un recurso frecuente en el mundo antiguo -como en Roma, por ejemplo- a la hora de tomar una determinación sobre cualquier asunto de la vida cotidiana. Deriva del latín medieval sortilegium, y este a su vez del latín sortilěgus ‘sortílego’, el encargado de realizar la adivinación, compuesto por sors ‘suerte’ y legěre ‘leer’. Los diccionarios de uso, como Moliner o Seco, así como los enciclopédicos llevan tiempo recogiendo también el sentido de sortilegio como embrujo, hechizo, maleficio, encantamiento, cualquier acción realizada por arte de magia o atractivo o influencia irresistible que una persona o cosa ejerce sobre alguien.

La cita de hoy

“No hay seguridad. No hay fin. La palabra ha de oírse en silencio. Para que se vean las estrellas es preciso que haya oscuridad”.

 Ursula K. Le Guin.

 

El reto de la semana

Viajando por mares y tierras de magos, ¿qué otro animal mitológico -cuyo falso diminutivo ya vimos en su momento que designa tanto a un tipo de arma antigua como al estragón- no habría sido raro encontrarnos en nuestro paseo de hoy?

 (La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

El mapa de Terramar se ha tomado de la página web http://www.docemoradas.com/

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