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alcagüeta, alcahueta, alcayueta, apocalipsis, celestina, galimatías, hermético, horda, sello hermético
Lleva el paseante unas cuantas semanas eternas manteniendo desigual combate con el dolor en tal grado de intensidad como no alcanza a recordar. Sí, EL dolor, pues aunque al principio pensara que eran varios de ellos los que se habían juramentado para atacarle de consuno, ora físicos, ora anímicos, se dio cuenta al fin de que en realidad existe para cada uno de nosotros un único dolor, que se manifiesta de tantas y diversas formas como posibilidades encuentre de clavar sus aguijones dumdum de daño y tristeza. Y esa lid le mantenía paralizado, concentrando en ella todas sus energías sin percatarse de que así en realidad retroalimentaba a su enemigo.
Así que cuando comprobó que ni siquiera los encuentros regulares que le concertaban con la hija de Morfeo -el dios de los sueños, el que reproduce las formas- servían para mitigar esa insoportable realidad, cayó en la cuenta de que solo podría encontrar alivio donde siempre lo había hallado; fue plenamente consciente de que a pesar de no poder soportar más de cinco minutos en la misma postura necesitaba volver a leer. Para poder volver a su vez a escribir. Para poder volver, en definitiva, a respirar a su propio ritmo y no al que le marcará aquella sucesión de fármacos que ni siquiera estaban resultando paliativos.
Se levantó entonces, en todos los sentidos, y se sumergió en las profundidades de La Horda. Una revolución mágica, un libro que habla de la guerra entre el bien y el mal, entre la oscuridad y la luz, dejando al lector que decida qué significan para él esos conceptos y en qué coordenadas personales situarlos; una guerra que, al igual que la que se libra entre el dolor y el bienestar en el interior de todos nosotros, nunca tendrá fin, en la que no hay ni vencedores ni vencidos. Y mientras se iba adentrando en los recovecos, en la superficie y en el subsuelo de cada página, al sentir un nuevo latigazo en las vértebras, en el alma, sonrió de manera triste y dulce al tiempo, sintiendo que ya era hora de volver a dar un paseo por el diccionario.
horda.- Comunidad de salvajes nómadas, según la severa acepción que ofrece el DLE, pero también grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia. A España llegó en el siglo XIX desde el francés horde, que lo tomó prestado del tártaro orda ‘campamento militar’, que según Corominas deriva del verbo urmak ‘hincar, clavar’. Palabra conocida en Europa desde el siglo XIII, se desconoce el origen de esa h– inicial -en turco existe ordu y el latín medieval utilizaba ya orda– que aparece documentada por vez primera en alemán en 1429. Como Horda de Oro u Horda Dorada se conoció un estado mongol surgido tras la desaparición del imperio a la muerte de Gengis Kan. Por su parte, Sigmund Freud empleó el sentido de horda como población nómada o tribu viviendo en sociedad para acuñar su concepto de “horda primitiva” como representación de la forma primitiva de la sociedad humana, sumisamente sometida a un macho dominante.
hermético.- Del latín medieval hermeticus y este derivado del latín tardío Hermes [Trismegistus] ‘Hermes [Trimegisto]’ -Hermes el tres veces grande, propiamente-, por el nombre que aplicaron los griegos en el Egipto helenístico al dios Thot, señor de las ciencias y de la magia, a quien le atribuyeron conocimientos esotéricos. Su doctrina -denominada hermetismo- estaba contenida en los conocidos como libros herméticos, que inspirarían a los alquimistas. Además de hacer referencia a los seguidores filosóficos-religiosos de los escritos atribuidos a él, hermético se emplea en sentido más general con el sentido de algo que se cierra de tal modo que no deja pasar el aire ni otros fluidos -y de ahí el sello hermético, cerramiento de una vasija, impenetrable al aire, obtenido de la fusión de la materia con la que está formada, efectuado por un procedimiento químico- y en el de lo que resulta errado, impenetrable, aún tratándose de algo inmaterial.
apocalipsis.- Procedente del latín tardío apocalypsis, y este a su vez del griego apokálypsis ‘revelación’. Palabra que designa tanto el fin del mundo como una situación de catástrofe ocasionada por causas naturales o por agentes humanos, evocadora de una imagen de destrucción total. Es en nuestro idioma palabra de clara inspiración cristiana, como muestra el hecho de que hasta su penúltima edición, la de 2001, la definición que el propio DLE ofrecía de Apocalipsis -con mayúscula inicial- era la de «último libro canónico del Nuevo Testamento. Contiene las referencias escritas por el apóstol San Juan, referentes en su mayor parte al fin del mundo». A pesar de haber desaparecido esta acepción en la llamada Edición del Tricentenario, el nombre del libro sigue presente en nuestro lexicón, pues una de las acepciones de «beato» continúa rezando así: «Códice minado, de los siglos VIII al XIII, que recoge los comentarios que el Beato de Liébana escribió sobre el Apocalipsis».
alcahueta.- Al igual que su masculino, alcahuete, se predica de quien concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita y, por extensión, de la persona o cosa que oculta o encubre algo. Deriva del árabe andalusí alqawwád, con el mismo significado, y este del árabe clásico qawwād. Voz documentada en nuestro idioma ya en 1251, el también académico Diccionario histórico (1933-36) muestra que también se emplearon las formas alcagüeta/e y alcayueta/e. De manera coloquial se emplea también para hacer referencia a un correveidile, una persona que trae y lleva chismes, mientras que en teatro se emplea para designar un telón corto y a un bastidor que oculta ambos laterales en primer término del escenario. Sin duda la alcahueta más famosa de la historia de la literatura en castellano es Celestina, personaje de la obra atribuida a Fernando de Rojas Tragicomedia de Calisto y Melibea (finales del siglo XV), cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de esta palabra.
galimatías.- Coloquialmente, se llama así a un lenguaje oscuro por la impropiedad de su enunciado o por la confusión de las ideas y también a una confusión, un desorden, un lío. Su origen es incierto, aunque el DLE lo sitúa en el francés galimatias ‘discurso o escrito embrollado’, asegurando que este procede del griego katà Matthaîon ‘según Mateo’, por la manera en que este describe la genealogía de Cristo que figura al inicio de su evangelio, aunque al parecer se debería más bien al tono de salmodia con el que esta se recitaba ya desde las iglesias bizantinas. Entre otras varias hipótesis, la hay que apunta a que podría derivar de Barimatia, nombre de un exótico país de donde procedería el personaje bíblico José de Arimatea, y luego aplicado a lenguajes incomprensibles hablados en países extraños. Y una tercera teoría, de entre las más plausibles, sostiene que en el siglo XVI en Francia se llamaba en latín gallus ‘gallo’ en la jerga estudiantil al estudiante que participaba en los debates reglamentarios, a lo que se habría unido la terminación griega -mathia ‘ciencia’.
La cita de hoy
“El daño, como suele decirse, ya está hecho, aunque este sea un telón que siempre cierra en falso y se precipita hacia un final que jamás llega”.
Servando Rocha
El reto de la semana
Ya que en este paseo hemos hablado de dolor y de alquimia, ¿qué metal, que debe su nombre a una deidad romana, habría sido lógico encontrarnos hoy?
(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)
Ojalá el paseante se mejore pronto y bien. El dolor siempre es malo; si es largo e intenso, no deja espacio para nada más .
Que todos los dioses de la palabra, fuente inagotable de magia, te escuchen. Gracias mil. Abrazo GRANDE.
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