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En su libro Reglas y consejos sobre investigación científica. Los tónicos de la voluntad, escrito a partir del discurso que el futuro premio nobel leyó en ocasión de su ingreso como miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, el 5 de diciembre de 1897, Santiago Ramón y Cajal resalta la importancia de la pasión a la hora de acometer cualquier empresa.

Se acordó el paseante de esta obra del sabio aragonés porque hace unos días encontró esa pasión en Segovia, en el Champagne weekend organizado por los siempre animosos componentes de Á la volé. Pasión que se vio a su vez reflejada en las sensaciones que esas dos jornadas causaron en quienes tuvieron la suerte de acudir a ellas.

Los artífices de ese maridaje de sentires no son otros que cuatro amigos segovianos —Álvaro, Goyo, Manu y Nacho— que un buen día decidieron compartir su amor por el vino, por todo lo que encierra ese universo, y los casi infinitos mundos que lo conforman, con todos aquellos que sientan lo mismo. Desde expertos en el tema a quienes dan sus primeros pasos en la apreciación de ese proceso alquímico, de la vid a la copa, que forma parte de las raíces mismas de nuestra civilización.

Cuatro locos, como ellos mismos se denominan —a los que encaja como un guante la séptima acepción de esta palabra en el Diccionario de la lengua española: «Que siente gran amor o afición por alguien o algo»— que confiesan que, si el vino es su pasión, el champán es su debilidad.

Y cuando una debilidad tiene tanta carga de afecto —uno de los significados de este vocablo— como ocurre en este caso, se convierte en una fortaleza y el resultado no puede ser otro que el de contagiar su entusiasmo a quienes se acercan a ella; el de, en definitiva, hacerles, hacernos felices.

Levantamos hoy, con gratitud y reconocimiento, nuestra copa en honor de estos cuatro mosqueteros del champán mientras paseamos por cinco palabras relacionadas con un licor, en tanto que cuerpo líquido, que, si nos atenemos a lo que ellos mismos aseguran, es magia; es alegría; es celebración; es sutileza; es romanticismo; es seducción; es, simplemente, Emoción. ¡A su salud!

champán.- El DLE nos dice que se trata de un vino espumoso blanco o rosado, originario de Francia.

Tenemos que acudir a su apunte etimológico para descubrir que el nombre del que está considerado como el príncipe de los vinos procede del francés champagne, que a su vez lo hace de Champagne, una comarca francesa, lo que nos permite establecer su origen geográfico.

¿Y de dónde viene el término francés? Del bajo latín campania ‘llanura, campiña’, plural neutro sustantivo del también bajolatino adjetivo campaneus ‘del campo’.

El Dicccionario panhispánico de dudas aclara que también es válida la adaptación champaña —que fue la forma en la que se incorporó, en 1925, al diccionario académico— y que ambas se emplean en masculino en la mayor parte del mundo de habla hispana, aunque esta última se usa en femenino en algunos países, como México, Colombia o Venezuela: la champaña.

De champán deriva el adjetivo achampanado, da, aplicado a la bebida que presenta características similares a él y que también es correcto en la forma achampañado, da.

Por su parte, en el español de América —o los españoles, como ya hemos comentado en ocasiones, dada la diversidad y riqueza lingüística que allí se encuentra— encontramos además otra forma de designar a esta bebida: champanera, mientras que champañera se emplea en Bolivia para nombrar a una copa de cristal fino, con recipiente y boca anchos, y un champañazo es, en este mismo país y en Chile, una celebración de homenaje en la que se sirve champaña.

biodinámica.- Palabra que, como le gusta recordar a Jaume Gramona, se define por sí misma. Está compuesta por el elemento compositivo bio-, que significa ‘vida’ u ‘organismo vivo’ y dinámica, que deriva del griego dynamikós, de dýnamis ‘fuerza’.

Se incorporó al DLE en la edición de 1899 con el sentido de «ciencia de las fuerzas vitales». Habría que esperar hasta 2014 para que fuera sustituido por el de «disciplina que estudia el efecto de los procesos dinámicos en relación con los organismos vivos».

En esa misma edición, conocida como la del tricentenario, se añadió además que como adjetivo significa «que utiliza fertilizantes orgánicos».

Como ocurre en otros casos, la definición académica va por detrás del uso real del término. Porque la biodinámica, como sustantivo, es bastante más que el empleo de compuestos para que la tierra produzca más.

Se trata en realidad de un concepto holístico, en el que el respeto a la tierra y al medio ambiente es la piedra angular. La finca se considera como un organismo en el que las plantas, los animales y los seres humanos están conjuntamente integrados. En la agricultura esto se traduce en un proceso de revitalización del terreno, en el que se tienen en cuenta los ciclos cósmicos y se emplean una serie de compuestos naturales con ingredientes de origen animal, vegetal y mineral.

azúcar.- Sustancia cristalina perteneciente al grupo químico de los hidratos de carbono, de sabor dulce y de color blanco en estado puro, soluble en el agua, que se obtiene de la caña dulce, de la remolacha y de otros vegetales.

Término que aparece documentado por vez primera en nuestra lengua en la obra de Gonzalo de Berceo (c. 1196 – c. 1260) y que emprendió un largo viaje antes de incorporarse a ella.

Proviene del árabe andalusí assúkkar, este del árabe clásico sukkar, este del griego sákchari, este del pelvi šakar, y este, a su vez, del sánscrito śarkarā.

Es un elemento fundamental en la elaboración del champán, hasta el punto de determinar su calificación. Así, en virtud de la cantidad que se le haya añadido en la penúltima fase de la elaboración, el dosage, puede ser:

  • Brut Nature, Dosage Zero o Non Dosage, si tiene menos de 3 gramos de azúcar por litro.
  • Extra Brut, de 0 a 6 gramos de azúcar por litro.
  • Brut, menos de 12 gramos de azúcar por litro.
  • Extra dry, de 12 a 17 gramos de azúcar por litro.
  • Sec, de 17 a 32 gramos de azúcar por litro.
  • Semi Sec, de 32 a 50 gramos de azúcar por litro.
  • Dulce, más de 50 gramos de azúcar por litro.

Por cierto: el diccionario académico recoge brut, ya lexicalizado, como adjetivo aplicable al champán o al cava muy seco.

burbuja.- Una de las primeras imágenes que nos vienen a la mente cuando oímos hablar de champán —y de vinos espumosos en general. No en vano, la espuma no es otra cosa que la masa de burbujas que se forman en la superficie de los líquidos, y se adhieren entre sí con más o menos consistencia—.

La burbuja propiamente dicha es, en el sentido que nos interesa en este paseo, un glóbulo de aire u otro gas que se forma en el interior de algún líquido y sale a la superficie.

En lo que respecta al origen de este vocablo, la RAE ha ofrecido diversas explicaciones a lo largo de las diversas ediciones de su lexicón. Si bien ya en el Diccionario de autoridades (1726) aparece la latina bulla ‘burbuja, ampolla, campanilla que se forma en el agua cuando llueve’, en ediciones posteriores se apuntaba sucesivamente al céltico burb; a borbollón, erupción que hace el agua de abajo para arriba, elevándose sobre la superficie; a borbollar, o hacer borbollones el agua; de nuevo a burb, esta vez como voz onomatopéyica; y finalmente, tal y como aparece desde 2014, se cierra el círculo y la institución académica establece que proviene de *burbujar ‘burbujear’, y este del latín vulgar *bulbulliare, derivado del latín bulla, con reduplicación.

Un último apunte que muestra cómo cada cultura, cada lengua, crea sus propias metáforas. El desprendimiento de burbujas en la copa de champán recibe en francés el nombre de tren, train de bulles, mientras que en nuestra lengua nos referimos a él como rosario, en alusión a las cuentas de este.

pupitre.- En el universo del champán es el nombre que recibe una estructura de madera compuesta por dos bastidores con agujeros redondos en los que se insertan los cuellos de las botellas para mantenerlas en posición inclinada. Están unidos en su parte superior por una charnela o bisagra, lo que permite separarlos más o menos para dar a su vez mayor o menor inclinación a los recipientes. Pueden llegar a albergar hasta ciento veinte botellas.

A pesar de proceder del francés pupitre, el Diccionario de la lengua española no recoge este significado vinícola, que sí encontramos en esa lengua. La única acepción que nos ofrece es la de mueble de madera, con tapa en forma de plano inclinado, para escribir sobre él.

El origen de esta palabra se encuentra en el latín clásico pulpitum ‘escena, tablas del teatro’; ‘tribuna, cátedra’, ‘atril’. Posteriormente, en el latín tardío, en el lenguaje eclesiástico designaba un ambón —púlpito o atril para leer o cantar en las funciones litúrgicas—. Este mueble probablemente estaría provisto de un plano inclinado para facilitar la lectura, y de ahí el sentido con el que ha llegado hasta nuestros días.

Aunque tradicionalmente ha solido encontrarse también en bibliotecas y oficinas, sin duda el pupitre encuentra en la escuela su hábitat natural. Y como quiera que no todos los que acuden a ella lo hacen por gusto o interés, en el español de Honduras encontramos la locución verbal calentar pupitre para referirse a un alumno que está en clase sin prestar atención.

  

La cita de hoy

«Solo bebo champán en dos ocasiones: cuando estoy enamorada y cuando no lo estoy».                                                                 

Coco Chanel

 

El reto de la semana

Hoy jugamos a dos bandas. ¿Por qué no habría resultado extraño encontrarnos con un molinero en este paseo por tierras francesas?

(La respuesta, como siempre, en la página ΄Los retos΄)