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Archivos mensuales: junio 2018

Un paseo por palabras en busca de autor

18 lunes Jun 2018

Posted by Sollastre in Sin categoría

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carlota, chinchona, duque de Alba, epónimos, macerina, mancerina, teatino

Cuando el científico neozelandés Ernest Rutherford, premio Nobel de Química en 1908, fue elevado a la nobleza por el rey Jorge V con el título de barón Rutherford de Nelson adoptó un escudo de armas en el que, además de la figura de Hermes Trismegisto -origen de la palabra «hermético», como vimos al pasear con La Horda- figuraba escrita en latín la leyenda PRIMORDIA QUARERE RERUM «BUSCAR EL ORIGEN DE LAS COSAS».

Eso es precisamente lo que hace con las palabras la etimología: escudriñar esa procedencia. Tarea que en ocasiones resulta sencilla pues se puede seguir la trazabilidad -si se nos permite emplear este término hablando de palabras- incluso a través de diversas lenguas; en otras hasta es posible conocer cuándo, dónde e incluso por quién fue acuñado un término -como vimos al pasear por «jitanjáfora»- mientras que buen número de veces resulta directamente imposible establecerla. Por no hablar de aquellas voces sobre las que hay diferentes versiones respecto a su posible ascendencia.

Dentro de este campo de la etimología el paseante siente especial debilidad por la eponimia, como bien saben quienes tienen la deferencia de acompañarle en estas caminatas por el diccionario, en las que nos hemos encontrado con palabras como «sándwich», «rebeca», «bártulos» o «donjuán», entre otras, con «padres» de orígenes bien diversos. Sin embargo, el hecho de que la etimología no sea precisamente una ciencia exacta hace que ni siquiera la presencia en el DLE garantice al ciento por ciento esa paternidad de un vocablo.

Como muestra, pasearemos hoy por cinco palabras cuyos epónimos parecen evidentes, algunos precisamente por lo que aparece explicado en el propio lexicón académico, pero en las que, como ocurre con tantas cosas en la vida, esa primera impresión no resulta siempre la más acertada.

mancerina.- Comenzamos este paseo como lo hacían algunas charadas de la infancia del paseante: con un padre y con un hijo. El Diccionario de la RAE nos dice que el origen -sobre el que existen varias teorías respecto a su invención, que van desde unos presuntos temblores en su mano hasta un gesto galante en evitación de que las damas mancharan sus vestidos- de este plato con una abrazadera circular en el centro en el que se sostiene la jícara en que se servía el chocolate se encuentra en el marqués de Mancera, A. S. de Toledo, «virrey del Perú de 1639 a 1648». La cuestión es que Antonio Sebastán de Toledo Molina y Salazar -que tal era su nombre completo- fue virrey en América, sí, pero de… la Nueva España y entre los años 1663 y 1673. Quien ostentó el cargo en el Perú en los años indicados fue su padre, Pedro de Toledo y Leyva, I marqués de Mancera. Dado que en la correspondiente entrada de la palabra en el DLE aparece citado ya desde 1884 el Perú, vinculándola a quien fuera visorrey allí y epónimo de la misma, y que hasta la edición de 2001 no aparece la mención expresa al segundo marqués, esto parecería inclinar la balanza a favor del progenitor, pero… Independientemente de cuál sea su origen, la Academia sanciona también la forma macerina.

teatino.- El DLE indica que se denomina así al integrante de la orden de clérigos regulares fundada en Italia por san Cayetano de Thiene en el siglo XVI. Respecto a su origen etimológico, asegura textualmente que se encuentra en el latino Theatinus ‘de Teate’, la actual Chieti, ciudad de Italia, «de donde era obispo el fundador». Como quiera que en el resto de esta entrada del diccionario no se nombra a nadie más, la lógica lleva a inferir que san Cayetano fue obispo en dicho lugar, lo que no se corresponde con la historia. Dicha sede episcopal fue ocupada en realidad por Gian Pietro Caraffa -que posteriormente se convertiría en el papa Paulo IV-, que fue uno de los cofundadores de la orden. De hecho así aparecía explicitado en el antiguo DRAE desde 1803 hasta 2001. La parece que a todas luces innecesaria supresión de esa referencia en la conocida como edición del tricentenario -2014- conduce a la confusión antedicha. Como curiosidad relativa a esta voz podemos añadir que antaño se llamaba también teatinos, por confusión, a los jesuitas.

carlota.- Esta torta elaborada con huevos, leche, azúcar, vainilla y cola de pescado debe su denominación, según el DLE, a «Carlota, esposa de Jorge II de Inglaterra». Sin embargo, la consorte de este monarca se llamaba en realidad Carolina, de Brandeburgo-Ansbach por más señas. La que sí portaba ese nombre era Carlota de Mecklemburgo-Sterlitz, su sucesora en el trono por haberse casado con su nieto, que reinaría como Jorge III, lo que parece aventurar que tal vez en algún momento uno de los romanos del ordinal se perdiera por los meandros del trabajo académico. Como quiera que no hay pruebas que avalen fehacientemente el origen británico del nombre del dulce y que son varias las teorías al respecto, tal vez la más plausible pueda ser la que lo atribuye a que el chef francés Marie-Antoine de Carême la llamó así en homenaje a Carlota de Prusia, entonces cuñada del zar Alejandro I de Rusia, para el que aquel trabajaba. El propio Diccionario académico recoge también carlota rusa como otra forma de llamar a la carlota, lo que abonaría esta tesis.

duque de alba.- Se llama así en marina a un tipo de amarre para embarcaciones que consiste en un conjunto de pilotes sujetos por una abrazadera de hierro o por otro sistema, que se clavan en el fondo del mar en puertos y ensenadas. Si bien nada dice el DLE sobre su origen etimológico, resulta innegable que el propio nombre nos lleva a pensar que se debe a alguno de quienes hayan ostentado a lo largo de la historia dicho título nobiliario, entre los cuales el duque de Alba por antonomasia sigue siendo Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel (1507-1582), no en vano conocido como «el Gran Duque de Alba» o «el Grande». A pesar de ello, parece que la realidad es muy otra, y que esta voz no procede de ningún representante de la ilustre casa, sino que se trata de una etimología onomatopéyica proveniente del vocablo neerlandés «duckdalf», nombre en esa lengua de este tipo de noray y palabra que ya existía en ese idioma desde mucho antes de que se verificara la presencia española en los Países Bajos. Su similitud fonética con «duc d’Albe» sería el conducto por el que dicho nombre habría llegado hasta nuestro idioma.

chinchona.- Si comenzábamos el paseo con el primer marqués de Mancera, lo terminamos con su antecesor en el Perú, Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla de la Cerda, IV conde de Chinchón; o, mejor dicho, con su esposa; o con las dos que tuvo, si queremos ser totalmente precisos. Veamos. El diccionario, que nos dice que chinchona es otro nombre que recibe en algunos países americanos la quina -la corteza del árbol llamado quino, conocida por sus propiedades febrífugas-, asegura que se llama así por Ana de Osorio, «virreina del Perú de 1628 a 1639, que se curó con ella». Cuenta la historia que sanó tras ser tratada, por sugerencia de un confesor jesuita del visorrey, con dicha cáscara reducida a polvo, motivo por lo que pronto el remedio comenzó a ser conocido  como «polvos de la condesa». Nada que objetar al relato, salvo que doña Ana falleció antes de que su marido fuera siquiera nombrado virrey. Quien le acompañó en su periplo americano fue su segunda esposa, Francisca Enríquez de Rivera, por lo que de ser cierta la historia debería ser su nombre el que apareciera en el diccionario.

El dicho de hoy

“El festín del rey Baltasar”.

Se dice de una comida que resulta excesiva, exagerada, opulenta en exceso. A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, no hace referencia al conocido Rey Mago que hace año tras año las delicias de los más pequeños, sino a un príncipe homónimo babilonio. El origen de este dicho lo encontramos en la Biblia, en el libro de Daniel, en el que se narra que dicho príncipe -identificado erróneamente como rey e hijo de Nabucodonosor II- organizó un banquete suntuoso en el que se emplearon para beber vino las copas de oro y plata saqueadas en el templo de Jerusalén. En el transcurso de la fiesta apareció una mano fantasmal que escribió un mensaje en la pared. Como quiera que ninguno de sus sabios supo descifrarlo, solicitó a Daniel que lo interpretara. Este le explicó que era una profecía sobre el inminente fin de su reino. Esa misma noche Baltasar fue asesinado.

El reto de la semana

¿Qué palabra nos habría llevado a pensar que íbamos a cruzarnos en nuestro paseo de hoy con Charles Chaplin aunque en realidad no habría ocurrido tal cosa?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

Un paseo con La Horda

01 viernes Jun 2018

Posted by Sollastre in LIBROS

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alcagüeta, alcahueta, alcayueta, apocalipsis, celestina, galimatías, hermético, horda, sello hermético

Lleva el paseante unas cuantas semanas eternas manteniendo desigual combate con el dolor en tal grado de intensidad como no alcanza a recordar. Sí, EL dolor, pues aunque al principio pensara que eran varios de ellos los que se habían juramentado para atacarle de consuno, ora físicos, ora anímicos, se dio cuenta al fin de que en realidad existe para cada uno de nosotros un único dolor, que se manifiesta de tantas y diversas formas como posibilidades encuentre de clavar sus aguijones dumdum de daño y tristeza. Y esa lid le mantenía paralizado, concentrando en ella todas sus energías sin percatarse de que así en realidad retroalimentaba a su enemigo.

Así que cuando comprobó que ni siquiera los encuentros regulares que le concertaban con la hija de Morfeo -el dios de los sueños, el que reproduce las formas- servían para mitigar esa insoportable realidad, cayó en la cuenta de que solo podría encontrar alivio donde siempre lo había hallado; fue plenamente consciente de que a pesar de no poder soportar más de cinco minutos en la misma postura necesitaba volver a leer. Para poder volver a su vez a escribir. Para poder volver, en definitiva, a respirar a su propio ritmo y no al que le marcará aquella sucesión de fármacos que ni siquiera estaban resultando paliativos.

Se levantó entonces, en todos los sentidos, y se sumergió en las profundidades de La Horda. Una revolución mágica, un libro que habla de la guerra entre el bien y el mal, entre la oscuridad y la luz, dejando al lector que decida qué significan para él esos conceptos y en qué coordenadas personales situarlos; una guerra que, al igual que la que se libra entre el dolor y el bienestar en el interior de todos nosotros, nunca tendrá fin, en la que no hay ni vencedores ni vencidos. Y mientras se iba adentrando en los recovecos, en la superficie y en el subsuelo de cada página, al sentir un nuevo latigazo en las vértebras, en el alma, sonrió de manera triste y dulce al tiempo, sintiendo que ya era hora de volver a dar un paseo por el diccionario.

horda.- Comunidad de salvajes nómadas, según la severa acepción que ofrece el DLE, pero también grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia. A España llegó en el siglo XIX desde el francés horde, que lo tomó prestado del tártaro orda ‘campamento militar’, que según Corominas deriva del verbo urmak ‘hincar, clavar’. Palabra conocida en Europa desde el siglo XIII, se desconoce el origen de esa h– inicial -en turco existe ordu y el latín medieval utilizaba ya orda– que aparece documentada por vez primera en alemán en 1429. Como Horda de Oro u Horda Dorada se conoció un estado mongol surgido tras la desaparición del imperio a la muerte de Gengis Kan. Por su parte, Sigmund Freud empleó el sentido de horda como población nómada o tribu viviendo en sociedad para acuñar su concepto de “horda primitiva” como representación de la forma primitiva de la sociedad humana, sumisamente sometida a un macho dominante.

hermético.- Del latín medieval hermeticus y este derivado del latín tardío Hermes [Trismegistus] ‘Hermes [Trimegisto]’ -Hermes el tres veces grande, propiamente-, por el nombre que aplicaron los griegos en el Egipto helenístico al dios Thot, señor de las ciencias y de la magia, a quien le atribuyeron conocimientos esotéricos. Su doctrina -denominada hermetismo- estaba contenida en los conocidos como libros herméticos, que inspirarían a los alquimistas. Además de hacer referencia a los seguidores filosóficos-religiosos de los escritos atribuidos a él, hermético se emplea en sentido más general con el sentido de algo que se cierra de tal modo que no deja pasar el aire ni otros fluidos -y de ahí el sello hermético, cerramiento de una vasija, impenetrable al aire, obtenido de la fusión de la materia con la que está formada, efectuado por un procedimiento químico- y en el de lo que resulta errado, impenetrable, aún tratándose de algo inmaterial.

apocalipsis.- Procedente del latín tardío apocalypsis, y este a su vez del griego apokálypsis ‘revelación’. Palabra que designa tanto el fin del mundo como una situación de catástrofe ocasionada por causas naturales o por agentes humanos, evocadora de una imagen de destrucción total. Es en nuestro idioma palabra de clara inspiración cristiana, como muestra el hecho de que hasta su penúltima edición, la de 2001, la definición que el propio DLE ofrecía de Apocalipsis -con mayúscula inicial- era la de «último libro canónico del Nuevo Testamento. Contiene las referencias escritas por el apóstol San Juan, referentes en su mayor parte al fin del mundo». A pesar de haber desaparecido esta acepción en la llamada Edición del Tricentenario, el nombre del libro sigue presente en nuestro lexicón, pues una de las acepciones de «beato» continúa rezando así: «Códice minado, de los siglos VIII al XIII, que recoge los comentarios que el Beato de Liébana escribió sobre el Apocalipsis».

alcahueta.- Al igual que su masculino, alcahuete, se predica de quien concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita y, por extensión, de la persona o cosa que oculta o encubre algo. Deriva del árabe andalusí alqawwád, con el mismo significado, y este del árabe clásico qawwād. Voz documentada en nuestro idioma ya en 1251, el también académico Diccionario histórico (1933-36) muestra que también se emplearon las formas alcagüeta/e y alcayueta/e. De manera coloquial se emplea también para hacer referencia a un correveidile, una persona que trae y lleva chismes, mientras que en teatro se emplea para designar un telón corto y a un bastidor que oculta ambos laterales en primer término del escenario. Sin duda la alcahueta más famosa de la historia de la literatura en castellano es Celestina, personaje de la obra atribuida a Fernando de Rojas Tragicomedia de Calisto y Melibea (finales del siglo XV), cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de esta palabra.

galimatías.- Coloquialmente, se llama así a un lenguaje oscuro por la impropiedad de su enunciado o por la confusión de las ideas y también a una confusión, un desorden, un lío. Su origen es incierto, aunque el DLE lo sitúa en el francés galimatias ‘discurso o escrito embrollado’, asegurando que este procede del griego katà Matthaîon ‘según Mateo’, por la manera en que este describe la genealogía de Cristo que figura al inicio de su evangelio, aunque al parecer se debería más bien al tono de salmodia con el que esta se recitaba ya desde las iglesias bizantinas. Entre otras varias hipótesis, la hay que apunta a que podría derivar de Barimatia, nombre de un exótico país de donde procedería el personaje bíblico José de Arimatea, y luego aplicado a lenguajes incomprensibles hablados en países extraños. Y una tercera teoría, de entre las más plausibles, sostiene que en el siglo XVI en Francia se llamaba en latín gallus ‘gallo’ en la jerga estudiantil al estudiante que participaba en los debates reglamentarios, a lo que se habría unido la terminación griega -mathia ‘ciencia’.

La cita de hoy

“El daño, como suele decirse, ya está hecho, aunque este sea un telón que siempre cierra en falso y se precipita hacia un final que jamás llega”.

Servando Rocha

El reto de la semana

Ya que en este paseo hemos hablado de dolor y de alquimia, ¿qué metal, que debe su nombre a una deidad romana, habría sido lógico encontrarnos hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

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