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Archivos mensuales: diciembre 2020

Un paseo sin fuentes conocidas

09 miércoles Dic 2020

Posted by Sollastre in MISCELÁNEA

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ascua, barril, barril bizcochero, barril de tocino, barril sin fondo, barril sin zuncho(s), becerro, Becerro de behetrías, becerro de oro, becerro marino, gafe, libro becerro, libro de becerro, panga, pie de becerro

El Nilo, que alumbró una de las mayores civilizaciones conocidas, ocultó durante milenios su nacimiento a quienes pretendían encontrarlo. El descubrimiento de sus fuentes, que se convirtió en uno de los mayores retos para exploradores y viajeros desde la más remota antigüedad, no se resolvería hasta mediados del siglo xix.

La búsqueda del origen de las cosas ha sido siempre una pulsión de la humanidad. ¿De dónde venimos? es una de esas cuestiones básicas que lleva planteándose probablemente desde su mismo inicio. Sin embargo, como esta misma pregunta se encarga de demostrar, no siempre nos es dado conocer esos inicios. En unas ocasiones puede que por el momento; en otras tal vez jamás lleguemos a encontrarlos.

Eso es algo que sabemos bien aquellos a los que Carlos la Orden Tovar bautizó certeramente como «espesitos de la etimología»: al igual que hay obras literarias anónimas, son muchas, muchísimas, las palabras cuyo origen es o bien incierto, como las que abordamos en el último paseo, o bien directamente desconocido

Palabras, pues, que llegaron a nuestra lengua sin referencias conocidas, sin antecedentes, sin partida de nacimiento ni pasaporte… Desde un anonimato que, estamos seguros, envuelve también a bastantes otras de las que el diccionario no señala específicamente ese aspecto. Vocablos que, en todo caso, forman parte del acervo del español porque así lo fueron decidiendo los auténticos dueños del idioma: sus hablantes, que fueron incorporándolas o creándolas, tanto da.

Un anonimato que, sin embargo, no ha sido óbice para que a través de la historia de la propia lengua se hayan planteado sucesivamente, como podemos comprobar en el paseo de hoy, las más diversas hipótesis respecto a lugares y momentos de nacimiento, sin que al parecer ninguna de ellas llegara a adquirir la condición de fidedigna.

Nuestros pasos nos encaminan hoy hacia cinco de esos términos que, al atractivo que hemos encontrado en todos los que se han asomado por estas páginas hasta ahora, añaden el del misterio —y este siempre resulta muy sugerente— de que no sepamos desde dónde han llegado hasta nosotros.

panga.- Voz de reciente incorporación al DLE, pues no lo hizo hasta 2001. Nada se indicaba entonces sobre su origen, como tampoco en la versión en papel de 2014. Ha sido la reciente actualización en línea de noviembre de 2020 la que le ha conseguido un hueco en nuestro paseo por palabras marcadas como de origen desconocido.

En el español —o tal vez sería más propio decir los españoles— de América encontramos tres embarcaciones y un recipiente llamados así:

Un pequeño bote de fondo plano y cubierta ancha, movido a remo, vela o motor, que se emplea para pescar o transportar personas en aguas poco profundas.

Una barcaza de carga movida por motor, de fondo plano y cubierta ancha, que, siguiendo un cable como guía, sirve para transportar carga, en especial vehículos, de un lado a otro de un río, lago o laguna.

Una embarcación descubierta, ancha, de poco calado y con motor que se utiliza para la pesca y para el transporte de pasajeros.

En Honduras da nombre también a un tronco ahuecado de caoba o cedro de forma rectangular, que se usa para dar de comer al ganado o para fregar los cacharros.

Si saltamos de continente se cruza en nuestro rumbo otra posibilidad para surcar las aguas: la panga filipina, una barca bien acabada y ligera que puede navegar a remo y a vela. No llegó a conseguir el aval académico —sí otra distinta denominada panca—, pero Wenceslao Retana la recoge, como voz tagala, en su Diccionario de filipinismos (1921) y aparecía en diversos diccionarios del siglo xix, en algunos de ellos también en la forma pango.

barril.- Voz común a todos los romances de Occidente, como leemos en Corominas, de origen prerromano y de raíz desconocida.

Su acepción más común es la de recipiente generalmente cilíndrico, de madera o de metal, que sirve para conservar, tratar y transportar diferentes líquidos y géneros.

Algunos de ellos, en sentido real o figurado, «tienen apellido» en nuestra lengua:

Barril bizcochero, que servía para llevar el bizcocho —un pan sin levadura, que se cocía por segunda vez para que perdiese la humedad y durase mucho tiempo— en las embarcaciones.

Barril de tocino, que en Puerto Rico sirve para denominar a los fondos públicos asignados a los legisladores sin propósito específico.

Barril sin fondo, que en algunos países americanos hace referencia a una persona que todo lo hace en exceso; en la República Dominicana, Puerto Rico y Venezuela también a algo que cuesta o en la que se invierten grandes cantidades de dinero; y en el Uruguay a una persona capaz de beber mucho alcohol sin emborracharse.

Barril sin zuncho(s), sinónimo festivo en Chile de persona gorda.

A su vez, de una situación muy tensa y conflictiva se dice que es un barril de pólvora.

De barril derivan barrilete, que puede ser tanto un instrumento de carpintero como un cangrejo de mar, una especie de nudo marinero, un tipo de cometa, una pieza del clarinete o un aprendiz —y, si además es cósmico, en léxico futbolístico, el recientemente fallecido Diego Armando Maradona, aunque eso es ya otra historia—; barrila, una botija cántabra; embarrilar, meter y guardar algo en barriles; embarrilador, el encargado de hacerlo; barrilería, lugar donde se fabrican o conjunto de ellos — este último  llamado también barrilamen, o barrilaje en México—; y barrilero, el que los fabrica.

gafe.- Adjetivo que se predica de una persona que trae mala suerte o de aquella que impide o dificulta cualquier diversión. Como sustantivo es un sinónimo de mala suerte.

Cuando el diccionario académico lo incorporó, en 1970, con la definición de aguafiestas, de mala sombra, aseguraba que tenía el mismo origen que gafo —persona que padece gafedad, un tipo de lepra—: gafa, a la que hoy atribuye un origen incierto, pero que entonces derivaba del germánico gafa ΄gancho΄. Habría que esperar a la edición de 2001 para que su procedencia se considerara desconocida y a la de 2014 para cambiar a los significados que muestra ahora.

Otra hipótesis apunta a una ascendencia árabe, de qáfa, que alude precisamente a la mano del leproso, con sus dedos encorvados. Según esta teoría, el término habría ido adquiriendo una connotación cada vez más negativa y de hecho se llegó a pensar que incluso respirar el aire de un lugar por donde pasaba un leproso traía malas consecuencias. Poco a poco tanto gafo como gafe habrían ido resbalando hacia el terreno de la superstición.

Personaje inmune a su propio maleficio, se considera que basta incluso con mencionar su nombre para que sus efectos se hagan notar, por lo que si alguien se atreve a pronunciarlo hay que conjurar el mal tocando madera, entrecruzando los dedos índice y corazón de ambas manos o recurriendo a cualquier otro tipo de sortilegio.

En el Uruguay se emplea coloquialmente el término secante para referirse a una persona que es gafe —también a alguien molesto y fastidioso—.

De gafe obtenemos el verbo gafar, transmitir o comunicar mala suerte a alguien o algo.

becerro.- Es la cría de la vaca hasta que cumple uno o dos años. En la tauromaquia se eleva un poco la edad, pues es sinónimo de novillo, res vacuna de entre dos y tres años.

También la piel de ternero curtida para emplearse en calzados y otros usos, así como el libro —también libro becerro o libro de becerro— en el que monasterios, cabildos catedralicios, villas y otras comunidades copiaban sus privilegios y las escrituras de sus pertenencias, llamado así por encuadernarse con ella para su mejor resguardo.

Especial relevancia histórica tiene el Becerro de las behetrías, libro en el que, de orden del rey Alfonso XI y de su hijo Pedro I, se escribieron las behetrías —poblaciones en las que sus habitantes podían elegir a su señor— de las merindades de Castilla y los derechos que pertenecían en ellas a la Corona y a otros partícipes.

Según el Diccionario de autoridades (1726) se llamó así a la cría bovina como si dijésemos buey cerril.

Corominas especula en esta ocasión con un origen ibérico, probablemente de un *ibicirru derivado del hispanolatino ibex, -ĭcis ‘rebeco’, por el carácter indómito y arisco de ambos animales.

Si proseguimos por mar nuestro paseo daremos con el becerro marino, es decir, con una foca.

Y si nuestra singladura nos lleva hasta el reino vegetal, nuestro vocablo es otro nombre que recibe la planta conocida como dragón, mientras que otra planta perenne, el aro, es también conocida como pie de becerro.

Terminamos con una acepción de reminiscencias bíblicas: el becerro de oro, sinónimo de dinero o riquezas, que remite al episodio en el que Moisés baja del monte Sinaí y se encuentra a los israelitas adorando a un ídolo con esa forma hecho de ese metal.

ascua.- Trozo de una materia sólida y combustible, por ejemplo de carbón, que por la acción del fuego se pone incandescente y sin llama.

El Diccionario de autoridades (1726) recoge la cita que Covarrubias hacía a su vez del padre Guadix —que ya se asomó por estos paseos cuando nos ocupamos de la palabra bagasa—, quien decía que era voz arábiga, de ayxcua, «que vale mal amor y mala amistád, porque ninguna se puede tener con el fuego, que todo lo consúme».

El lexicón académico aseguraba en 1899 que venía del alto alemán weiss kohle ΄carbón blanco o candente΄. En las ediciones posteriores desaparece toda referencia al respecto y la mención expresa del carácter desconocido de su origen no se incorporará hasta la última.

Corominas abunda en lo desconocido del origen y descarta tanto el germánico asca ΄ceniza΄, que no explicaría la terminación de la palabra española, como el vasco ausko-a, derivado de hauts ΄ceniza΄, pues parece ser palabra meramente supuesta. Se inclina, como en el caso de barril, por una ascendencia prerromana.

Es término expresivo que puede encontrarse como interjección festiva —¡ascuas!— para manifestar extrañeza o dolor y como frase para dar  a entender que alguna cosa brilla y resplandece mucho: estar hecho un ascua de oro.

También protagoniza locuciones como arrimar alguien el ascua a su sardina, que hace referencia al hecho de aprovechar la coyuntura en propio interés, incluso obteniendo un beneficio particular de lo que debería ser común; estar en o sobre ascuas es a su vez otra forma de decir que alguien está inquieto, tenso, preocupado; y sacar el ascua con la mano del gato, o con mano ajena, se empleaba, pues está en desuso, con el sentido de utilizar a una tercera persona para ejecutar algo sin exponerse a los daños o riesgos que ello pueda conllevar.

La cita de hoy

«Sin lugar a dudas A. N. Onymous ha sido el autor más prolífico en la historia de la literatura en lengua inglesa».                                  

Peter Muckley

El reto de la semana

¿Desde qué región natural española, protagonista de algún que otro viaje literario y cuyo nombre aparece en el DLE como de origen desconocido, podríamos haber emprendido el paseo de hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página ΄Los retos΄)

Incierto paseo

03 jueves Dic 2020

Posted by Sollastre in MISCELÁNEA

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almocatracía, almocatracia, barragán estampado, camelote, chamelotón, chamelote, dominguillo, esperpéntico, esperpentismo, esperpento, filipichín, pelele, ratina, zarabanda. arretín

Las locuciones a ciencia cierta o de ciencia cierta aluden a algo que lleva aparejada seguridad, ausencia de duda. Algo que hasta ahora estábamos convencidos de que podíamos aplicar a nuestra sociedad, a un modo de vida en el que creíamos que los avances, vertiginosos, de la ciencia y la tecnología nos proporcionaban una certidumbre que nos eximía de tener que cuestionarnos muchas cosas.

Sí, creíamos, porque ha bastado un virus para poner todo patas arriba. Para que todo lo que considerábamos fijo y esperable se haya desvanecido como por arte de magia, sumiéndonos en un estado de incertidumbre del que no llegamos siquiera a intuir cuándo o cómo saldremos. Una realidad que ha hecho que seamos conscientes de que no solo el futuro puede ser incierto: también el presente.

Pero si vamos un paso más allá deberemos admitir que no solo el futuro y el presente, que también el pasado puede resultar incierto en ocasiones. Bien porque nuestra memoria nos juegue la mala pasada de reinterpretarlo, bien porque no lo hayamos llegado a conocer. Y eso es algo que ocurre, como ya vimos en el paseo de orígenes inciertos, con muchas palabras que usamos habitualmente.

Pasearemos hoy por cinco de ellas que nos esperaban en los intrincados —pero siempre atractivos— caminos de la incertidumbre etimológica. Vamos allá.

zarabanda.- Junto con las acepciones de «cosa que causa ruido estrepitoso, bulla o molestia repetida» y de «lío, embrollo» el DLE muestra dos referidas a sendas danzas: una lenta, solemne, de ritmo ternario, que, desde mediados del siglo xvii, forma parte de las sonatas; la otra, popular de los siglos xvi y xvii, frecuentemente censurada por los moralistas. Esta tenía origen español y desde este idioma llegó al francés ―sarabande― y al inglés ―saraband―.

Aunque ya Covarrubias (1611) hablaba de la presencia en la antigua Roma de la çarabanda, baile «alegre y lascivo» practicado por las bailarinas conocidas como puellae gaditanae, originarias del sur de la Bética, muy sensuales y sobre las que llegó a escribir el bilbilitano Marcial, parece establecido que era una invención reciente de finales del siglo xvi.

Si incierto resulta su origen no lo es menos el de su nombre. El propio Covarrubias lo sitúa en el hebreo, en el verbo çara ‘esparcir, cerner’, ‘ventilar’, ‘andar a la redonda’. Corominas, dando como lo único seguro que este baile es oriundo de España, considera probable que la palabra se originara también ahí, con materiales puramente hispanos. Desecha, por inverosímiles, las diversas etimologías persas que se llegaron a proponer suponiendo al término transmitido a través del árabe. Por su parte, el lexicólogo Rodríguez Marín, en El Loaysa de “El celoso extremeño” (1901) aventura una deformación de zaranda ‘criba’, fundada en el meneo rítmico de esta.

Si cruzamos el charco, zarabanda hace referencia en México a una paliza; en Venezuela y el Uruguay a un estado de desorden; a una intriga en Honduras; y en este último país, además de en Guatemala y el Uruguay, a un jolgorio o baile popular.

arretín.- Voz tramada con otras cuantas del ámbito textil, su escueta definición reza que es otro nombre del filipichín.

Este, cuyo nombre a su vez tiene un origen que el DLE califica como desconocido, es un tejido de lana estampado ―y desde 1984 cuenta también con el aval académico para el significado de lechuguino, afeminado―. El Diccionario de autoridades (1732) decía que era «a modo de chamelotón», con unas labores hechas con prensa.

Si buscamos su significado vemos que se trata de un chamelote ordinario y grosero. ¿Y qué es el chamelote, se preguntarán vuestras mercedes? Pues ni más ni menos que el camelote, un tejido fuerte e impermeable, generalmente de lana. Proviene del francés antiguo camelot, variante dialectal de chamelot, y este del francés antiguo chamel ‘camello’, porque se hacía con pelos de este rumiante.

Pero volvamos a arretín. Desde 1884 el diccionario académico la hacía derivada de ratina ―con errata incluida en las ediciones a partir de 1956 que convertía a esta en retina―.

Esto se mantuvo hasta 1992, cuando se habla ya de origen incierto, indicando, eso sí, que se debe consultar la voz ratina, que es otra tela de lana, esta entrefina, delgada y con granillo, que «quizá» proceda del francés ratine, y que probablemente –esto no lo cuenta ya el DLE―, podría venir del antiguo verbo rater ‘raspar, rayar, pelar’.

Para terminar con este paseo entre paños recordemos que el arretín, o filipichín, fue también conocido en su momento como barragán estampado, otra, una más, tela impermeable, de la que en este caso sí se sabe de dónde procede el nombre: del árabe andalusí bar[ra]kán[i], que lo hace del árabe barkānī ‘tipo de paño negro indio’, y este del persa pargār o pargāl.

esperpento.- Voz reciente que no se documenta en nuestro idioma hasta 1891. De origen incierto, no podía ser de otro modo en este paseo, Corominas indica que no sabía de nadie que hubiera buscado su etimología. Lo cual no obsta para que se haya atribuido a este vocablo carácter de madrileñismo; de argentinismo; de mejicanismo de Veracruz…

A su significado primigenio, que nos habla de una persona fea, de una situación o de algo ridículo, estrafalario, el DLE añadió —en el Suplemento a la edición de 1970— el de concepción literaria creada por Ramón M. ª del Valle-Inclán, en la que se deforma la realidad acentuando sus trazos grotescos y el de obra literaria acorde con ella.

Palabra proveniente del habla informal y familiar, pasó así a designar una actitud artística donde tienen cabida obras de límites poco precisos, escurridizos, en las que se dignifica un lenguaje coloquial que incluye numerosas expresiones jergales. Los rasgos exagerados y caricaturescos que las caracterizan enlazan, sin duda, el ámbito literario con el pictórico del Bosco o de Goya. Aunque esos atributos pueden rastrearse ya en obras anteriores del autor se considera que Luces de Bohemia (1920) es la primera producción considerada específicamente un esperpento.

Fue esta la primera ocasión en la que el diccionario académico acogió en su seno a este gallego tan querido por estos paseos y al que haría nuevo hueco años después mediante el adjetivo valleinclanesco.

Como derivados existen el esperpentismo, modo de expresión artística y literaria que responde a los planteamientos del esperpento, y el adjetivo esperpéntico.

almocatracía.- Según la Academia era un impuesto o derecho que se pagaba antiguamente por los tejidos de lana fabricados y vendidos en el reino. El Diccionario panhispánico del español jurídico —donde, por cierto, la palabra aparece sin tilde: almocatracia— especifica que se trataba de Castilla.

Pertenecía a la Corona, que solía ceder su cobro a particulares como recompensa por sus servicios. Las telas se sellaban como prueba del pago, que se establecía en maravedís tanto para las piezas como para las varas.

Su origen es tan incierto como el del propio nombre. La profesora López Mora explica que son muy escasas las fuentes documentales que puedan respaldar que encontremos este término en los diccionarios. También que siempre se refieren a Jaén, pues parten del privilegio que Enrique II de Castilla concedió para dicha ciudad a Pedro Ruiz de Torres en las Cortes de Toro de 1371. Este es el que aparece citado en el Diccionario histórico de la lengua española (1933) y de él no se puede establecer a ciencia cierta el contenido del tributo, pues nada se dice en él de la lana ni de si los bienes debían ser producidos en el reino o solo vendidos en él.

Corominas dejó escrito que es inútil buscar la etimología sin que se haya averiguado antes su significado. No obstante, en diversas épocas y por diversos autores se han aventurado las árabes almocáddar ‘medida’; almoctarix ‘beneficiado’, ‘obtenido como ganancia’; *mux/qatráṣ, que apunta al lujo; mátrah ‘cojín, colcha, jergón’, a través del bajo latino matracium ‘colcha de lana’; o mustajlas, una serie de impuestos no canónicos sobre ciertos negocios que iban a engrosar la hacienda de los reyes andalusíes.

pelele.- Muñeco de figura humana hecho de paja o trapos como el que se solía poner en los balcones o mantear durante los carnavales.

Figurada y familiarmente se califica también así a una persona simple e inútil a quien, por su falta de voluntad, manejan los demás con facilidad.

Desde su incorporación en el Suplemento a la edición de 1947 el DLE recoge además un tercer sentido: el de traje de punto de una pieza que se pone a los niños para dormir.

Voz tardía, documentada a finales del siglo xviii, Corominas señala que parece de creación expresiva o tal vez de un cruce de lelo con otro vocablo.

En sus acepciones originarias pelele se ha hecho un hueco en el mundo de la creación artística: en su primera acepción dio nombre a un conocido cartón para tapiz pintado por Goya, obra que sirvió de inspiración para la pieza para piano homónima compuesta por Enrique Granados en 1914 y para el texto del mismo título —en español en el original francés— escrito por el dramaturgo Jean-Christophe Bailly en 2003.

En su significado metafórico lo encontramos en la farsa cómica de Carlos Arniches La tragedia del pelele (1935) o en la novela del galo Pierre Louÿs La mujer y el pelele (1898), en la que está basada a su vez la película de Luis Buñuel Ese oscuro objeto del deseo (1977).

El pelele con figura de soldado que en vez de ser manteado se ponía en el ruedo para que el toro se cebase con él era conocido como dominguillo.

La cita de hoy

«Lo único cierto es que no hay nada cierto».              

Plinio el Viejo

El reto de la semana

¿Qué podríamos tomar para reponer fuerzas tras el paseo de hoy, sabiendo que lleva dentro de su nombre, por supuesto de origen incierto, el de una bebida alcohólica con la que podríamos acompañarlo?

(La respuesta, como siempre, en la página ΄Los retos΄)

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