Etiquetas
almocatracía, almocatracia, barragán estampado, camelote, chamelotón, chamelote, dominguillo, esperpéntico, esperpentismo, esperpento, filipichín, pelele, ratina, zarabanda. arretín
Las locuciones a ciencia cierta o de ciencia cierta aluden a algo que lleva aparejada seguridad, ausencia de duda. Algo que hasta ahora estábamos convencidos de que podíamos aplicar a nuestra sociedad, a un modo de vida en el que creíamos que los avances, vertiginosos, de la ciencia y la tecnología nos proporcionaban una certidumbre que nos eximía de tener que cuestionarnos muchas cosas.
Sí, creíamos, porque ha bastado un virus para poner todo patas arriba. Para que todo lo que considerábamos fijo y esperable se haya desvanecido como por arte de magia, sumiéndonos en un estado de incertidumbre del que no llegamos siquiera a intuir cuándo o cómo saldremos. Una realidad que ha hecho que seamos conscientes de que no solo el futuro puede ser incierto: también el presente.
Pero si vamos un paso más allá deberemos admitir que no solo el futuro y el presente, que también el pasado puede resultar incierto en ocasiones. Bien porque nuestra memoria nos juegue la mala pasada de reinterpretarlo, bien porque no lo hayamos llegado a conocer. Y eso es algo que ocurre, como ya vimos en el paseo de orígenes inciertos, con muchas palabras que usamos habitualmente.
Pasearemos hoy por cinco de ellas que nos esperaban en los intrincados —pero siempre atractivos— caminos de la incertidumbre etimológica. Vamos allá.
zarabanda.- Junto con las acepciones de «cosa que causa ruido estrepitoso, bulla o molestia repetida» y de «lío, embrollo» el DLE muestra dos referidas a sendas danzas: una lenta, solemne, de ritmo ternario, que, desde mediados del siglo xvii, forma parte de las sonatas; la otra, popular de los siglos xvi y xvii, frecuentemente censurada por los moralistas. Esta tenía origen español y desde este idioma llegó al francés ―sarabande― y al inglés ―saraband―.
Aunque ya Covarrubias (1611) hablaba de la presencia en la antigua Roma de la çarabanda, baile «alegre y lascivo» practicado por las bailarinas conocidas como puellae gaditanae, originarias del sur de la Bética, muy sensuales y sobre las que llegó a escribir el bilbilitano Marcial, parece establecido que era una invención reciente de finales del siglo xvi.
Si incierto resulta su origen no lo es menos el de su nombre. El propio Covarrubias lo sitúa en el hebreo, en el verbo çara ‘esparcir, cerner’, ‘ventilar’, ‘andar a la redonda’. Corominas, dando como lo único seguro que este baile es oriundo de España, considera probable que la palabra se originara también ahí, con materiales puramente hispanos. Desecha, por inverosímiles, las diversas etimologías persas que se llegaron a proponer suponiendo al término transmitido a través del árabe. Por su parte, el lexicólogo Rodríguez Marín, en El Loaysa de “El celoso extremeño” (1901) aventura una deformación de zaranda ‘criba’, fundada en el meneo rítmico de esta.
Si cruzamos el charco, zarabanda hace referencia en México a una paliza; en Venezuela y el Uruguay a un estado de desorden; a una intriga en Honduras; y en este último país, además de en Guatemala y el Uruguay, a un jolgorio o baile popular.
arretín.- Voz tramada con otras cuantas del ámbito textil, su escueta definición reza que es otro nombre del filipichín.
Este, cuyo nombre a su vez tiene un origen que el DLE califica como desconocido, es un tejido de lana estampado ―y desde 1984 cuenta también con el aval académico para el significado de lechuguino, afeminado―. El Diccionario de autoridades (1732) decía que era «a modo de chamelotón», con unas labores hechas con prensa.
Si buscamos su significado vemos que se trata de un chamelote ordinario y grosero. ¿Y qué es el chamelote, se preguntarán vuestras mercedes? Pues ni más ni menos que el camelote, un tejido fuerte e impermeable, generalmente de lana. Proviene del francés antiguo camelot, variante dialectal de chamelot, y este del francés antiguo chamel ‘camello’, porque se hacía con pelos de este rumiante.
Pero volvamos a arretín. Desde 1884 el diccionario académico la hacía derivada de ratina ―con errata incluida en las ediciones a partir de 1956 que convertía a esta en retina―.
Esto se mantuvo hasta 1992, cuando se habla ya de origen incierto, indicando, eso sí, que se debe consultar la voz ratina, que es otra tela de lana, esta entrefina, delgada y con granillo, que «quizá» proceda del francés ratine, y que probablemente –esto no lo cuenta ya el DLE―, podría venir del antiguo verbo rater ‘raspar, rayar, pelar’.
Para terminar con este paseo entre paños recordemos que el arretín, o filipichín, fue también conocido en su momento como barragán estampado, otra, una más, tela impermeable, de la que en este caso sí se sabe de dónde procede el nombre: del árabe andalusí bar[ra]kán[i], que lo hace del árabe barkānī ‘tipo de paño negro indio’, y este del persa pargār o pargāl.
esperpento.- Voz reciente que no se documenta en nuestro idioma hasta 1891. De origen incierto, no podía ser de otro modo en este paseo, Corominas indica que no sabía de nadie que hubiera buscado su etimología. Lo cual no obsta para que se haya atribuido a este vocablo carácter de madrileñismo; de argentinismo; de mejicanismo de Veracruz…
A su significado primigenio, que nos habla de una persona fea, de una situación o de algo ridículo, estrafalario, el DLE añadió —en el Suplemento a la edición de 1970— el de concepción literaria creada por Ramón M. ª del Valle-Inclán, en la que se deforma la realidad acentuando sus trazos grotescos y el de obra literaria acorde con ella.
Palabra proveniente del habla informal y familiar, pasó así a designar una actitud artística donde tienen cabida obras de límites poco precisos, escurridizos, en las que se dignifica un lenguaje coloquial que incluye numerosas expresiones jergales. Los rasgos exagerados y caricaturescos que las caracterizan enlazan, sin duda, el ámbito literario con el pictórico del Bosco o de Goya. Aunque esos atributos pueden rastrearse ya en obras anteriores del autor se considera que Luces de Bohemia (1920) es la primera producción considerada específicamente un esperpento.
Fue esta la primera ocasión en la que el diccionario académico acogió en su seno a este gallego tan querido por estos paseos y al que haría nuevo hueco años después mediante el adjetivo valleinclanesco.
Como derivados existen el esperpentismo, modo de expresión artística y literaria que responde a los planteamientos del esperpento, y el adjetivo esperpéntico.
almocatracía.- Según la Academia era un impuesto o derecho que se pagaba antiguamente por los tejidos de lana fabricados y vendidos en el reino. El Diccionario panhispánico del español jurídico —donde, por cierto, la palabra aparece sin tilde: almocatracia— especifica que se trataba de Castilla.
Pertenecía a la Corona, que solía ceder su cobro a particulares como recompensa por sus servicios. Las telas se sellaban como prueba del pago, que se establecía en maravedís tanto para las piezas como para las varas.
Su origen es tan incierto como el del propio nombre. La profesora López Mora explica que son muy escasas las fuentes documentales que puedan respaldar que encontremos este término en los diccionarios. También que siempre se refieren a Jaén, pues parten del privilegio que Enrique II de Castilla concedió para dicha ciudad a Pedro Ruiz de Torres en las Cortes de Toro de 1371. Este es el que aparece citado en el Diccionario histórico de la lengua española (1933) y de él no se puede establecer a ciencia cierta el contenido del tributo, pues nada se dice en él de la lana ni de si los bienes debían ser producidos en el reino o solo vendidos en él.
Corominas dejó escrito que es inútil buscar la etimología sin que se haya averiguado antes su significado. No obstante, en diversas épocas y por diversos autores se han aventurado las árabes almocáddar ‘medida’; almoctarix ‘beneficiado’, ‘obtenido como ganancia’; *mux/qatráṣ, que apunta al lujo; mátrah ‘cojín, colcha, jergón’, a través del bajo latino matracium ‘colcha de lana’; o mustajlas, una serie de impuestos no canónicos sobre ciertos negocios que iban a engrosar la hacienda de los reyes andalusíes.
pelele.- Muñeco de figura humana hecho de paja o trapos como el que se solía poner en los balcones o mantear durante los carnavales.
Figurada y familiarmente se califica también así a una persona simple e inútil a quien, por su falta de voluntad, manejan los demás con facilidad.
Desde su incorporación en el Suplemento a la edición de 1947 el DLE recoge además un tercer sentido: el de traje de punto de una pieza que se pone a los niños para dormir.
Voz tardía, documentada a finales del siglo xviii, Corominas señala que parece de creación expresiva o tal vez de un cruce de lelo con otro vocablo.
En sus acepciones originarias pelele se ha hecho un hueco en el mundo de la creación artística: en su primera acepción dio nombre a un conocido cartón para tapiz pintado por Goya, obra que sirvió de inspiración para la pieza para piano homónima compuesta por Enrique Granados en 1914 y para el texto del mismo título —en español en el original francés— escrito por el dramaturgo Jean-Christophe Bailly en 2003.
En su significado metafórico lo encontramos en la farsa cómica de Carlos Arniches La tragedia del pelele (1935) o en la novela del galo Pierre Louÿs La mujer y el pelele (1898), en la que está basada a su vez la película de Luis Buñuel Ese oscuro objeto del deseo (1977).
El pelele con figura de soldado que en vez de ser manteado se ponía en el ruedo para que el toro se cebase con él era conocido como dominguillo.
La cita de hoy
«Lo único cierto es que no hay nada cierto».
Plinio el Viejo
El reto de la semana
¿Qué podríamos tomar para reponer fuerzas tras el paseo de hoy, sabiendo que lleva dentro de su nombre, por supuesto de origen incierto, el de una bebida alcohólica con la que podríamos acompañarlo?
(La respuesta, como siempre, en la página ΄Los retos΄)