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Un periodo convalecencia como el que recientemente tuvo ocasión de “disfrutar” el paseante puede llevarle a uno a tal sensación de hastío ante la forzada inactividad que le dé incluso por  ponerse al día ordenando todo aquello que tanto tiempo llevaba procrastinando.

Labor esta que incluye a todos esos objetos, normalmente de pequeño tamaño, que hemos ido colocando por ahí en nuestra casa, sin saber muy bien cuál sería su destino y que, en consecuencia, han acabado por perpetuarse allí donde cayeron en su momento. Y solemos postergar tanto esta labor de ordenación -al fin y al cabo han acabado por formar parte del paisaje hogareño- que cuando nos ponemos manos a la obra encontramos que de algunos de ellos no logramos recordar con plena seguridad su procedencia e incluso es posible que de otros ni siquiera tengamos la más remota noción de la misma o de cuándo llegaron hasta nosotros.

Este desconocimiento sobre el origen afecta también, a pesar de los avances de la etimología, a muchos vocablos en cualquier idioma. Así pues, pasearemos hoy, con un guiño especial a nuestra amiga Montse, tan amante ella también de las palabras y cuyo cumpleaños ha celebrado este mes que ahora termina, por cinco, e incluso alguna más, de esas palabras que el Diccionario de la lengua española señala con la marca ‘de origen incierto’.

lastra.- Piedra normalmente plana, naturalmente lisa, de poco grosor y usualmente de tamaño más bien grande. Es sinónimo de lancha, a cuya definición remite el Diccionario académico y que es otro término cuyo origen resulta también incierto.  En la edición de 1899 el DLE indicaba que procedía del italiano lastra, y este del griego lístros o laístros ‘piedra plana’; en la de 1914 desaparece la referencia a este último idioma, manteniéndose tan solo el origen itálico; en 1984 asegura que se trata de una ‘voz prerromana, como el italiano lastra’, decidiéndose a partir de 1992 por la incertidumbre que continúa apareciendo en la última edición. Durante muchos años la ciudad de Salamanca protagonizó una curiosa anécdota relativa a esta palabra, pues albergó en su callejero una vía dedicada a alguien que jamás existió: Adela Lastra. La calle se llamaba en realidad Arroyo de la Lastra. En algún momento debió acortarse a A. de la Lastra y en otro posterior alguien, sin percatarse del punto, debió interpretarlo como el nombre del inexistente personaje, bautizándola así.

piorno.- Forma en que se conoce comúnmente a la genista purgans y que se aplica también a diversos arbustos. El DLE cita expresamente dos de ellos, de la familia de las papilionáceas: el codeso y la gayomba -cuya ascendencia también califica de incierta-. Moliner apunta que quizá proceda del latín vibūrnum, pues es nombre que también se ha aplicado al arbusto llamado viburno. Este es el origen que le atribuyó el DLE en 1884, cambiando a viburnus a partir de la edición de 1956. En la de 1992 le adjudicó ya la marca ‘de origen incierto’. En su Contribución al vocabulario del bable occidental (1957) el filólogo y bibliotecario Lorenzo Rodríguez-Castellano, que lo define como ‘una especie de retama’ asegura que un cocimiento de la variedad genista saxatalis solía emplearse para matar las pulgas y los piojos de los animales. De esta voz derivan piornal y piorneda para referirse a lugares poblados por piornos y en la toponimia española encontramos localidades con nombres como Piornos, Piornedo o Piornal. En algunos lugares piorno es también una forma de denominar al hórreo.

mochuelo.- Ave rapaz nocturna, parecida al búho aunque de tamaño algo menor. El pájaro de Minerva de las monedas antiguas, símbolo de la sabiduría, tradicionalmente se ha interpretado supersticiosamente su canto como una llamada lúgubre. El Diccionario de autoridades (1734) afirmaba que ‘tiene la voz tan triste, que atemoriza con ella, y causa un efecto frío y rígido’. En el léxico del mundo de la imprenta designa a una omisión en el texto producida al componerse este. Asimismo, se usa coloquialmente para referirse a algo, como una obligación, un asunto o un encargo fastidioso, de lo que nadie quiere hacerse cargo -y de ahí que se hayan acuñado expresiones como ‘cargar con el mochuelo’, ‘echarle [a alguien] el mochuelo encima’ o ‘quitarse el mochuelo de encima’-. A su vez, ‘cada mochuelo a su olivo’ se emplea para señalar que ya es hora de recogerse o para dar fin a una reunión, retornando cada uno a su hogar o lugar de procedencia. Según alguna versión esta expresión trae su origen de que al parecer los mochuelos acechan a sus presas al caer la noche apostados en las ramas de los olivos.

bagasa.-. Forma poco usada de referirse a una prostituta, es voz sobre la que se ha especulado mucho. Covarrubias (1611) exponía ya varios posibles orígenes: según algunos, se llamó así, casi vagasa, ‘porque anda vagando por el mundo sin tener casi dueño’; otros apuntaban a una ascendencia hebrea, de bagadsa, derivada del verbo bagad ‘mentir, engañar’; a su vez, el franciscano Diego de Guadix, autor a finales del siglo XVI de la Recopilación de algunos nombres arábigos, asegura que procede del árabe bagax ‘engaño’. La edición de 1884 del DLE, por su parte, escribía entre interrogaciones un posible origen en el también árabe báguiza ‘deshonesta’; en 1899 lo sitúa en bagazo, en su significado de residuo que queda de algo después de prensarse para extraer el licor o zumo; el Diccionario histórico (1936) apuesta por el francés bagasse -que a su vez vendría del provenzal bagassa ‘mujer de mala vida’-; entre 1956 y 1992 se vuelve a la posible etimología árabe, ahora en la forma baggāza ‘mujer libertina’. El DLE recoge también la forma gabasa, generada por metátesis.

escorchapín.- Antiguo barco de vela, de más de cien toneladas y con aparejo latino, que en ocasiones hacía las veces de las galera. Muy frecuente en el Mediterráneo a partir del siglo XIV,  servía para transportar soldados, caballerías y las provisiones para su sustento. Aunque la RAE atribuyó durante casi un siglo su origen al italiano scorciapino, parece razonable pensar que a ese idioma habría llegado desde el catalán: así, F. Corazziano, en su Vocabolario nautico italiano (1906) indica como única referencia que este tipo de barco aparece citado en la Crónica de Muntaner, obra que redactó en el siglo XIV el escritor de la Corona de Aragón Ramón Muntaner. Por otra parte, una Real Cédula de 1539 -como refleja Fernández Duro en A la mar madera (1880)- señalaba ya que esos barcos ‘se usaban en la costa desde Alicante a Colibre’ -el machadiano Colliure-. Corominas sostiene que también al castellano llegó desde el catalán escorxapí, compuesto del catalán vulgar escorxa, de escorça ‘corteza’ y pi ‘pino’. El Diccionario académico incluye asimismo desde 1925 la forma corchapín.

 La cita de hoy

“…y temo mucho le suceda lo que á mí, que por irme en pos de las etimologías despreciaba las palabras de orígen incierto, sin reflexionar que el número de aumentar el número de aquellas, es empezar por estas; y que siendo imposible averiguar las raíces de todas las palabras de una lengua, el mejor etomologicon debe admitir las de orígen congetural, y aun las de orígen incierto, dejando á la posteridad su determinacion ó averiguacion.”

 Gaspar Melchor de Jovellanos

 

El reto de la semana

¿Con qué nos podemos regalar al finalizar nuestro paseo de hoy, acompañando a un buen trago de vino bebido en cachu, teniendo en cuenta que su origen es también incierto?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)