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Que un libro nos permite viajar sin salir de casa es, sin dejar de serlo, algo más que un cliché. Lo comprobamos por aquí cada vez que abrimos el diccionario y nos lleva a pasear por un frondoso jardín. Uno que sabemos que jamás llegaremos a recorrer por completo y en el que nunca nos faltará una especie/palabra nueva que descubrir.

Hay también ocasiones en las que se produce una curiosa paradoja: que mientras leemos, aprovechando las horas muertas del desplazamiento ―en tren, en avión, en barco…―que todo viaje conlleva, nos encontremos con que estamos viajando a su vez a muchos kilómetros de allí sin movernos del asiento.

Esto es lo que le pasó recientemente al paseante, quien camino a su querida Salamanca se encontró de repente recorriendo un Madrid quimérico y subterráneo, no por inventado menos real, por mor de La torre de los siete jorobados, obra de un viejo conocido de estos paseos, Emilio Carrère, quien ya nos guio hace unos meses por una ruta emocional de la ciudad.

Una novela, casi más bien un folletón de aventuras con un toque de humor castizo, que el propio autor habría calificado como abracadabrante. En la que encontramos mezclados géneros como el esoterismo, lo policiaco, el terror, lo legendario, lo sobrenatural… Un libro que nos permite además reencontrarnos con otro viejo compañero de estos paseos: don Ramón del Valle-Inclán, en la figura de su trasunto, Sindulfo del Arco, el erudito ¡y viajero infatigable! de los anteojos azules.

Pasearemos hoy, por lo tanto, por cinco palabras encontradas entre las páginas/recovecos de esta torre fantástica, alguna casi tan difícil de encontrar como la propia entrada a la guarida de los corcovados.

jorobado.- Nada más previsible que comenzar el paseo de hoy por esta palabra, aunque sea una de esas definiciones del DLE que nos hacen dar más vueltas por él de lo que tal vez habíamos previsto.

Porque lo define como corcovado ―que a su vez es quien tiene una o más corcovas― o cheposo ―coloquialmente, el que tiene chepa―. Así que para aclararnos nos dirigiremos al sendero que nos abre su origen etimológico, joroba ―del árabe andalusí adúbba, y este del árabe clásico adabah―… solo para encontrar que esta es a su vez un sinónimo de giba, corcova, chepa.

Seguimos el paseo según está señalizado, para no perdernos, y vemos que giba es a su vez igual a joroba, corcova.

Al llegar por fin a esta última descubriremos que su significado es el de una corvadura anómala de la columna vertebral, o del pecho, o de ambos a la vez.

¿Y qué ocurre con chepa, podrá pensar alguien que se haya quedado atascado en las rotondas del diccionario académico? Pues este nos dice que es, coloquialmente, una corcova o joroba. Círculo cerrado.

Por cierto: giba procede del latín gibba; corcova quizá sea una reduplicación del latín curvus ‘curvo’; y chepa encuentra su origen en el aragonés chepa ‘jorobado’.

choquezuela.- Otro nombre que recibe la rótula, el hueso de la articulación de la tibia con el fémur.

Deriva del diminutivo de chueca ―voz de posible ascendencia vasca: txoko ‘taba’, ‘articulación de huesos’ o, como apunta Corominas, acaso ibérica―, que es el hueso redondeado o parte de él que encaja en el hueco de otro en una coyuntura, como la rótula en la rodilla, la cabeza del húmero en el hombro y la del fémur en la cadera.

Más cercano al significado de la palabra madre, el Diccionario de autoridades (1729) definía choquezuela como «el hueso que juega en la rodilla y en el hombro, que es como media bolilla».

Aportaba, además, un ejemplo muy gráfico en el que dos mujeres, queriendo componer el brazo roto de santa Teresa, tiraron tan fuerte de ella que provocaron el estallido de la choquezuela del hombro.

Al llegar al continente americano nuestro vocablo adoptó una forma nueva: chiquizuela. Se emplea, con carácter popular, en la Argentina y el Uruguay tanto con el significado de rótula o rodilla de una persona como en el de rótula de un animal, generalmente bovino, que suele emplearse para dar sustancia a la sopa. Y en este último país también se aplica al corte de carne que se extrae alrededor de la rótula del animal vacuno.

mentecato.- Adjetivo que según el lexicón académico se predica de quien es tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón; de aquel que posee escaso juicio o entendimiento.

Procede de mentecapto, forma hoy en desuso, que a su vez lo hace del latín mente captus ‘que no tiene toda la razón’; literalmente ‘cogido de mente’.

En nuestro idioma aparece documentado por vez primera en el Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana (1570) de Cristóbal de las Casas, el primero bidireccional con el español y el italiano.

Como derivados el DLE alberga mentecatada, con el significado de dicho o hecho propio del mentecato; mentecatería, con el de necedad, tontería, falta de juicio; y mentecatez, que engloba ambas acepciones.

Además, entre 1803 y 1869 gozaron también de entrada propia el diminutivo mentecatillo y el aumentativo mentecatón.

Fuera del paraguas académico, pero con padrino de la talla de Lope de Vega, que la utiliza en las comedias La cortesía de España y La prueba de los amigos, encontramos también mentecatía, con el mismo sentido que mentecatería. ¿Recurso para ajustar la rima en octosílabos? Quién sabe.

chiribitil.- Un desván, rincón o escondrijo bajo y estrecho. Coloquialmente, también una habitación o cuarto muy pequeño.

Una vez más, la definición del Diccionario de autoridades (1729) aporta algo más de información, pues añadía como ejemplo la parte interior de los tejados y señalaba que en él «es menester andar a gatas o de medio lado».

De chivitil, una forma ya en desuso de nombrar el chivetero, el corral o aprisco donde se encierran los chivos.

Chivo, origen último de nuestra palabra, deriva de chib, voz onomatopéyica de llamada para que el animal, que no es otro que la cría de la cabra, acuda.

Voz que debía de resultar especialmente grata a Carrère ―no en vano aparece hasta en ocho ocasiones en el libro que hoy nos ocupa―, se prodiga en nuestra literatura y la podemos encontrar también en textos de Moratín; Mesonero Romanos; Fernán Caballero; Pérez Galdós; Valera; Pardo Bazán…

Y cerramos esta palabra con una concesión a la nostalgia. Los lectores argentinos de estos paseos que ya peinen canas recordarán sin duda Los cuentos del Chiribitil, la colección de libros infantiles que publicó el CEAL en los años setenta del siglo pasado.

diagridio.- La edición de 1783 del diccionario académico, la última en la que apareció, lo definía como una composición medicinal purgante, que se usaba en las píldoras, y consistía en escamonea preparada con zumo de membrillo o de orozuz.

Cuando se preparaba encerrando el jugo de la planta en el membrillo, haciéndolo cocer en el rescoldo, recibía el nombre de diagridio cidonado; si se mezclaba con extracto de regaliz ―otro nombre del orozuz― tomaba el nombre de diagridio glizirrizado; y si se colocaba al calor del azufre en combustión se llamaba entonces diagridio sulfurado o sulfuroso. Los tres se empleaban como purgantes bastante fuertes y se administraban con gran moderación.

El Diccionario de la lengua española (1917) del filólogo helenista y académico de la RAE José Alemany y Bolufer señala que el nombre procede del latín diagrydium y este del griego dakrydion ‘lágrima pequeña’.

La presencia de este término en La torre de los siete jorobados no deja de resultar excepcionalmente curiosa, pues según muestran los corpus textuales académicos de todas las épocas y lugares en que se ha hablado español, desde los inicios del idioma hasta nuestros días, es la única vez que se ha utilizado literariamente, fuera de textos médicos o farmacológicos.

La cita de hoy

«Lo extraordinario nos envuelve y nos envía mensajes que pocas veces sabemos comprender…».                                                    

La torre de los siete jorobados

Emilio Carrère

El reto de la semana

¿Con qué compositor no habría sido raro encontrarnos en nuestro paseo de hoy, ya que está presente Diccionario de la lengua española en el diccionario y el protagonista de una de sus obras más conocidas guarda relación con los del libro que hoy nos ocupa?

(La respuesta, como siempre, en la página ΄Los retos΄)