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Archivos mensuales: marzo 2020

Un paseo farmacéutico

25 miércoles Mar 2020

Posted by Sollastre in SALUD

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A letra de médico ojo de boticario, apotecario, apoticario, atriaca, atriaquero, botica, boticario, como pedrada en ojo de boticario, cordialera, farmacético, farmacéutico, farmaceuta, farmacia, farmacia de guardia, farmacia de turno, farmacia piloto, farmacopola, haber de todo como en botica, llevar la farmacia abierta y el doctor dormido, ojo de boticario, parafarmacia, pharmacéutico, pharmacia, recetar de buena botica, tener la farmacia abierta y el doctor dormido, teriacal, thriaca, triaca, triacal, triaquera, triaquero

La expansión de la covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, nos obliga por ahora a permanecer en nuestra vivienda, paralizando en gran medida la actividad social y económica de nuestro país (y de otros muchos) con el objetivo de poder frenar la pandemia.

A pesar de ello, o precisamente por ello, hay quienes no pueden permitirse retirarse a su casa y siguen al pie del cañón para garantizar que sigamos funcionando como sociedad, aportando además, en determinados ámbitos, su granito de arena para poder terminar con la amenaza.

De entre estos últimos queremos reconocer hoy aquí el papel desempeñado por un colectivo —el que más próximo se encuentra a nosotros de entre todos los que forman el contingente sanitario, además— al que en ocasiones, tal vez por esa misma cercanía que nos impide a veces contemplar la realidad con una cierta perspectiva, olvidamos incluir en nuestro reconocimiento.

Un grupo de personas que cotidianamente, cuando la vida discurre por sus cauces normales, ofrece a todos los que en un momento u otro tenemos que recurrir a ellos mucho más de lo que burocráticamente les prescriben la ley de regulación de servicios de las oficinas de farmacia y el resto de la normativa aplicable. Lo hacen sin importar la hora o el día, pues el servicio está garantizado en todo momento y, por descontado, continúan haciéndolo en estos momentos de zozobra general.

Por ello, recorreremos hoy cinco palabras relacionadas con estos hombres y mujeres, convirtiendo este paseo en un pequeño homenaje y un aplauso a unos profesionales de los que se puede afirmar, parafraseando lo que se dice del servicio postal estadounidense, que ni la nieve, ni la lluvia, ni el calor, ni la oscuridad de la noche —ni el coronavirus, añadiríamos ahora— les impedirán cumplir con su cometido. Gracias a todos ellos.

farmacia.- Término que hace referencia tanto el conjunto de conocimientos relativos a la preparación y combinación de productos para prevenir, remediar o aliviar las enfermedades, o para preservar la salud, como a su profesión o al local, despacho o laboratorio, en que esta se lleva a cabo.

Del francés antiguo farmacie, tomado del bajo latín pharmacia y este del griego pharmakeía ‘empleo de los medicamentos’, de phármakon ‘medicamento’.

En el Diccionario de autoridades (1737) y en las ediciones de 1783 y 1791 de la obra académica aparecía también la forma pharmacia.

La farmacia que está abierta al público durante la noche, los domingos o los días festivos es llamada en España farmacia de guardia y farmacia piloto en Cuba. En la mayor parte del resto de países hispanohablantes se la conoce como farmacia de turno.

En algunos países centroamericanos y en Ecuador se utiliza la locución verbal llevar o tener la farmacia abierta y el doctor dormido para señalar festivamente que alguien lleva la bragueta abierta.

A su vez la última edición del DLE incorporó el término parafarmacia, con el significado de establecimiento o parte de uno en que se venden productos que, aunque no son medicamentos, suelen comercializarse en las farmacias.

farmacéutico.-. Como sustantivo, es la persona legalmente autorizada para ejercer la farmacia como profesión.

Además de boticario, recibía también el nombre de farmacopola, que aunque el propio Diccionario de autoridades (1737) señalaba que ya entonces era voz de poco uso, se ha mantenido en el diccionario hasta nuestros días. En algunos países americanos encontramos además el acortamiento farmaceuta.

En España descubrimos también el rastro de la palabra farmacéutico en el ámbito castrense, pues según la ley de la carrera militar (2007) el sustantivo farmacéutico se usa para acompañar a todos los empleos –cabo, teniente, comandante…− de la especialidad fundamental de Farmacia en el Cuerpo Militar de Sanidad. Por su parte, la sección auxiliar del antiguo Cuerpo de Sanidad de la Armada contemplaba los empleos de farmacéutico mayor, farmacéutico primero y farmacéutico segundo.

Como adjetivo, farmacéutico designa lo perteneciente o relativo a la farmacia. De manera similar a lo que sucedió con farmacia, entre 1737 y 1791 la Academia incluyó para este la forma pharmacéutico, mientras que farmacético, asimismo como adjetivo, se mantuvo hasta la edición de 1992.

Como forma farmacéutica se conoce el modo en que se presenta preparado un medicamento para su administración.

triaca.- Del árabe andalusí attiryáq, este del árabe clásico tiryāq, a su vez del latín theriăca, y este del gr. thēriakḗ [antídotos] ‘remedio contra la mordedura de animales venenosos’, derivado de thēríon ‘fiera’.

También lo podemos leer con las formas, desusadas, atriaca, atríaca, teriaca y la ya desaparecida thriaca.

Es una preparación farmacéutica usada de antiguo, compuesta de muchos ingredientes, entre los que ocupa un lugar preeminente el opio. Se ha empleado para las mordeduras de animales venenosos. El Diccionario de autoridades (1739) indicaba al respecto que el ingrediente principal lo constituían «los trociscos de la vívora» (sic), animal que se consideraba antídoto contra cualquier veneno.

Aunque en su definición el DLE solo explicita la presencia del opio entre sus componentes sí hace referencia expresa en las respectivas entradas del diccionario a que en su elaboración participan también el helenio, una planta vivaz de la familia de las compuestas; el cálamo aromático, raíz medicinal del ácoro, planta de la familia de las aráceas y la zamarrilla, de la familia de las aráceas.

De este vocablo derivan triacal y teriacal, para referirse a lo que es de triaca o tiene alguna de sus propiedades; atriaquero, un sinónimo de boticario hoy en desuso; triaquero, la persona que hace o vende triaca y otros ungüentos o drogas y triaquera, una caja o bote para guardar triaca u otra droga medicinal.

botica.- Otra nombre que recibe la farmacia, el local donde se elaboran y despachan medicamentos. También se denomina así al conjunto de medicinas suministradas o gastadas −«Me gasto un dineral en botica», por ejemplo− o, directamente, a un medicamento, droga o mejunje.

Procede del griego bizantino apothḗkē ‘depósito, ‘almacén’, que también se encuentra en el origen de apoteca, sinónimo de botica, y de bodega.

En relación con esta última debemos recordar que la incorporación de botica al ámbito sanitario se produce en la primera mitad del siglo xv; antes tenía el significado, que aún se mantiene en Aragón, de tienda, lugar de venta.

Tiene, además, otra acepción ya en desuso: la de vivienda o aposento amueblado y dispuesto para ser habitado –antiguamente hacía referencia también a la habitación o dependencia de que disponían las prostitutas en los burdeles−.

El Diccionario académico recoge además dos locuciones coloquiales en las que es protagonista: haber de todo como en botica, que se emplea para indicar que en un lugar existe un surtido muy variado de cosas o que allí no falta nada de lo que es necesario para llevar algo a cabo, y recetar de buena botica, haciendo referencia al hecho de gastar mucho por tener padres u otras personas que facilitan los medios.

boticario.- Farmacéutico, persona encargada de una botica, que ha cursado los estudios de la carrera de farmacia, que está legalmente autorizada para ejercer la farmacia. El Diccionario de la lengua española incluye todavía, remarcando su carácter coloquial y su poco uso, que en femenino tiene también la acepción de mujer del boticario.

Son sinónimos suyos apotecario, apoticario y, como ya hemos visto, atriaquero.

Voz documentada en nuestro idioma desde 1134, Covarrubias sostenía en el Tesoro de la lengua castellana (1611) que «es el que vende las drogas y medicinas, y por razón de tenerlas en botes le llamamos boticario». El Diccionario de autoridades (1726) ya estableció que emana de botica, a la que se añadió –ario, sufijo que forma sustantivos que significan, entre otras cosas, profesión.

Como ojo de boticario se conocía al mueble, también denominado cordialera, en que se guardaban los remedios más preciados y costosos –la Academia habla de lugar seguro para guardar estupefacientes y ciertos medicamentos−. De ahí que por antífrasis se emplee, en sentido irónico, la locución como pedrada en ojo de boticario para indicar que, cuando no se espera, sucede algo muy apropiado y además en el momento oportuno.

Hasta la edición de 1984 el DLE recogía que en germanía, el argot de la gente del hampa, se llamaba boticario al mercero, el que comerciaba con cosas menudas y de poco valor.

 

El refrán de hoy

«A letra de médico, ojo de boticario»

 En este caso «ojo» se refiere al propio farmacéutico, pues si proverbial resulta la mala caligrafía de los médicos, que en numerosas ocasiones resulta ininteligible para el común de los mortales, no lo es menos la capacidad de los boticarios para descifrarla y poder así dispensar los medicamentos prescritos. Por ello se dice también, con clara intención irónica, aquello de que «era tan clara la letra de aquel médico que el farmacéutico no la entendía».

 

El reto de la semana

¿Qué palabra, que podemos encontrar cada día en la farmacia, tendrían en común este paseo y el piscolabis con el que nos regalamos cada vez que terminamos uno?

 

(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)

Paseando por el Madrid bohemio

18 miércoles Mar 2020

Posted by Sollastre in REVISTAS

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a la chamberga, cachimba, chambergo, dandi, dandy, homarrache, horcas caudinas, llenársele la cachimba de tierra, mamarrachada, mamarrachento, mamarrachero, mamarrachista, mamarracho, mandar a la cachimba, moharracho, moharreche, momarracho, ponerse una cachimba

El propio nombre de este blog deja ya claro que tiene como uno de sus principales referentes la flânerie, ese deambular sin rumbo fijo, sin prisas ni objetivo concreto por las ciudades. En nuestro caso, por la lengua, esa ciudad, como dejó dicho R. W. Emerson, en cuya construcción cada ser humano ha aportado un ladrillo.

Y en ese discurrir solemos contar con el acompañamiento y la guía de @La_Felguera, la editorial que ha propiciado varios de estos paseos bien de manera literal, como los que nos llevaron a recorrer el Madrid de los bajos fondos, el del Fandemonium, alguno de los varios posibles valleinclanescos o el de las calles siniestras barojianas, bien a través de alguno de los libros que llevan su factura, siguiendo los pasos de la Horda o de la fantasmagoría.

Volvemos hoy, obligados por un aislamiento impuesto por la pandemia del coronavirus, a pasear virtualmente. Lo haremos por el Madrid bohemio merced a un nuevo ejemplar -que, simbólicamente, inaugura época además- de la revista Agente provocador, que nos propone un viaje a un pasado no tan remoto pero sí bastante desconocido, a una realidad y unos barrios que desaparecieron sepultados por la modernidad pero cuyo rastro aún puede seguirse.

Repasaremos hoy cinco palabras encontradas entre las páginas de lo que son en realidad unas gafas que nos permitirán ver con mirada de rayos x esas calles la próxima vez que pasemos por ellas, siendo capaces así de descifrar lo que oculta este palimpsesto matritense.

P. D. Este paseo está dedicado de manera especial a Marta, que hoy celebra su cumpleaños, con el deseo y la esperanza de que nunca pierda esa curiosidad por la vida que le caracteriza, marca distintiva de toda buena flâneuse. ¡Muchas felicidades!

chambergo.- El DLE lo define como un sombrero de copa más o menos acampanada y de ala ancha levantada por un lado y sujeta con presilla, que solía adornarse con plumas y cintillos y también con una cinta que, rodeando la base de la copa, caía por detrás.

En Andalucía se llama así a un sombrero blando de fieltro de ala ancha y en la Argentina, donde también recibe el nombre de chamberguito, es uno flexible, sin armadura, no siempre de ala ancha. Moliner señala que es asimismo una manera informal de referirse a cualquier sombrero. De uno que se parece al que aquí nos ocupa se dice que es achambergado.

El origen de este vocablo lo encontramos en Charles Schömberg (1601-1656), mariscal y par de Francia, quien introdujo la moda en el uniforme durante la guerra de Cataluña hacia 1650.

Ese modo de vestir, denominado a la chamberga, en boga a finales del siglo xviii y en el xviii, hacía referencia a las prendas, especialmente la casaca, semejantes a las que llevaban los integrantes, llamados también chambergos, de la Guardia Chamberga, instituida en Madrid por la regente Mariana de Austria en 1669 durante la minoría de edad de Carlos II para su protección.

cachimba.- Del quimbundo —lengua bantú que se habla en Angola— kišima ‘hoyo, poza’, quizá a través del portugués brasileño cacimba ‘poza’, ‘hoyo que se hace para buscar agua y cachimbo ‘pipa’. El historiador y lingüista Leo Wiener sostenía en su obra Africa and the discovery of America (1922) que el origen último de esta palabra se encontraba en el árabe, desde donde llegó al África negra.

Su significado más usual es el de pipa, instrumento para fumar, pero si cruzamos el charco —y no debemos olvidar que hasta la edición de 1956 mantuvo la marca de americanismo en el diccionario académico— encontramos, entre otras y según los países, las siguientes acepciones: cacimba, hoyo que se hace para buscar agua potable; colilla de un puro; vulva de la mujer o de un animal hembra; borrachera; cápsula vacía de arma de fuego; semblante adusto; calabaza alargada; marihuana; mentón prominente del prognato; instrumento de percusión de origen africano…

En cuanto a locuciones, llenársele la cachimba de tierra a uno significa enojarse o no soportar más una situación; mandar a la cachimba es rechazar a alguien bruscamente por algo que hace o dice y ponerse una cachimba es sinónimo de emborracharse.

dandi.- Adaptación al castellano del inglés dandy, aunque en esta forma podemos encontrarlo en la obra de escritores de la talla de Valle-Inclán, Baroja, Clarín, Torrente Ballester o Cela.

Es voz que ha corrido alguna peripecia en el diccionario académico, que actualmente lo define como un hombre que se distingue por su extremada elegancia y buenos modales. Sin embargo, cuando la RAE la incorporó en 1936 la consideró sinónimo de petimetre, palabra que encierra un matiz despectivo. Esto se mantuvo hasta la edición de 1947. Después desapareció del DLE para reaparecer en 1984 prácticamente con la acepción que mantiene hoy en día.

Su origen no está claro. Una teoría lo hace proceder de dandyprat ‘enano, paje, persona insignificante’, una palabra de la época isabelina; otra sostiene que lo hace del francés Dandin, apellido de un personaje ridículo, Pierre Dandin, empleado por autores como Rabelais y Molière, derivado de dandiner ‘caminar torpemente’. Desde el inglés dandy regresó al francés.

El venezolano Rafael María Baralt, primer hispanoamericano elegido académico de número, sostenía en su Diccionario de galicismos (1855) que a nuestro idioma llegó precisamente desde el país vecino.

A la cualidad de ser un dandi se la denomina dandismo.

horcas caudinas.- Pasar alguien por —o bajo— las horcas caudinas es una locución verbal que define el hecho de tener que doblegarse, hacer por obligación algo que no se desea, en ocasiones teniendo que soportar condiciones humillantes, sufriendo la natural vergüenza que ello conlleva. Es equivalente a otras como pasar por el aro o tener que hacer algo por el artículo 33.

Para encontrar sus orígenes debemos remontarnos a la antigua Roma, a la conocida como segunda guerra samnita —pueblo de la Italia central—. Según cuenta el historiador Tito Livio en su Historia de Roma, conocida también como Décadas, en el año 321 a. C. los samnitas consiguieron engañar al ejército romano y bloquearlo en el desfiladero conocido como Horcas Caudinas —Furculae Caudinae en latín— por su cercanía a la ciudad de Caudio.

Cuando, acuciados por el hambre, los romanos se rindieron tuvieron que pasar por la humillación de pasar, despojados de sus armas y casi toda su vestimenta, por debajo de un yugo que los samnitas formaron con dos lanzas clavadas verticalmente en el suelo y unidas por otra por arriba, lo que obligaba a los prisioneros, desde los dos cónsules que dirigían la campaña hasta al último de los legionarios, a bajar la cabeza en señal de sumisión para atravesarlo.

mamarracho.- Se dice coloquialmente de una persona ridícula o estrafalaria o de una cosa muy mal hecha o que mueve a risa. Es utilizado asimismo como insulto.

Del árabe andalusí *muharráğg o *muharríğ, y este del árabe muharriğ ‘bufón’. La forma masculina se emplea también para el femenino.

Corominas sostiene que es una alteración de momarracho, que a su vez lo es de moharrache o moharracho —persona sin valor ni mérito o aquella que se disfraza ridículamente en una función para entretener a los demás, haciendo gestos ridículos, según el DLE— por influjo de momo ‘gesto, mofa’, por alusión a Momo, figura mitológica griega relacionada con el escarnio y las burlas.

Relacionadas con ella encontramos también en la obra académica las palabras homarrache, persona disfrazada grotescamente; mamarrachada, conjunto de mamarrachos o acción desconcertada o ridícula, y mamarrachista, persona que hace mamarrachos.

Además, en Bolivia y en Cuba se emplea el término mamarrachero con ese mismo sentido de persona estrafalaria y descuidada en el vestir y en Uruguay mamarrachento es quien hace mamarrachos o quien viste ostentosamente, pero sin elegancia.

 

La cita de hoy 

«Esa es la bohemia, la que consiste en derrochar la vida y el ingenio y el oro, sin fijarse en el mañana: pero cuidándose del hoy y combatiendo a diario por algo que siempre es grandioso, aunque muchas veces sea irrealizable: la conquista del porvenir. […] La otra podrá ser bohemia también, pero no es la bohemia del artista; es la bohemia del tahúr, del mendigo y del miserable. En una palabra: la bohemia de la impotencia».

Joaquín Dicenta

 

El reto de la semana

Teniendo en cuenta la situación de precariedad que caracterizaba la vida de los bohemios, ¿qué ataque –del que, a pesar de su nombre, no tendríamos que salir necesariamente heridos- habría sido de lo más lógico que hubiéramos sufrido en nuestro paseo de hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)

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