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La expansión de la covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, nos obliga por ahora a permanecer en nuestra vivienda, paralizando en gran medida la actividad social y económica de nuestro país (y de otros muchos) con el objetivo de poder frenar la pandemia.

A pesar de ello, o precisamente por ello, hay quienes no pueden permitirse retirarse a su casa y siguen al pie del cañón para garantizar que sigamos funcionando como sociedad, aportando además, en determinados ámbitos, su granito de arena para poder terminar con la amenaza.

De entre estos últimos queremos reconocer hoy aquí el papel desempeñado por un colectivo —el que más próximo se encuentra a nosotros de entre todos los que forman el contingente sanitario, además— al que en ocasiones, tal vez por esa misma cercanía que nos impide a veces contemplar la realidad con una cierta perspectiva, olvidamos incluir en nuestro reconocimiento.

Un grupo de personas que cotidianamente, cuando la vida discurre por sus cauces normales, ofrece a todos los que en un momento u otro tenemos que recurrir a ellos mucho más de lo que burocráticamente les prescriben la ley de regulación de servicios de las oficinas de farmacia y el resto de la normativa aplicable. Lo hacen sin importar la hora o el día, pues el servicio está garantizado en todo momento y, por descontado, continúan haciéndolo en estos momentos de zozobra general.

Por ello, recorreremos hoy cinco palabras relacionadas con estos hombres y mujeres, convirtiendo este paseo en un pequeño homenaje y un aplauso a unos profesionales de los que se puede afirmar, parafraseando lo que se dice del servicio postal estadounidense, que ni la nieve, ni la lluvia, ni el calor, ni la oscuridad de la noche —ni el coronavirus, añadiríamos ahora— les impedirán cumplir con su cometido. Gracias a todos ellos.

farmacia.- Término que hace referencia tanto el conjunto de conocimientos relativos a la preparación y combinación de productos para prevenir, remediar o aliviar las enfermedades, o para preservar la salud, como a su profesión o al local, despacho o laboratorio, en que esta se lleva a cabo.

Del francés antiguo farmacie, tomado del bajo latín pharmacia y este del griego pharmakeía ‘empleo de los medicamentos’, de phármakon ‘medicamento’.

En el Diccionario de autoridades (1737) y en las ediciones de 1783 y 1791 de la obra académica aparecía también la forma pharmacia.

La farmacia que está abierta al público durante la noche, los domingos o los días festivos es llamada en España farmacia de guardia y farmacia piloto en Cuba. En la mayor parte del resto de países hispanohablantes se la conoce como farmacia de turno.

En algunos países centroamericanos y en Ecuador se utiliza la locución verbal llevar o tener la farmacia abierta y el doctor dormido para señalar festivamente que alguien lleva la bragueta abierta.

A su vez la última edición del DLE incorporó el término parafarmacia, con el significado de establecimiento o parte de uno en que se venden productos que, aunque no son medicamentos, suelen comercializarse en las farmacias.

farmacéutico.-. Como sustantivo, es la persona legalmente autorizada para ejercer la farmacia como profesión.

Además de boticario, recibía también el nombre de farmacopola, que aunque el propio Diccionario de autoridades (1737) señalaba que ya entonces era voz de poco uso, se ha mantenido en el diccionario hasta nuestros días. En algunos países americanos encontramos además el acortamiento farmaceuta.

En España descubrimos también el rastro de la palabra farmacéutico en el ámbito castrense, pues según la ley de la carrera militar (2007) el sustantivo farmacéutico se usa para acompañar a todos los empleos –cabo, teniente, comandante…− de la especialidad fundamental de Farmacia en el Cuerpo Militar de Sanidad. Por su parte, la sección auxiliar del antiguo Cuerpo de Sanidad de la Armada contemplaba los empleos de farmacéutico mayor, farmacéutico primero y farmacéutico segundo.

Como adjetivo, farmacéutico designa lo perteneciente o relativo a la farmacia. De manera similar a lo que sucedió con farmacia, entre 1737 y 1791 la Academia incluyó para este la forma pharmacéutico, mientras que farmacético, asimismo como adjetivo, se mantuvo hasta la edición de 1992.

Como forma farmacéutica se conoce el modo en que se presenta preparado un medicamento para su administración.

triaca.- Del árabe andalusí attiryáq, este del árabe clásico tiryāq, a su vez del latín theriăca, y este del gr. thēriak [antídotos] ‘remedio contra la mordedura de animales venenosos’, derivado de thēríon ‘fiera’.

También lo podemos leer con las formas, desusadas, atriaca, atríaca, teriaca y la ya desaparecida thriaca.

Es una preparación farmacéutica usada de antiguo, compuesta de muchos ingredientes, entre los que ocupa un lugar preeminente el opio. Se ha empleado para las mordeduras de animales venenosos. El Diccionario de autoridades (1739) indicaba al respecto que el ingrediente principal lo constituían «los trociscos de la vívora» (sic), animal que se consideraba antídoto contra cualquier veneno.

Aunque en su definición el DLE solo explicita la presencia del opio entre sus componentes sí hace referencia expresa en las respectivas entradas del diccionario a que en su elaboración participan también el helenio, una planta vivaz de la familia de las compuestas; el cálamo aromático, raíz medicinal del ácoro, planta de la familia de las aráceas y la zamarrilla, de la familia de las aráceas.

De este vocablo derivan triacal y teriacal, para referirse a lo que es de triaca o tiene alguna de sus propiedades; atriaquero, un sinónimo de boticario hoy en desuso; triaquero, la persona que hace o vende triaca y otros ungüentos o drogas y triaquera, una caja o bote para guardar triaca u otra droga medicinal.

botica.- Otra nombre que recibe la farmacia, el local donde se elaboran y despachan medicamentos. También se denomina así al conjunto de medicinas suministradas o gastadas −«Me gasto un dineral en botica», por ejemplo− o, directamente, a un medicamento, droga o mejunje.

Procede del griego bizantino apothkē ‘depósito, ‘almacén’, que también se encuentra en el origen de apoteca, sinónimo de botica, y de bodega.

En relación con esta última debemos recordar que la incorporación de botica al ámbito sanitario se produce en la primera mitad del siglo xv; antes tenía el significado, que aún se mantiene en Aragón, de tienda, lugar de venta.

Tiene, además, otra acepción ya en desuso: la de vivienda o aposento amueblado y dispuesto para ser habitado –antiguamente hacía referencia también a la habitación o dependencia de que disponían las prostitutas en los burdeles−.

El Diccionario académico recoge además dos locuciones coloquiales en las que es protagonista: haber de todo como en botica, que se emplea para indicar que en un lugar existe un surtido muy variado de cosas o que allí no falta nada de lo que es necesario para llevar algo a cabo, y recetar de buena botica, haciendo referencia al hecho de gastar mucho por tener padres u otras personas que facilitan los medios.

boticario.- Farmacéutico, persona encargada de una botica, que ha cursado los estudios de la carrera de farmacia, que está legalmente autorizada para ejercer la farmacia. El Diccionario de la lengua española incluye todavía, remarcando su carácter coloquial y su poco uso, que en femenino tiene también la acepción de mujer del boticario.

Son sinónimos suyos apotecario, apoticario y, como ya hemos visto, atriaquero.

Voz documentada en nuestro idioma desde 1134, Covarrubias sostenía en el Tesoro de la lengua castellana (1611) que «es el que vende las drogas y medicinas, y por razón de tenerlas en botes le llamamos boticario». El Diccionario de autoridades (1726) ya estableció que emana de botica, a la que se añadió –ario, sufijo que forma sustantivos que significan, entre otras cosas, profesión.

Como ojo de boticario se conocía al mueble, también denominado cordialera, en que se guardaban los remedios más preciados y costosos –la Academia habla de lugar seguro para guardar estupefacientes y ciertos medicamentos−. De ahí que por antífrasis se emplee, en sentido irónico, la locución como pedrada en ojo de boticario para indicar que, cuando no se espera, sucede algo muy apropiado y además en el momento oportuno.

Hasta la edición de 1984 el DLE recogía que en germanía, el argot de la gente del hampa, se llamaba boticario al mercero, el que comerciaba con cosas menudas y de poco valor.

 

El refrán de hoy

«A letra de médico, ojo de boticario»

 En este caso «ojo» se refiere al propio farmacéutico, pues si proverbial resulta la mala caligrafía de los médicos, que en numerosas ocasiones resulta ininteligible para el común de los mortales, no lo es menos la capacidad de los boticarios para descifrarla y poder así dispensar los medicamentos prescritos. Por ello se dice también, con clara intención irónica, aquello de que «era tan clara la letra de aquel médico que el farmacéutico no la entendía».

 

El reto de la semana

¿Qué palabra, que podemos encontrar cada día en la farmacia, tendrían en común este paseo y el piscolabis con el que nos regalamos cada vez que terminamos uno?

 

(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)