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Encontró el paseante en estos días de recogimiento obligado un hilo en Twitter que jugaba a imaginar cómo serían las películas sobre esta pandemia rodadas por distintos directores: Almodóvar; Scorsese; Tarantino; Cameron…Le dio entonces por pensar en posibles obras literarias escritas por autores diversos –muy probablemente habrá también hilos tuiteros al respecto− y terminó convencido de que sin duda alguna una de las más interesantes sería la imaginada por Valle-Inclán.
Ayudó a ello haber leído hace unas semanas Valle-Inclán noir, libro de bellísima factura, tanto interna como externa, en el que la editorial @La_Felguera reúne una selección de los mejores poemas, conferencias, artículos y ensayos que el autor dedicó al misterio, al ocultismo, a lo invisible. Sus páginas nos llevan a pasear por ese mundo sobrenatural de cuyas fuentes bebió desde su misma infancia en su mágica Galicia natal, pero también por el de las visiones modernistas de una sociedad que se enfrentaba a profundos cambios −¿como la nuestra ahora?− y por el del lado oscuro, noir, de nuestra existencia y su luz, oscura, sí, pero luz al fin y al cabo.
Como quiera que, y así nos lo recuerda Ramón Mayrata en el prólogo, «bien se sabe que las palabras no rehúyen lo que no es visible», pasearemos hoy por cinco de ellas empleadas para escribir sobre ello por un autor tan inclasificable como excelso de quien no estamos seguros de poder afirmar con seguridad si su vida estuvo a la altura de su obra o viceversa.
buhonero.- La persona que lleva o vende cosas de buhonería, palabra derivada de aquella y que es el conjunto de baratijas y cosas de poca monta, como botones, peines, agujas cintas…
Aunque el DLE no lo especifica también deriva de ella bujería, chuchería o mercadería de poco valor y precio –hecha de vidrio, estaño, hierro, etc.−, especialmente, como señala Corominas, la que se entregaba a los indios.
Se escribe igualmente en la forma bohonero, aunque está en desuso, y en otros tiempos llegó a emplearse también buhunero.
Aunque en un principio se pensó que podía venir del italiano bugione ‘embaucador, embustero’, hoy en día se considera que lo hace del antiguo buhón, este de bufón, y este de la onomatopeya buff, expresiva de la verborrea con la que el buhonero hace propaganda de su mercancía presentándola como la mejor.
Esto último queda reflejado en el refrán, que encontramos en el acto ix de La Celestina, Cada buhonero alaba su mercancía.
Además del ya citado bufón la obra académica recoge como sinónimos cajero; gorgotero; mercachifle y charanguero, este último utilizado en los puertos de Andalucía.
Cruzando el charco encontramos que en el español de América también recibe los nombres de chacharero y varillero en México; falte en Chile y pacotillero en este país y en Guatemala. A su vez en la República Dominicana y en Venezuela un buhonero es, por extensión, un vendedor ambulante en general, que es la definición que ofrece Moliner.
abad.- Del latín tardío abbas, abbātis, este del griego abbâ, y este del siriaco abbā ‘padre’, según el DLE. Corominas se inclina por el arameo abba.
La forma femenina, abadesa, también del latín tardío: de abbatissa.
Tiene como primera acepción la de superior al que corresponde la autoridad jurídica de un monasterio, pero sirve igualmente para referirse a otras dignidades católicas: al superior de algunas colegiatas; en los antiguos cabildos catedralicios, al título de una dignidad; a un cura párroco en general; al título honorífico de un noble lego que por herencia poseía una abadía con títulos secularizados o al cura elegido por sus compañeros para presidirlos en cabildo durante algún tiempo.
En algunos lugares también es conocido como abad el máximo responsable de una cofradía o hermandad.
Como abad comendaticio se conoce al que, por merced papal disfrutaba de ciertas rentas sobre una abadía, sin regirla ni residir en ella; abad bendito se llamaba al que ejercía y tenía jurisdicción cuasi episcopal y abad mitrado es el que tiene derecho a usar insignias episcopales, como la mitra.
El abad, una figura tradicionalmente prominente y poderosa, es protagonista de numerosos dichos y refranes, en los que con frecuencia no sale bien parado. Valgan como ejemplo:
A mal abad, peor sacristán (Quien es ruin acabará por toparse con alguien peor).
El abad de Bamba, lo que no puede comer dalo por su alma (En referencia a aquellos que solo son generosos con lo que nos les sirve para nada).
El abad que no tiene hijos es que le faltan los argamandijos (Aludiendo a la lujuria de muchos de estos clérigos).
rueca.- Utensilio que se utilizaba antiguamente en el hilado, consistente en una vara delgada con una pieza en la parte superior en forma de piña, llamada rocadero o rocador, que servía para colocar el copo de la materia que se iba a hilar: lino, algodón, lana…
En cuanto a su origen etimológico, Covarrubias (1611) sostenía que podía estar en roca, por tener esa forma el rocadero, y el Diccionario de autoridades (1737) aventuraba que también podría deberse al «nombre hebreo rucang, que quiere decir roca.» Hoy en día se considera que proviene del germánico *rŏkko, introducido, según Corominas, en el latín vulgar desde fecha muy antigua, quizá por el mayor desarrollo de la hilandería entre los pueblos llamados bárbaros que entre los romanos.
Simbólicamente, al igual que el huso o la lanzadera –otros dos instrumentos relacionados con el hilado y el tejido− la rueca se vincula con el tiempo, el inicio y la conservación de la creación. Tienen asimismo un sentido sexual. Son atributo de las parcas, las deidades de la mitología romana que hilan la trama de la vida y cortan el hilo.
El término rueca tiene, además, una segunda acepción: la de vuelta o torcimiento de alguna cosa, mientras que en germanía hacía referencia a la espada del cobarde, por lo que era también símbolo de la cobardía.
De forma figurada y coloquialmente se denominaba pelarruecas a una mujer pobre que vivía de hilar.
fiambre.- De *friambre, derivado de frío, por disimilación.
Comida de carne preparada de forma –cocida, asada o curada− que pueda conservarse durante mucho tiempo y que por lo general se consume fría.
Ángel Muro hacía ya hincapié en su Diccionario general de cocina (1892) en que para que un manjar pueda ser considerado fiambre es preciso que haya sido preparado para este fin; si fue cocinado para comerlo caliente no basta que esté frío para que se le pueda considerar como tal
Coloquialmente la palabra adquiere dos significados más:
1) Algo que ha perdido actualidad u oportunidad. Esto se aplica especialmente a una noticia o información pasadas de tiempo. En Francia se denomina así –la forma es viande froide− a la biografía de personalidades que se tiene ya redactada y guardada en reserva para utilizarla en el momento oportuno, especialmente cuando hay que publicar la necrológica.
2) Un cadáver, convirtiéndose así en disfemismo –modo de decir que consiste en nombrar una realidad con una expresión peyorativa o con intención de rebajarla de categoría− de muerto o fallecido.
El Diccionario de americanismos recoge varios tipos de alimentos que reciben este nombre, entre los que destaca un plato nacional de Guatemala, elaborado con una mezcla de carnes, embutidos y encurtidos de verduras, que se come tradicionalmente el día de Todos los Santos.
macabro.- Adjetivo que se aplica a aquello que participa de la fealdad de la muerte y de la repulsión o terror que esta suele causar.
Se dice también de la persona aficionada a cosas macabras.
Es vocablo de origen un tanto incierto. Cuando en 1914 se incorporó al diccionario de la RAE se consideraba que procedía del árabe macbora ‘cementerio’. En la edición de 1956 se pasa a hablar del también árabe maqābir ‘tumbas, cementerio’, en línea con lo defendido en 1944 por el arabista Asín Palacios; actualmente, tras un giro copernicano introducido en 2001, se hace referencia al francés macabre, y este al antiguo [dance] Macab[r]é ‘danza de la Muerte’.
Esta era una representación teatral medieval, probablemente de inspiración religiosa, en la que, en una ronda fúnebre, la muerte bailaba alternativamente alrededor de una tumba con personas de toda condición social.
Pero también en el idioma de nuestros vecinos encontramos poca certidumbre respecto a la procedencia de este término. Tras desechar por falta de fundamento las etimologías orientales consideran plausible que Macabré traiga principio del nombre hebreo Macabeo a través de cuatro posibles vías: 1) sería el nombre de un pintor autor de una danza macabra que inspiró al escritor Jean Le Fèvre el poema La dance (de) Macabré; 2) habría sido el nombre de un poeta autor de los textos que acompañaban a una representación pictórica de la danza de la muerte; 3) el autor de una danza macabra (tal vez el propio Le Fèvre) habría atribuido su prólogo a un «predicador» llamado Judas Macabeo; 4) la danza de la muerte habría sido en origen una representación del martirio de los santos sirios conocidos como los siete hermanos macabeos, que murieron por defender su fe.
La cita de hoy
«El hombre que más entiende es el que más ama y el amor es la flor de la moral».
Ramón del Valle Inclán
El reto de la semana
¿Con que pescado, cuyo nombre deriva de una de nuestras palabras protagonistas hoy, podríamos recuperar fuerzas tras el paseo?
(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)
Sollastre espero que te encuentres bien en este maldito confinamiento, tú con tus comentarios y vocabulario me haces el fia menos eterno y más entretenido. Buena semana.
Todo bien por ahora en este recogimiento obligado y confío en que tú también. Celebro que sigas disfrutando de estos recorridos «diccionariles». Gracias mil, Esperanza, una vez más por seguir acompañándonos.
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