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Como saben bien quienes suelen asomarse a estos paseos, la página de Bienvenida de este blog deja claro que el objetivo último de emprenderlos no es otro que el de disfrutar de las palabras. Y para ello paseamos cada vez por cinco de ellas conectadas por un nexo que las reúne.

Ese vínculo puede ser un libro en el que las hemos encontrado; la carta o el menú de un restaurante en el que nos hemos deleitado; la figura de alguien a quien queremos rendir homenaje; una efeméride… Los motivos para adentrarnos en las páginas del diccionario pueden ser tan variados como prácticamente inagotables.

El de esta semana lo ha originado una afición: la que siente Carmen por la costura y que le llevó a sugerir al paseante —envío de más de cien nombres de tejidos y telas mediante— que estuviera por la labor, nunca mejor dicho, y se sumergiera entre agujas, dedales, pespuntes e hilvanes para tramar estas líneas.

Aceptada la propuesta y confiando en no meternos en ningún telar —en uno de los sentidos con que se emplea en tierras leonesas esta palabra que allí alcanza categoría de comodín: asunto complicado o enredado— pasearemos hoy por cinco tejidos que nos han llegado de allende nuestras fronteras y que se unen a otras que ya vimos en su momento, como bernia, crinolina, dril, felpa, fililí, milánmuselina o sinabafa, en la seguridad de que en este tema del cosido aún queda mucha tela por cortar.

anascote.- Tela delgada de lana, asargada por ambos lados y empleada generalmente para mantos de mujeres. Asimismo, la usaban para sus vestidos las mujeres del pueblo en algunas provincias de España y diversas órdenes religiosas para confeccionar sus hábitos o monjiles; de ahí que en Moliner aparezca definida como tela de hábito. Además, antiguamente se llamaba también así a una tela de seda, parecida igualmente a la sarga.

Palabra documentada en español por vez primera en las Ordenanzas de Sevilla (ed. 1527), deriva del francés antiguo anascot, y este de Hondschoote, ciudad de Flandes (departamento del Norte) que en el siglo xvi tenía fábricas de hilados y no, como bien señala Corominas, de Aarschot, villa de Brabante, como se había supuesto en su momento.

En un viaje de vuelta el castellano anascote regresó a Francia y se instaló en su idioma, metátesis por medio, como anacoste. En esta misma lengua existe la palabra escot, un tejido cruzado de lana que se utilizaba para confeccionar ropa religiosa, vestidos de luto y delantales, cuyo origen etimológico se atribuye a la misma población flamenca.

damasco.- El diccionario académico lo define hoy como una tela fuerte de seda o lana y con dibujos formados por el tejido.

El Diccionario de autoridades (1732), en cambio, nos brindaba una definición mucho más colorida: «tela de seda entre tafetán y raso, labrado siempre con dibuxo. Haile doble y simple, y de distintos colores. Es tela noble, y la usan las Señoras, y Caballeros» para vestidos y colgadúras. Latín. Damaescenum sericum».

Damasco es también otro nombre por el que se conoce al albaricoquero y a su fruto.

Procede de del nombre de la ciudad siria de Damasco, «de donde se importaron estos artículos» según reza el DLE.

Entre 1925 y 1992 también podíamos encontrar en él la forma adamasco, que fue en la que se documentó por vez primera esta palabra en castellano, en el siglo xv.

De la acepción textil de esta voz derivan adamascado y damascado —tela parecida al damasco—; adamascar —dar a las telas aspecto parecido a él—; damasquino —ropa u otro objeto hecho con esta tela— y damasquillo —un tejido de seda o lana parecido al damasco en la labor, pero con menos cuerpo—.

cambray.- Volvemos a tierras galas para encontrarnos con esta especie de lienzo blanco y fino, del que el Diccionario de autoridades (1729) añadía que servía para hacer sobrepellices, pañuelos, corbatas, puños y otras cosas.

Recibe su nombre de la localidad francesa de Cambray, donde en 1529 España y Francia firmaron la que sería conocida como Paz de las damas, que ponía fin a la guerra de la Liga de Cognac.

Aunque su uso es minoritario también se emplea en castellano la grafía Cambrai y como cambrai aparece recogido en Covarrubias el nombre de este textil.

El diccionario incluye algunos términos directamente relacionados con esta voz: acambrayado o cambrayado, que se predican de lo que es parecido a él; cambrayón, un lienzo parecido, pero menos fino; estopilla, un lienzo o tela muy delgada, como el cambray, pero muy rala y clara, semejante en lo transparente a la gasa; o estopilla de Suiza, un cambray ordinario.

A su vez, las contramangas eran un adorno antiguo hecho de cambray o tafetán que usaban hombres y mujeres para cubrir las mangas de la camisa.

nailon.- Resina sintética del grupo de las poliamidas de la que se hacen filamentos muy resistentes y elásticos, empleados especialmente en la fabricación de distintos tipos de tejidos.

Cuando en la edición de 1970 incorporó esta voz el diccionario de la RAE aseguraba que procedía del inglés nylon, que calificaba como nombre facticio, es decir, artificial. Ahora señala que lo hace de Nylon®, marca registrada.

Respecto al origen de esta palabra circula la versión, sin base real, de que es un acrónimo formado por las iniciales de Nueva York (NY) y las tres primeras letras de Londres, representando las dos ciudades involucradas en el lanzamiento del nailon. Sin embargo, la capital británica no tuvo nada que ver en ese desarrollo, que se efectuó por completo al otro lado del Atlántico.

La realidad, sin duda más prosaica, es que el nombre fue creado por la compañía química estadounidense DuPont, inventora de este polímero en los años 30 del siglo pasado, a partir de una sílaba genérica aleatoria nyl- y –on, una terminación habitual en nombres de fibras (como en cotton ‘algodón’, rayon ‘rayón’, dacron ‘dacrón’…).

El DLE ha incorporado también la forma nilón.

organdí.- Tejido muy ligero, fino y transparente —el propio DLE lo pone, junto con la gasa, como ejemplo del término vaporoso— hecho de algodón. Generalmente es de color blanco y con bastante apresto, lo que le confiere una textura rígida.

Procede del francés organdi, documentado ya en 1723 en ese idioma con la forma organdy, que puede corresponder a una alteración de Organzi, nombre medieval de Urgenc, ciudad del Turquestán ruso u occidental, que era conocida en la Edad Media por ser un importante centro textil con un destacado mercado de la seda.

La RAE sí cita esta población, que hoy forma parte de Uzbekistán, al describir la etimología de la organza, tejido de seda o algodón semejante al organdí, más blando que este y más fino que la muselina, de colores o estampado y empleado especialmente para la confección de ropa femenina.

En este caso el nombre proviene del italiano orgànza, que lo tomó prestado del francés organsin —lo que no refleja el diccionario académico—, que tiene también su origen en la localidad ya mencionada.

 

El dicho de hoy

Poner/estar en tela de juicio.

Poner en duda, desconfiar acerca de la certeza de algo o de alguien, y también estar algo o alguien sujeto a maduro examen

El dicho de hoy se trata en realidad de un trampantojo, pues aquí tela no es la palabra que nos remite a un material textil, sino otra homógrafa que daba nombre en la Edad Media al recinto en que se llevaban a cabo justas y torneos y que servía también muchas veces para dirimir pleitos, convirtiéndose en lugar de juicio.

Ese espacio dispuesto para que lidiaran dos o más personas recibía asimismo el nombre de liza, de donde proviene la expresión estar en liza, estar en disputa dos o más personas.

El reto de la semana

¿Con qué tela, cuyo nombre, que parece una apócope, nos lleva a pensar en un imperio que duró hasta comienzos del siglo xx podían estar hechas nuestras ropas para este paseo?

(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)