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Ponerse en los zapatos de alguien es una locución que se emplea para hacer referencia a la empatía, ese sentimiento que nos lleva a identificarnos con alguien y comprender los suyos; en definitiva, a ser conscientes de cómo siente el mundo, de la forma en que experimenta la vida. No sabe el paseante cómo será ponerse literalmente en los zapatos que diseña Manolo Blahnik -si bien él mismo asegura que «si no hay confort, la estética, adiós»-, pero sí que no resulta difícil entender su visión de la existencia y el arte, conceptos inseparables para él.

Pensaba en esto mientras recorría la exposición que el Museo Nacional de Artes Figurativas dedicó en Madrid al creador -o «dibujante de zapatos», como gusta calificarse- canario, cinéfilo empedernido que se autodefine como «excéntrico, neurótico, clásico y humilde». Un nombre que resulta piedra angular de la evolución del calzado femenino en la sociedad de los siglos XX y XXI y que a la hora de diseñar se deja guiar por su intuición artística sin tener en cuenta las tendencias de la moda. Alguien que al final de la muestra nos ofrece también un postrer consejo: «No te tomes las cosas en serio, procura divertirte. Esto es lo más importante».

Desfilaremos esta vez por cinco palabras inspiradas por los nombres –Odalisca, Pimiento, Margarita, Cimera, y Tarquinius– de algunas de sus creaciones, esas que dibujadas, recortadas, pegadas, mezclando materiales de todo tipo -madera, papel, tela, plástico…-pasan por hasta 50 procesos de producción antes de convertirse en auténticos iconos del estilo. Obras de arte, pues eso son, a las que, por cierto, a su autor no le gusta nada que sean llamadas «manolos».

odalisca.- Del francés odalisque, que lo tomó prestado, con la adición de una s parásita del turco odalk, de oda ‘aposento, cámara’ y el sufijo –lk, indicativo aquí de destino. Propiamente, ‘quien pertenece al aposento. Se denominaba así a la esclava destinada al servicio del harén del Sultán de Turquía. Es decir: servían a las mujeres del serrallo del que también era conocido como el gran turco, no a este directamente. A pesar de ello, en Europa se extendió un uso impropio del término, que lo hizo equivalente de concubina, amante e incluso prostituta en ocasiones. La odalisca, generalmente representada desnuda, recostada en una cama o apenas vestida con velos ligeros, fue un motivo habitual en la pintura del siglo XIX influida por el llamado Orientalismo, la interpretación artística en occidente -muchas veces estereotipada- de determinados aspectos de culturas orientales.

pimiento.- Como ocurre en otros casos, este término es más empleado para referirse al fruto -de color rojo, verde o amarillo, baya hueca y forma más o menos cónica- que a la planta que lo produce originaria de América y con infinidad de variedades, de las que el diccionario académico cita expresamente el morrón -también llamado «de bonete» o «de hocico de buey»-, el del piquillo, el de cornetilla y los de Indias y de cerecillas, otros nombres estos dos últimos para la guindilla, uno pequeño que pica mucho. Procede del latín pigmentum ‘color para pintar’. También se llama «pimiento» al pimentón, que es su polvo molido; a la roya -un tipo de hongo- y al arbusto de la pimienta. Respecto a esta última, Covarrubias afirmaba que aquel quemaba como esta, de forma que aderezándolo con tostarlo en el horno suplía a la pimienta. Por otra parte, locuciones como importar, o no importar, un pimiento o no valer un pimiento indican que algo importa poco o nada o vale muy poco.

margarita.- Aunque la acepción más usual y conocida hoy -aunque tal vez también pueda serlo la que da nombre al cóctel preparado con tequila- sea la de la flor de pétalos blancos y centro amarillo, entre sus significados está también el más desconocido de «perla», lo que no resulta extraño dado que esta voz deriva del latín margarīta ‘perla’, y este del griego margarítēs, si bien ya Corominas avisa de que con este sentido es voz culta, con escaso arraigo en el Siglo de Oro y hoy en desuso -lo que no marca el DLE-.  Ese mismo origen etimológico lo encontramos también en «margarina», por comparación de su aspecto con el de la madreperla y en un curioso término derivado que aparecía en el Diccionario de Autoridades (1732) y que la RAE dejó de recoger a partir de 1791: «diamargaritón», compuesto farmacéutico cuyo principal ingrediente eran las perlas y que servía para fortificar el corazón, la cabeza y el estómago.

cimera.- Otro vocablo que llegó a nuestros idioma desde el griego, chímaira, a través del latín, chimaera ‘monstruo imaginario, quimera’. Documentada por vez primera en el Cancionero de Baena, a comienzos del siglo XV, da nombre a la pieza que remataba la parte superior del yelmo o la celada de las armaduras para dar altura al caballero o para imponer miedo al enemigo y que con frecuencia representaba a un animal quimérico. En heráldica designa a un adorno que en los blasones se coloca igualmente sobre el yelmo o celada a imitación de esos remates. En su obra Introducción a la heráldica y manual de heráldica militar española (2010), Eduardo García-Menacho señala asimismo que la cimera -muy poco usual en España, a diferencia de las heráldicas portuguesa, alemana o inglesa- servía en origen para distinguir a unas generaciones de otras, si bien, al igual que los escudos, terminaba en muchas ocasiones convirtiéndose en hereditaria.

tarquinada.- Coloquialmente y poco usada, significa «violencia sexual cometida contra una mujer». Del nombre de Sexto Tarquino, hijo del rey de Roma Tarquino el Soberbio, que según la tradición abusó de Lucrecia, hija de un pariente del mismo rey, quien se suicidó tras haber sido ultrajada. Un paseo por la definición de esta palabra en las distintas ediciones del DLE muestra cómo este refleja en ocasiones la evolución de la sociedad a la hora de considerar diversas cuestiones y los cambios que ello conlleva en el idioma. Autoridades (1739) la define como «violencia torpe contra la honesta resistencia de alguna muger (sic)» -recordemos las acepciones de «torpe» como deshonesto, impúdico, lascivo, ignominioso, indecoroso o infame-; a finales del siglo XIX, la edición de 1899 habla ya de «violencia contra la honestidad de una mujer» y, casi un siglo después, la de 1992 muestra la redacción enunciada al comienzo, que se mantiene hasta hoy.

 

La cita de hoy

“No me gusta hacer balances. Yo vivo el presente e incluso el mañana”.

Manolo Blahnik

 

El reto de la semana

Teniendo en cuenta dónde se celebró la exposición, ¿cuál sería el parque -cuyo nombre lo es también de uno de los modelos de Blahnik- más lógico por el que disfrutar de nuestro paseo de hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)