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Si en el paseo anterior hablábamos de un viaje iniciático a la burgalesa comarca de las Merindades, unos días más tarde el paseante emprendía la relectura -¡uf, casi 29 años después!- de los tres primeros libros que la escritora Ursula K. Le Guin sitúa en el universo fantástico de Terramar y cuya esencia reside en los que a su vez emprenden sus protagonistas: Un mago de Terramar; Las tumbas de Atuan y La costa más lejana.

Si, como nos recordaba a su vez hace poco Ángeles Caso, ‘viajar es el placer más íntimo que existe’, en palabras de Vita Sackville-West, que ese viaje -o varios, como en este caso-, sean leídos, discurran por territorios imaginados y simbólicos, muestren diversos ejemplos de búsqueda interior y evolución personal, incluso desde una cierta óptica taoísta, hacia el Equilibrio y en los que la magia, omnipresente en el trasfondo, asoma como en cuentagotas y nunca como si fueran efectos especiales de una superproducción… añaden un plus de intimidad especialmente confortable, permitiendo conocer nuevos mundos –aunque, como ya advirtiera Paul Éluard, tal vez estén en este- y, a la vez, un poco mejor a uno mismo a través de la lectura.

Embarquémonos con los protagonistas en su barca, Miralejos, y naveguemos por el último de los tres volúmenes citados explorando algunas de las palabras que nos han ido saliendo al paso en los periplos, aventuras y experiencias acumulados por los protagonistas, entre los que no faltan magos, pastores de cabras, sacerdotisas, príncipes… trasunto todos ellos un poco de nosotros mismos.

jábega.- Dos palabras homógrafas aparecen en nuestro idioma. La primera, que es la acepción con la que la hemos encontrado en nuestra lectura, es una embarcación que sirve para pescar, parecida, aunque más pequeña, al jabeque, en donde encuentra origen su nombre. Este a su vez deriva del árabe andalusí šabbák ‘esquife para pescar con redes’. Curiosamente, existe en este caso otra palabra homógrafa, coloquial y poco usada, que hace referencia a una herida causada con arma blanca corta en el rostro. La otra palabra jábega procede también del árabe andalusí, de šábka y este del árabe clásico šabakah ‘red’ y designa precisamente a un tipo de red de pesca de más de cien brazas de largo, compuesta de un copo y dos bandas, de las cuales se tira desde tierra por medio de dos cabos muy largos. El DRAE llegó a albergar una tercera jábega, especie de flauta empleada por los moriscos, que evolucionó posteriormente a jabegajabeba y ajabeba.

quimera.- Del latín chimaera y este del griego chímaira. Palabra con tres acepciones que han tenido su propio recorrido en el DRAE a lo largo de su historia en cuanto a su forma de escribirse. Por un lado, es el nombre de un monstruo mitológico que, según nos describe Cirlot en su Diccionario de símbolos, nació de Tifón y Equidna, al que se representa con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. De su boca surgen llamas. Aunque aparece citado en el Diccionario de autoridades -1729- como chimera, advirtiéndose ya que la ch se pronuncia como k, no fue recogida como acepción hasta 1822. Por otra parte, es una ilusión, algo normalmente de carácter agradable que se piensa o se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo en realidad. También aparecía como chimera en 1729 y en 1803 pasó ya a su actual forma. Por último, el significado de riña, pendencia o contienda, también mostrado como chimera en Autoridades, aparece ya con la actual grafía en 1780.

malaquita.- Piedra constituida por carbonato de cobre, de color verde en zonas de tonalidad distinta. Admite pulimento y se emplea para chapar objetos ornamentales, como por ejemplo muebles, así como para beneficiar el cobre. La azurita, otro mineral, este formado por bicarbonato de cobre, recibe también el nombre de malaquita azul. Tomada del francés malechite, donde aparece ya documentada en la primera mitad del siglo XII, en el Lapidario de Marbode. Proviene del latín molochitis -empleado por Plinio- y este del griego molochitis ‘especie de piedra preciosa’, variante en última instancia de malachi ‘malva’. En este año en que precisamente se conmemora el centenario del fallecimiento de Rubén Darío, el paseante recuerda haber descubierto esta palabra en su ya lejana infancia, como sin duda ocurrirá a muchos de su generación, cuando su madre recitaba el poema del poeta nicaragüense Margarita, está linda la mar, en el que nos habla de ‘un kiosco de malaquita’.

gavilán.- El nombre por el que es conocido el protagonista de la trilogía resulta posiblemente una de las palabras más polisémicas por las que hemos paseado hasta ahora. El DRAE aventura que puede proceder del gótico *gabila, -ans, poniéndolo en relación con el alto alemán antiguo gabila o gabala. El Diccionario académico recoge hasta doce acepciones, entre las que se incluyen dos tipos de aves rapaces; el rasgo que se traza al final de algunas letras; cada uno de los dos lados del pico de la pluma de escribir; los hierros que forman la cruz de la espada, que sirve para defender mano y cabeza; la flor del cardo; un hierro cortante en la punta de la aguijada para limpiar el arado; una composición musical típica del Llano venezolano y colombiano; un uñero; un garfio de hierro usado antiguamente para aferrar las naves; la hoja de un hacha o una persona audaz en los negocios. El Diccionario de americanismos, por su parte, incluye todavía algunos sentidos más de este vocablo.

sortilegio.- Entrada que ha permanecido inalterada desde su aparición en el Diccionario de autoridades en 1739, salvo la supresión a partir de la edición de 1884 del artículo ‘la’ con la que antes se iniciaba: ‘Adivinación que se hace por suertes supersticiosas’, es decir, según convicciones no explicables por la razón -el Diccionario académico incluye ‘creencia extraña a la fe religiosa’-. Este sistema de echar las suertes era un recurso frecuente en el mundo antiguo -como en Roma, por ejemplo- a la hora de tomar una determinación sobre cualquier asunto de la vida cotidiana. Deriva del latín medieval sortilegium, y este a su vez del latín sortilěgus ‘sortílego’, el encargado de realizar la adivinación, compuesto por sors ‘suerte’ y legěre ‘leer’. Los diccionarios de uso, como Moliner o Seco, así como los enciclopédicos llevan tiempo recogiendo también el sentido de sortilegio como embrujo, hechizo, maleficio, encantamiento, cualquier acción realizada por arte de magia o atractivo o influencia irresistible que una persona o cosa ejerce sobre alguien.

La cita de hoy

“No hay seguridad. No hay fin. La palabra ha de oírse en silencio. Para que se vean las estrellas es preciso que haya oscuridad”.

 Ursula K. Le Guin.

 

El reto de la semana

Viajando por mares y tierras de magos, ¿qué otro animal mitológico -cuyo falso diminutivo ya vimos en su momento que designa tanto a un tipo de arma antigua como al estragón- no habría sido raro encontrarnos en nuestro paseo de hoy?

 (La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)

El mapa de Terramar se ha tomado de la página web http://www.docemoradas.com/