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Por una de esas extrañas sincronicidades que a veces se cruzan en nuestro camino el paseante se dio de bruces con la noticia del fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba -con quien se ha verificado una vez más el aserto de Julio Camba que recordábamos con ocasión del paseo que dedicamos a Adolfo Suárez in memoriam– apenas unos días después de terminar de leer, casi del tirón, un libro para el que el político socialista había sido entrevistado. Uno de esos libros que solo te regala alguien que te conoce muy bien, que sabe leer muy bien tu interior y que es plenamente consciente del impacto que va a causar en ti.
Su título, A finales de enero, se completa con un subtítulo que deja claro desde la misma portada qué va a encontrar quien se adentre en él: La historia de amor más triste de la Transición. Una crónica, que no una hagiografía, en la que se entrelazan episodios de un pasado político de España no tan lejano -aunque algunos parecen haberlo olvidado demasiado pronto- con el tristísimo destino personal de sus tres protagonistas: Enrique Ruano, Dolores González y Francisco Javier Sauquillo, cuyas vidas, cuyas muertes, parecen directamente sacadas de una de esas tragedias griegas en las que, como afirmaba Menandro, aquellos que son amados por los dioses mueren jóvenes y, añadiríamos nosotros, su historia termina por convertirse en mito.
Como modesto homenaje a todos aquellos que se dejaron literalmente la vida, de golpe o a plazos, para que hoy podamos vivir las nuestras en libertad el paseante, que al hilo de la lectura ha recordado que la primera carta al director que le publicó el diario EL PAÍS estaba dedicada al vigesimoquinto aniversario de la muerte de Enrique, quiere dedicarles el paseo de hoy, recorriendo cinco palabras encontradas entre unas páginas que trascienden con mucho la historia que albergan, porque es cierto que existiremos mientras nos recuerden.
franquismo.- Nombre del sistema político instaurado por el general Francisco Franco (1892-1975) tras la Guerra de España (1936-1939). Este término ilustra a la perfección cómo la Real Academia Española refleja en sus obras la evolución social del idioma. En la primera ocasión en que se recoge, en el Diccionario manual (1984) -concebido como un compendio y, al mismo tiempo suplemento de su «hermano mayor»- es considerado como el ‘Régimen político del general Franco y características de su gobierno y cuerpo de doctrina’; la edición de 1992 del Diccionario de la lengua española va un paso más allá y lo define como ‘Movimiento político y social de tendencia totalitaria’, mientras que desde la de 2014 se califica como ‘Dictadura de carácter totalitario’. En la obra académica aparecen también los derivados franquista, antifranquismo y antifranquista, posfranquismo y posfranquista -también con las formas postfranquismo y postfranquista– y tardofranquismo, todos ellos con significados fáciles de deducir.
estrambótico.- Coloquialmente, algo extravagante, que se aparta de los usos y costumbres, llegando a resultar estrafalario, curioso, llamativo, ridículo incluso; es decir, sin orden, irregular. Asimismo, se ha aplicado a aquello que está fuera de lugar: a la cosa o a la persona caprichosa y excéntrica que intencionadamente adopta un comportamiento chocante con objeto de provocar. Deriva de estrambote -y este a su vez del italiano strambòtto-, un conjunto de versos que, bien con carácter festivo, bien por gracia o chiste, o incluso por mero adorno y lucimiento se añaden al final de una composición poética, especialmente del soneto. Corominas aventura que nuestro adjetivo quizá viniera ya formado de Italia -está documentado su uso al menos en la región de Calabria-, donde los dialectos modernos, además del significado lírico antedicho, mantienen para strambòtto el de ‘disparate’, ‘tontería’, ‘broma’. En el concejo asturiano de Cabrales se emplea con la forma estrompético, mientras que en algunos países americanos encontramos la deformación estrambólico.
maremágnum.- Del latín mare magnum ‘mar grande’, originariamente se empleaba en el lenguaje familiar para hacer referencia a la grandeza o abundancia de algo. Más tarde incorporó también el sentido de ‘gran cantidad de personas o cosas en desorden o confusión, especialmente con voces, gritos o ruido’. Cuando el Diccionario de la lengua española incorporó este vocablo en 1803 lo hizo en la forma mare magnum -que a partir de la edición de 1832 pasó a tildarse: mare mágnum-, grafía desaconsejada por el Diccionario panhispánico de dudas (2005). Desde 1925 el DLE recoge también maremagno, forma hispanizada que según podemos leer tanto en el citado DPD como en la Nueva gramática de la lengua española (2009-2011) debe preferirse a la variante etimológica latina. Maremágnum (1957) será el título escogido por el miembro de la Generación del 27 Jorge Guillén (1893-1984) para un volumen de poemas en los que se muestra reflejada precisamente la falta de armonía, la «batahola de feria» como escribe en uno de ellos.
fanfarria.- Vocablo que corresponde a una doble significación: por un lado, da nombre a un conjunto de música -que el Diccionario académico califica como «ruidoso»- formado únicamente por instrumentos de metal y de percusión, así como el tipo de composición que suele interpretar, inspirado históricamente en aires marciales y de caza -un ejemplo contemporáneo de esto lo encontramos en la Fanfarria para el hombre corriente (1942) compuesta por Aaron Copland en homenaje a los combatientes aliados en la II Guerra Mundial-; por otro lado, se utiliza coloquialmente para referirse a una bravata, una baladronada e, igualmente, a aquel que se jacta, que se vana de algo. Estas últimas acepciones se encuentran en línea con el verbo del que el DLE lo hace derivar: fanfarrear -es decir, fanfarronear-, con origen en la onomatopeya fanfarr. Con este mismo sentido también encontramos en diversos puntos de España las variantes fanfarrias, fanfarriero, fanfarrioso o fanfarrista. Por su parte, en la República Dominicana fanfarria es una forma de denominar festivamente a una orgía.
rocambolesco.- Se predica de una circunstancia, hecho, situación o peripecia, generalmente en serie con otros, de carácter tan extraordinario, caprichoso, paradójico o exagerado que resultan a la postre inverosímiles y parecen de ficción. Este término encuentra su origen en un personaje creado por el prolífico -escribió en torno a doscientas novelas y folletines a lo largo de veinte años- autor francés Pierre-Alexis de Ponson du Terrail (1829-1871): Rocambole, un malhechor que devendrá héroe justiciero al margen de la sociedad. Una mezcla de bandido y aventurero romántico que marcó la transición entre los héroes de la novela gótica y los de la moderna, dotados de personalidades más complejas. El nombre pudo ser tomado por el novelista de rocambole, una planta que se emplea en sustitución del ajo, en su sentido figurado de ‘atractivo picante’ de alguna cosa, que llegó al francés, de donde pasó a su vez a nuestro idioma: rocambola– desde el alemán regional Rockenbolle, compuesto de Rocken, forma antigua de Roggen ‘centeno’ y de Bolle ‘cebolla’.
La cita de hoy
“Nada graba tan fijamente en nuestra memoria alguna cosa como el deseo de olvidarla”.
Montaigne
El reto de la semana
¿Qué periódico, cuyo tratamiento informativo de la muerte de Enrique Ruano entraría por derecho propio en una historia universal de la infamia periodística, podríamos habernos encontrado en nuestro paseo de hoy por estar su nombre recogido tal cual en el diccionario?
(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)
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