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Ayer conocimos el nombre del nuevo ganador del Premio Miguel de Cervantes, el más destacado galardón literario en lengua castellana, y podemos aventurar que pocas veces existirá en el mundo literario  mayor consenso en torno al merecimiento del premiado: Eduardo Mendoza.

En un país como España, en el que la envidia siempre se ha considerado como el pecado -¡cuando no el deporte!- nacional, esa unanimidad con la que ha sido saludada la decisión del jurado a la hora de reconocer los méritos del escritor barcelonés haría ya por sí sola digna de recuerdo la cuadragésima primera edición del premio. Aunque de no haber sido así el conjunto de la obra del autor de La verdad sobre el caso Savolta, la novela con la que debutó y se hizo ya entonces con el Premio de la Crítica, bien le hace acreedor de ello, pues desde el exitoso inicio de su recorrido hace más de cuarenta años ha sabido ganarse el favor tanto del público, hasta el más popular, como de la crítica, incluyendo también ese sector que en ocasiones se considera más importante que los mismos literatos. Contando además para ello con un inteligente aliado que, desde luego, comparte con el mismo Cervantes: el sentido del humor.

Rindámosle nuestro homenaje paseando hoy, de la mano de cualesquiera de sus personajes, por cinco palabras que han llegado al español desde el latín y que encontramos en los títulos de los escritos del escritor que, en palabras del jurado, inauguró  una ‘nueva etapa en la narrativa española’ y quien, en definitiva, como asegura Elena Ramírez, editora de Ficción Internacional del Grupo Planeta, ‘crea lectores’.

diluvio.- Encuentra su origen etimológico en el latín diluvium, derivado de diluěre ‘anegar, desleír’. Inundación causada por lluvias excepcionalmente abundantes y por antonomasia el universal con el que según la Biblia -aunque es un episodio mítico presente en varias culturas, que aparece por vez primera en la epopeya de Gilgamesh, en el siglo XIV a. C.- castigó Dios a los hombres en tiempos de Noé. De ahí el arca del diluvio o arca de Noé, recogida expresamente en el DLE, la embarcación en la que se habría salvado este con su familia y los animales que reunieron. Coloquialmente diluvio se utiliza también para referirse a una lluvia muy intensa o a la afluencia de una cosa en excesiva abundancia. Moliner, por su parte, señala que precedido por el artículo “el” se aplica asimismo a un suceso que ocasiona mucho trastorno en un sitio. Palabra documentada ya en nuestro idioma hacia 1275, en zonas rurales del Perú puede encontrarse también la forma deluvio.

cripta.- Procede del latín cripta, que a su vez lo hace del griego krýptē. Cueva o lugar subterráneo en que se solía enterrar a los muertos. Curiosamente, cuando en 1780 el DLE incorporó esta voz con este sentido la marcó como ‘poco usada’; en 1817 pasó a considerarla ‘anticuada’, eliminando la marca en 1869. Treinta años más tarde, en 1899 incorporó la acepción de ‘piso subterráneo dedicado al culto en una iglesia’-por extensión, se denomina así también a una pieza subterránea en un local público. Como La Sagrada cripta del Pombo bautizó Ramón Gómez de la Serna la tertulia literaria que abrió en 1912 en ese café-. Habrá que esperar hasta 1956 para la inclusión de un tercer significado: ‘oquedad más o menos profunda en el parénquima’, señalado como un término de botánica, si bien pertenece también al campo de la anatomía como podemos comprobar, por ejemplo, en el Manual de anatomía patológica general (1890) de Santiago Ramón y Cajal.

flato.- Del latín flatus ‘soplo, viento’, derivado de flare ‘soplar’. Aparece documentado por vez primera en el Universal vocabulario en latín y en romance, publicado por Alonso de Palencia en 1490. Acumulación de gases en un punto del tubo digestivo, que puede tener origen patológico  y produce un dolor agudo, normalmente de carácter pasajero. Coloquialmente se emplea también para designar un dolor en el costado, de causa vaga y que suele aparecer tras realizar determinados esfuerzos, como correr. La acepción poética de ‘corriente de aire’ está en desuso. El Diccionario de americanismos recoge -como hace parcialmente el DLE- que en algunos países centroamericanos se emplea como sinónimo de melancolía, tristeza, fastidio, aburrimiento, miedo o ansiedad, así como de resaca o sensación de vacío en el estómago. A su vez, en Nicaragua se usa la locución pasar flatos con el significado de encontrarse en apuros.

ballena.- Deriva del latín ballaena, adonde llegó desde el griego phállaina. Mamífero cetáceo, es el más grande de los animales conocidos y vive en todos los mares. Se llama también así a cada una de las láminas córneas -igualmente conocidas como barbas de ballena- que tiene en la mandíbula superior y que se emplea en diversos usos -como, antiguamente, armar los corsés, término este que en la edición de 1780 del DLE, la que lo recogió por vez primera, aparecía precisamente con el nombre latino de balænarii thoracis genus– y a la tira elástica que se obtiene al cortarlas.  En Cuba se emplea, con carácter despectivo, para referirse a una persona muy gorda, mientras que en Nicaragua hace referencia en el ámbito juvenil a una persona despreocupada, irresponsable. En el DLE encontramos también la esperma de ballena -se emplea más como femenino, aunque también puede hacerse en masculino- que curiosamente se obtiene de otro animal, pues es una sustancia blanca y grasa que se extrae del cráneo del cachalote y se utiliza especialmente en medicina y cosmética.

laberinto.- Del latín labyrinthus y este tomado del griego labýrinthos. Hace referencia tanto a un lugar construido con muchas calles que se entrecruzan, haciendo difícil que quien se adentra en él se oriente y encuentre la salida, como a algo confuso y enredado. Es también el nombre de una composición poética en la que los versos pueden leerse de formas diversas sin perder sonoridad ni sentido y, en anatomía, es una parte del oído interno. Entre 1925 y 1992 el DLE ofrecía también la forma labirinto, marcándola como anticuada. El Laberinto, subtitulado “periódico universal”, era el nombre de una revista quincenal ilustrada que se publicó en Madrid entre enero de 1843 y octubre de 1845 en cuya nómina de reconocidos colaboradores destaca la presencia de dos escritoras: la extremeña Carolina Coronado -tía abuela de Ramón Gómez de la Serna, quien escribiría un libro sobre ella- y la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, la primera mujer a la que la RAE negó la posibilidad de convertirse en académica.

 La cita de hoy

“Yo no creo que haya que dejar de lado el humor para alcanzar eso que llaman la excelencia literaria”

 Eduardo Mendoza

 

El reto de la semana

¿Qué palabra afín a nuestro ‘paseo’ encontramos también en el título de un libro de Eduardo Mendoza, cuyo protagonista precisamente nos ha acompañado hoy?

 (La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)