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Esta semana nos permitió asistir a uno de esos acontecimientos calificados como excepcionales que al final confirman el viejo dicho de ‘mucho ruido y pocas nueces’. Porque así resultó con la llamada superluna -término, por cierto, que no es astronómico, sino  que fue acuñado por un astrólogo: el estadounidense Richard Nolle-, la más grande en décadas, ampliamente publicitada por los medios de comunicación y que, en definitiva, no solo no trajo consigo ninguno de los desastres naturales supuestamente vinculados a ella sino que resultó prácticamente imperceptible para la gran mayoría de los mortales.

Y eso que nuestro satélite natural no necesita precisamente de maniobras de marketing, pues, además de su influencia directa sobre la Tierra -como en su influjo sobre las mareas o los ritmos fisiológicos humanos-  desde la más remota antigüedad ha jugado un papel determinante en numerosas culturas, bien en los aspectos más prosaicos de las mismas, constituyendo la base del propio calendario, por ejemplo, bien en los más simbólicos: diosas lunares, como Ishtar; conexión con mitos como el de la resurrección; la representación alquímica del principio volátil y femenino…

Así pues, no nos quedemos hoy a la luna de Valencia y, sin temor a ser calificados de lunáticos, dediquemos un paseo nocturno a cinco palabras que, de alguna u otra manera aparecen vinculadas con este cuerpo celeste que nos ofrece siempre la misma cara y que, como vimos en su momento en nuestro paseo marceño, tanta importancia tenía para los cuartodecimanos -término, por cierto, que la última edición ha excluido del DLE-.

selenio.-. Elemento químico presente en la tabla periódica cuyo símbolo es Se y 34  su número atómico. Insoluble  en agua y alcohol, posee propiedades semiconductoras, por lo que se emplea en la fabricación de equipos electrónicos. En su forma roja -también las hay negra y gris- se emplea para dar color al vidrio, esmaltes y cerámica. Fue descubierto en 1817 por el sueco Jöns Jacob Berzelius, uno de los fundadores de la química moderna. El nombre procede del latín científico selenium y este del griego selḗnē  ‘la Luna’. De esta voz deriva seleniuro, que es como se denomina al cuerpo que resulta cuando se combina con un radical -grupo de átomos no saturado que funciona como uno solo en un compuesto químico- .

neomenia.- Presente en el Diccionario de autoridades (1734) -y recogida ya por Covarrubias en 1611-, recuperamos este término para nuestro paseo de hoy tras su eliminación en la última edición del DLE. Del latín neomenia y este del griego neomenia ‘luna nueva’. Primer día del mes lunar. En plural designaba a las fiestas que en dicho día celebraban diversos pueblos en la antigüedad: Grecia, donde esa jornada era calificada, en palabras de Plutarco, como el ‘más sagrado de los días; Egipto, donde consistían principalmente en conducir con pompa al animal sagrado al que era referente el mes, Judea -Gabriel Miró escribía en Figuras de la Pasión del Señor que “Israel proclamaba con hogueras en todas sus cumbres la neomenia de la Pascua, o principio de la luna de Nisán”.

menisco.- Derivado del griego mēnískos ‘media luna’, diminutivo de mḗnē ‘luna’. Tres son los significados que recoge el DLE: en óptica, designa a un disco de vidrio cóncavo por una cara y convexo por la otra; en física, a la superficie libre de un líquido contenido en un tubo estrecho, que, debido a la tensión superficial, puede ser cóncava -si moja las paredes del tubo- o convexa -si no lo hace- según la naturaleza de dicho líquido; y, en anatomía, es el nombre que recibe el fibrocartílago de forma semilunar que es parte de la articulación de la rodilla, facilitando su juego y adaptando sus superficies óseas. Curiosamente este último sentido, que fue el que más tarde se incorporó al Diccionario académico –no lo hizo hasta la edición de 1956- es el que aparece como primera acepción desde la última.

partesana.- Un tipo de arma ofensiva, del estilo de la alabarda, cuyo extremo metálico es muy grande y ancho, cortante por ambos lados y adornado en su parte inferior en forma de media luna. Fue en tiempos insignia de los cabos de escuadra de infantería. En el oeste de Honduras se llama así a una variedad de mango corto que se emplea en algunos bailes coloniales, mientras que en El Salvador da nombre a una danza del municipio de Santiago Nonualco. Documentada ya en nuestra lengua a finales del siglo XVI, procede del italiano partigiana ‘partidaria’ y Corominas apunta a que probablemente fuera en un inicio arma de una milicia de partido -el italiano antiguo partigiani hacía referencia a los güelfos– o de una tropa ligera de guerrilleros.

epacta.- Del plural latino tardío epactae y este del griego epaktaí hemerai ‘días intercalados, añadidos’, de epaktós, adjetivo verbal derivado de epágein ‘traer, introducir’ y este a su vez de ágein ‘conducir’. Se trata del número de días en que el año solar excede al lunar común de doce lunaciones o el número de días que la luna de diciembre tiene el primero de enero, contados desde el último novilunio. Se utiliza para el cálculo de la fecha de la Pascua. Tiene también el significado de añalejo –que procede de añal ‘anual’, del latín annālis-, un librito, especie de calendario para los eclesiásticos, que recoge el orden y el rito de los rezos y el oficio divino para cada día del año. Es llamado también epactilla.

La cita de hoy

“Luna llena, invisibles son los hilos que manejas”.

Víctor Manuel

 

El reto de la semana

¿La noche de qué día será lógicamente la más apropiada para nuestro paseo de hoy?

(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)