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Recuerda el paseante que en su ya lejana infancia le sorprendió escuchar a un hombre mayor de su barrio decir que «nada le gustaba tanto como una buena discusión». Afirmación que le sorprendió sobremanera pues le tenía —amigos, vecinos y conocidos solían acudir a él en busca de consejo— por hombre sensato y sosegado.
Solo tiempo después fue capaz de comprender aquella afirmación de manera cabal. Porque en aquel entonces identificaba discutir con luchar, con pelear, como se teme que muchos aún lo hacen hoy en día, y cada vez más, en esta España crispada, independientemente de la edad que tengan. Un enfrentamiento en el que no se trata tanto de oponer el propio punto de vista frente al del otro, alegando razones y tratando, en su caso, de convencerlo como de imponer la propia opinión al oponente, negando cualquier consideración a la de este, obviando que discutir procede del latín discutĕre ‘disipar’, ‘resolver’.
Lejos estaba entonces quien estas líneas escribe de tener noticias de aquellas discusiones literarias medievales en las que dos contendientes pugnaban por demostrar quién tenía razón. Unos debates en los que el propio desarrollo de la disputa importaba más que el resultado a que se pudiera llegar y cuyo esquema procedía de una materia impartida entonces en las universidades, la dialéctica, considerada una herramienta fundamental en la búsqueda de la verdad.
A ese espíritu y a esa interpretación de la discusión nos encomendamos para comenzar los paseos de este agitado 2021 —tercera ola de la pandemia, asalto al Capitolio en Washington, nevada histórica en Madrid y otras zonas de España…— cerrando la trilogía que hemos dedicado a términos cuyo origen no se conoce a ciencia cierta con palabras de las que el Diccionario de la lengua española califica como de etimología discutida.
Lo haremos con cinco de ellas —y una de propina— espigadas entre las varias decenas que merecen esta consideración de manera expresa en el lexicón académico, en la seguridad de que serán muchas más las que también podrían recibir esa consideración.
alirón.- Interjección, que se emplea también como sustantivo, utilizada para celebrar la victoria en una competición deportiva. Sobre su génesis existen hipótesis ciertamente dispares.
Cuando el DLE la incorporó a sus páginas, en fecha tan reciente como 2001, siguió el criterio del profesor Federico Corriente y la situó en el árabe. Hablaba del árabe andalusí ali‘lán, derivado del árabe clásico al’il‘lān ‘proclamación’. Años después el propio Corriente, que citó esta palabra en su discurso de recepción en la RAE, abundaría en esta tesis: «Voz de origen árabe con la que anunciaban las subastas y otras novedades de interés público, de donde nos viene el actualísimo futbolero, o sea ¡se anuncia!, ¡se anuncia!».
Tal vez la más extendida, aunque muy improbable, sea la que habla de las minas de hierro de Vizcaya, explotadas por empresas inglesas en el siglo xix, donde asegura la leyenda que cuando se encontraba una veta que solo contenía hierro el capataz la marcaba escribiendo all iron ‘todo hierro’. Como quiera que ello implicaba un aumento de la paga, pronto se habría asociado dicha expresión, pronunciada a la española, a lo festivo.
Hay incluso quien se ha lanzado a hacerla proceder de otra interjección, alón —del francés allons ‘vayamos’ —, hoy en desuso, con la que se animaba a mudar de lugar, de ejercicio o de asunto.
Sin embargo, la teoría que tiene más visos de verosimilitud es la que sitúa su origen en el cabaret, cuando la cupletista Teresita Zazá interpretó en 1913 en el Salón Vizcaya de Bilbao una canción que incluía la frase «al compás del ¡Alirón! / ¡Alirón! ¡Alirón! / Pom, pom, pom», a la que los clientes habrían cambiado el final por «el Athletic campeón».
lerdo.- Se dice comúnmente del animal de carga que resulta pesado y torpe en el andar y también de una persona tarda y con pocas luces para comprender o ejecutar algo.
Antiguamente se empleaba en el lenguaje de germanía con el significado de cobarde. Según dice el criminólogo español Rafael Salillas en El delincuente español: el lenguaje (1896) esto estaba motivado precisamente por la torpeza de los cobardes al andar.
Encontramos todavía una acepción más fuera del diccionario: el Vocabulario navarro (1952) de J. M Iribarren nos lleva hasta el valle de Salazar, donde se denominaba así a la resina de pino.
Covarrubias (1611) se decantaba por el griego lordós ‘con la cabeza inclinada hacia el suelo’ como origen de este vocablo y el DLE lo hizo durante mucho tiempo por el bajo latín lurdus ‘pesado, embobado’, tomado del latín lurĭdus ‘cárdeno, amarillento’, admitiendo en alguna edición influencia del griego citado. Tal vez la hipótesis más curiosa sea la sostenida por el hispanista de origen ruso Yakov Malkiel, quien proponía enlerdar, a partir del latín (g)leritare ‘dormir como un lirón’, en última instancia de glis, gliris ‘lirón’.
Como ocurre con tantas otras esta palabra adquirió nuevos significados en la otra orilla del español. En Guatemala y Honduras lerdo hace referencia, en el mundo rural, a un tipo de cultivo de ciclo largo, de desarrollo lento. En este último país es también un adjetivo que se predica, en femenino, de una tortilla de maíz que tiene pompas de aire caliente en su interior. Por su parte, la locución adverbial ni lerdo ni perezoso significa en Cuba con decisión, sin vacilar, y en el Uruguay y la Argentina se aplica a quien es astuto y no pierde oportunidad de obtener algún provecho personal.
apoyar.- Verbo que como transitivo tiene los sentidos de hacer que algo descanse sobre otra cosa; basar o fundar; favorecer, patrocinar o ayudar; confirmar, probar, sostener alguna opinión o doctrina; en equitación, bajar un caballo la cabeza, inclinando el hocico hacia el pecho o dejándolo caer hacia abajo; y en el mundo de la milicia, proteger y ayudar una fuerza a otra.
Como intransitivo significa cargar, estribar, significado en el que según Corominas se incorporó a nuestra lengua como tecnicismo arquitectónico, y también, si hablamos de un sonido, de una sílaba o de una palabra, ser articuladas con más sonoridad o intensidad o deteniéndose en ellas.
Corominas mantiene asimismo que es adaptación del italiano appoggiare, bajo el influjo del castellano poyo, proveniente a su vez del latín pŏdium ‘sostén en una pared’. Por su parte, el Diccionario histórico del español (1933) optaba por el bajo latín appodiāre, del latín ad ‘a’ y podĭum ‘poyo’.
Existe otro verbo homógrafo, con la acepción de sacar el apoyo o apoyadura de los pechos, es decir, el flujo de leche que acude a ellos al dar de mamar. En esa línea, en México, Honduras, Puerto Rico y el Uruguay se emplea, en el mundo rural, con el de lograr que le baje la leche, por segunda vez, a una vaca después de haber sido ordeñada, acercándole a la cría.
¿Y por qué sale a colación este segundo término en nuestro paseo? Pues porque el diccionario académico califica también su etimología como… discutida, a la vez que remite a la consulta del latín *podiare ‘subir’.
muérdago.- Palabra que el paseante descubrió en su infancia, como imagina que le habrá pasado a más de uno de uno de quienes comparten este paseo, gracias a las aventuras de Astérix el Galo.
Es una planta parásita que vive sobre los troncos y ramas de los árboles.
Sus frutos, unas bayas pequeñas de color blanco rosado, están desarrollados por el tiempo de Navidad, por lo que sus hojas con esas bayas se utilizan en las decoraciones propias de las fechas que acabamos de pasar. En algunos países es costumbre colgar un ramillete encima de las puertas para dar buena suerte a quienes las crucen, en especial a quienes se besen bajo él.
Desde antiguo tuvo un marcado carácter simbólico: ya los druidas celtas lo recogían en diciembre para utilizarlo en ritos de fertilidad. Simboliza la regeneración, la restauración de la familia y del hogar.
Antes de considerar que el origen de este término es discutido el diccionario académico aventuró en un principio que se podía encontrar en el latín mordēre ‘enlazar, fijar’ y posteriormente en el también latín mordĭcus ‘mordaz’.
Corominas, tras reconocer lo incierto de su procedencia aventura que puede hacerlo de un antiguo vasco *muir-tako ‘para visco, planta empleada para sacar el muérdago’, que recomienda comparar con el vasco moderno miur(a) ‘muérdago’ y el vasco mihurtu ‘granar’.
Además de recoger también la forma almuérdago, el DLE muestra otros nombres que recibe esta planta: liga, que bien podía haber aparecido en el paseo de orígenes inciertos, pendejo en Andalucía y quintral en Chile, una especie de flores rojas que sirve para teñir, del que deriva aquintralarse, cubrirse un árbol o arbusto de quintral.
gringo.- Probablemente cuando nos encontramos con esta voz la mayoría la consideremos un sinónimo coloquial de estadounidense. Sin embargo, esto no es así en sentido estricto.
Como bien señala Ricardo J. Alfaro en su Diccionario de anglicismos (1950) hay «bastante anarquía»en cuanto a la manera de entender y usar esta voz, que, por otra parte, refleja una intención más humorística que despectiva.
Así, vemos que puede predicarse de un extranjero, especialmente de habla inglesa, y en general del hablante de una lengua que no sea la española, como señala el DLE en su primera acepción, y coloquialmente de cualquier lengua extranjera o de un lenguaje ininteligible. Pero también, según el país americano en que nos situemos, de una persona rubia y de tez blanca; de los ya referidos naturales de Estados Unidos; de un inglés; de un ruso… e incluso de los españoles, así llamados por los cubanos durante la guerra.
¿Y qué decir respecto a su origen? En un principio la Academia lo hacía derivar de griego, especialmente en referencia a un lenguaje incomprensible, y Corominas señala que sería una deformación de esta palabra. Otras teorías apuntan a una guardia irlandesa en el Madrid de finales del xviii y principios del xix y, las más extendidas —principalmente para su uso en relación a los yanquis, pues con otros sentidos ya se empleaba con anterioridad—, a un regimiento de la guerra entre Estados Unidos y México de 1847.
Si volvemos al Cono Sur vemos además que en Chile la locución a lo gringo significa sin ropa interior, mientras que en Argentina aludía a la forma en que los extranjeros, especialmente italianos, realizaban las tareas del campo, con las que no estaban familiarizados. En Colombia hacerse el gringo es fingir que no se entiende una cosa, hacerse el sueco. Y en Bolivia el gringo es el nombre que recibe el número cinco en algunos juegos de azar.
El dicho de hoy
Discutir si son galgos o podencos.
Hacerlo sobre cuestiones secundarias, sin abordar lo que realmente importa. Cuenta una antigua fábula que dos liebres —o dos conejos, según quien la narre— a las que perseguían unos perros se entretuvieron en discutir si se trataba de galgos o de podencos, dos razas que a primera vista pueden parecerse. Tanto se enfrascaron en la porfía que cuando los perseguidores llegaron hasta ellas las pillaron descuidadas y las atraparon. Añade Tomás de Iriarte (1750-1791) como moraleja en la versión que él escribió: «Los que por cuestiones/ de poco momento/dejan lo que importa/llévense este ejemplo».
El reto de la semana
¿Con qué animal muy apreciado, aunque a veces se utilice como insulto, cuyo nombre deriva de una palabra cuyo origen es también discutido podríamos habernos encontrado en el paseo de hoy? (La respuesta, como siempre, en la página ΄Los retos΄)
Querido amigo Sollastre ya te echaba de menos en estos paseos, un poco complicados con el temporal que nos, ha, azotado. Me alegro mucho de volverte a leer. Un abrazo.
Tiempos complicados estos de inicio de año, sí. Confiemos en que no nos impidan seguir paseando. Gracias mil por no dejar de hacerlo por aquí.
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