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brujir, embaír, grujir, mollina, mollinear, mollizna, molliznar, molliznear, trolear, verbo defectivo, verbos, zancajear, zancajo
Hay ocasiones en que los sentidos literal y figurado de algo se enredan como cables de auriculares, impidiéndose mutuamente su normal desarrollo. Es lo que le ha ocurrido al paseante en los últimos meses, pues una intervención quirúrgica le impidió pasear tanto física como metafóricamente. Se podrán comprender, pues, las ganas de reanudar estas excursiones por el jardín del diccionario.
Un regreso que probablemente no encuentre mejor manera de comenzar que visitando al verbo, esa categoría de palabras cuyo nombre latino, verbum, significa precisamente eso: palabra. Y es que los verbos son realmente especiales, pues describen la acción. En realidad, nada podría hacerse si no fuera por ellos. Con razón se ha dicho que dan vida a las frases y no pocas veces constituyen la parte más fuerte de las mismas. Al fin y al cabo, como asegura Humpty Dumpty en Alicia a través del espejo, “Algunas palabras tienen su genio… Particularmente los verbos, son los más orgullosos; con los adjetivos puedes hacer lo que quieras, pero no con los verbos…”.
Pasearemos hoy por cinco de ellos más o menos usuales; más o menos recientes en nuestra lengua y alguno incluso no ‘bendecido’ por la Real Academia Española aunque sí claramente por el uso de los hablantes, que, no lo olvidemos, son/somos los verdaderos propietarios del idioma.
grujir.- Alisar, quitar las desigualdades que quedan en los bordes de los vidrios después de haber sido cortados con el diamante. Procede del francés gruger ‘desmenuzar, reducir a polvo’, empleado por analogía, idioma al que llegó desde el neerlandés gruizen ‘triturar, aplastar’, derivado de gruis ‘grano’. El instrumento que se utiliza se denomina grujidor -del francés grugeoir– y consiste en una pequeña barra cuadrada de hierro, con sendas muescas en sus extremos. Aunque el DLE no indica actualmente nada sobre su tamaño, desde 1832 hasta 1869 se especificaba que tenía el largo de un jeme, la distancia que hay desde la extremidad del dedo índice a la del pulgar estando separados el uno del otro todo lo que es posible. Curiosamente esta palabra no entraría en el diccionario académico hasta 1837. Asimismo, el Diccionario académico recoge las formas brujir y brujidor, que remiten a las anteriores y a las que en su momento adjudicó como origen el alemán brechen ‘romper’.
zancajear.- Andar mucho, ir de un lado para otro, generalmente de forma acelerada, como especifica el propio DLE. Deriva de zancajo, que hace referencia tanto al talón del pie como a la parte del calzado que lo cubre y que coloquialmente designa también a un hueso grande de la pierna. Esta voz viene a su vez del despectivo de zanca, la parte más larga de la pata de un ave y, de manera informal, la de cualquier animal -incluida la pierna humana- cuando es delgada y larga. De latín tardío zanca o tzanga, un tipo de calzado utilizado por los partos, pueblo del Asia antigua, y este tal vez del persa antiguo zanga- ‘pierna’. El Diccionario de autoridades (1739) explicitaba que ese ‘andar mucho’ se realizaba por las calles, ‘llenándose de lodo los zancajos, de cuya voz se forma’. La actual alusión a la rapidez no aparecerá en el DLE hasta la edición de 1899, cuando es de suponer que el estado de las vías públicas habría mejorado ya notablemente respecto a la primera mitad del siglo XVIII.
embaír.- Hacer creer a alguien lo que no es, embaucar, ofuscar. Corominas nos señala que en la Edad Media se utilizó también con el sentido de ‘avergonzar’ y más antiguamente con los de ‘atacar, maltratar, atropellar’. En forma pronominal es un salmantinismo con el significado de ‘divertirse, distraerse’. Si bien hoy día se atribuye su origen etimológico al latín invaděre ‘invadir’, derivado de vaděre ‘ir, en un principio la Academia, siguiendo a Covarrubias (1611), lo hacía proceder del también latino imbuo, literalmente llenar un vaso y figuradamente dando a entender que el que engaña con falsas apariencias ‘llena el entendimiento vacío’. Hasta la edición de 1970 el DLE lo recogía sin tilde. Es un verbo de los llamados defectivos -aquellos que no se usan en todos los modos, tiempos o personas. Por ello son llamados también incompletos-. Este en concreto solo se conjuga en las formas cuya desinencia comienza por –i. Moliner señala que en la práctica no se encuentra más que en el infinitivo y en el participio.
molliznar.-. Otro verbo defectivo. El Diccionario de autoridades (1834) lo definía ya como ‘llover blanda y suavemente, tanto que apenas se percibe’. Deriva de mollizna ‘llovizna’, tras cruzarse con esta, que procede de mollina, con el mismo significado. Esta última voz encuentra su origen en muelle, en su acepción de ‘delicado, cómodo, suave’, que llegó al castellano desde el latín mollis ‘blando’. El DLE alberga también las formas molliznear y mollinear, palabra esta última característica del habla salmantina. Sin el refrendo académico, encontramos mollizniar en el castellano churro -variedad dialectal de la comarca levantina de La Serranía, que fuera mayoritariamente repoblada por hablantes aragoneses tras la conquista de Valencia por Jaime I-, mulliznear, recogido en el Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (1979-1980) y moyiznar y moyiznear, documentados a su vez en el Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias (1975-1978), obras ambas del dialectólogo y académico Manuel Alvar.
trolear.- Comenzó a utilizarse en el ámbito de internet para referirse a la emisión de mensajes deliberadamente provocativos, injuriosos o humillantes con el objetivo de ofender o conseguir una respuesta airada, expandiéndose posteriormente a contextos no informáticos con los sentidos de intentar boicotear o de gastar bromas, con frecuencia pesadas. Aunque suele ser considerado un derivado de trol, un ser maligno de la mitología noruega, otras opiniones atribuyen su origen al verbo inglés to troll en su sentido de pescar arrastrando un aparejo con cebos atractivos: así, se buscaría que la persona atacada ‘muerda el anzuelo’. Si bien no está -todavía, nos atrevemos a decir- recogido en el DLE, su uso se encuentra plenamente aceptado, como muestra el que fuera una de las doce candidatas a palabra del año 2015 de la Fundéu BBVA. Por otra parte, en el Diccionario de americanismos encontramos que en Honduras tiene los significados de derrotar contundentemente a un rival deportivo o castigar, en el ejército, a alguien con ejercicios físicos extenuantes, mientras que en Costa Rica es pasear a pie.
La cita de hoy
“Si sabes manejar los verbos, sabes manejar el lenguaje; todo lo demás es simplemente vocabulario”
Michel Thomas
El reto de la semana
¿Por qué no sería extraño volver a realizar/leer este paseo latinamente al pie de la letra?
(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)