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El Diccionario de la lengua española ofrece como primera acepción de color la de «sensación producida por los rayos luminosos que impresionan los órganos visuales y que depende de la longitud de onda». Una definición que, a juicio del paseante, probablemente se le quedará coja a la mayoría de los usuarios de nuestro idioma.

Porque los colores son en realidad mucho más que eso. Como señala Ana Cermeño en el artículo Colores en las letras, publicado en el último número de Archiletras, revista que desde estos paseos recomendamos gustosa y encarecidamente, están presentes en nuestra vida desde que nacemos y ejercen su influencia sobre los estados de ánimo, los sentimientos e incluso en la manera de razonar y de interpretar el mundo que nos rodea. Y es que, como también recuerda, hasta hablamos con colores, presentes en muchas expresiones y refranes de uso cotidiano.

Pasearemos hoy por cinco de ellos que no son de los que primero se nos vienen a la mente si nos piden que nombremos alguno, en un recorrido que nos llevará a cruzarnos con animales, plantas, minerales… e incluso con una receta de cocina. Confiemos en que nuestra caminata resulte ser de color de rosa y no nos haga mudar de color.

púrpura.- Color rojo oscuro que tira a violeta. Es uno de los cinco colores utilizados en la heráldica, donde es denominado también mixtión y se representa en pintura por el violeta y en grabado por líneas diagonales que van del ángulo superior del dibujo hasta el inferior izquierdo —desde la perspectiva de quien lo mira—.Encuentra su origen en el latín purpŭra, y este en el griego porphýra.

En un principio designaba a un molusco que segrega, en muy pequeña cantidad, una tinta amarillenta que al contacto con el aire se vuelve verde y finalmente pasa a ser de color rojo, rojo violáceo o violado. Después pasó a llamarse así también al propio tinte realizado con ella o con las de otros moluscos parecidos, como el ostro, la cañadilla, el conchil o el múrice. El Diccionario de autoridades (1737) señalaba que el más estimado era el de Tiro por ser perfectamente rojo, mientras que el de otras partes tiraba a violado.

El nombre se extendió a la tela teñida con púrpura que formaba parte de la vestimenta de emperadores, reyes, sumos sacerdotes, cónsules y cardenales a, así como a las propias prendas elaboradas con ella, y, por metonimia, a las respectivas dignidades de quienes las vestían.

Además de estas acepciones se llama así poéticamente a la sangre humana y en medicina a un estado enfermo caracterizado por hemorragias, petequias o equimosis —relacionado, pues, con la sangre—.

Como púrpura de Casio se conoce al oro en polvo finísimo, de color rojo tirando a pardo, que se hace precipitar de las disoluciones de sus sales mediante ciertas sustancias reductoras. Debe su nombre a su descubridor, el médico y alquimista alemán Andreas Cassius hijo (1645-c.1700).

marengo.- O gris marengo. Gris oscuro, cercano al negro. También es una tela de lana tejida con hilos de distintos colores, lo que le da el aspecto de la mezclilla.

Palabra incorporada al diccionario académico a finales del siglo xx —lo hizo en la edición de 1984—, adonde llegó desde el francés marengo, tomado de Marengo, ciudad italiana.

Esta localidad piamontesa fue en 1800 escenario de una batalla en la que Napoleón derrotó a las tropas austriacas, lo que conllevó que estas abandonaran la mayor parte del territorio italiano. Si bien la contienda no dio directamente nombre al color —lo que sí ocurrió, por ejemplo, con las batallas de Magenta o de Solferino—, hay quien lo asocia al del sobretodo de color gris que Bonaparte usaba y puso de moda —como el que luce mientras pasa revista a la Guardia Imperial en el cuadro La batalla de Jena de Horace Vernet —.

Sí se encuentra directamente ligada al combate que tuvo lugar el 14 de junio de 1800 otra acepción de marengo en francés: a la marengo, un plato compuesto por carne (generalmente ternera o pollo) cortada en trozos que se doran en aceite a fuego alto para terminar de cocinar a fuego lento después de agregar cebollas, ajo, tomates champiñones y vino blanco. Receta que el cocinero del entonces Primer Cónsul habría preparado aquel día con pollo y los ingredientes que pudo encontrar en las granjas de los alrededores.

Recoge el DLE también otro marengo, palabra homógrafa proveniente de mar y utilizada en Granada y Málaga con el significado de pescador u hombre de mar.

tabaco.- Si un animal está en el germen del color púrpura, una planta se encuentra en el de este color.

Se trata de una solanácea originaria de América, de fuerte olor y narcótica. Sus hojas, una vez curadas, se fuman o bien, reducidas a polvo —rapé o tabaco rapé—, se aspiran por la nariz.

Da nombre a un marrón semejante al de sus hojas curadas. También se conoce como atabacado. Cuando es claro se denomina habano.

Es un color muy presente en la sastrería taurina, pues es uno de los que se emplean a la hora de confeccionar los trajes de luces. Se asegura que el terno de color tabaco y oro es utilizado por los toreros que han alcanzado la madurez, prácticamente la plenitud. Es vestido —pues también se denomina así— que refleja la entrega y el oficio alcanzados.

Covarrubias (1611) atribuía a esta planta una procedencia fantástica: la habría descubierto el mismo demonio para dársela a sus sacerdotes. Más terrenal, el Diccionario de autoridades (1739) consideraba que tomó su nombre de la provincia donde se criaba o de una isla así llamada de la América Meridional. La edición de 1884 del diccionario académico se limitaba a decir que se trataba de una voz americana; en la de 1899 pasaba a ser una voz caribe; en la de 1992 se dice que su etimología es discutida; la de 2001 sitúa su origen en el árabe clásico tub[b]āq y la de 2014 lo corrobora, añadiendo que, antes del descubrimiento de América, se aplicó a la olivarda —también llamada atabaca y atarraga—, el eupatorio y otras hierbas medicinales que mareaban o adormecían.

azabache.- Tras el animal y el vegetal, turno ahora en este paseo del tercer reino tradicional de la naturaleza: el mineral.

Conocido asimismo como ámbar negro —y antiguamente también como gagate o gagates —, es una variedad de color negro del lignito, el carbón fósil cuya textura es con frecuencia similar a la de la madera de la que procede. Fácil de labrar y de pulimentar, se ha considerado como una piedra semipreciosa y es empleado en joyería y en escultura. La persona que lo trabaja o lo vende es conocido como azabachero.

Es palabra proveniente del árabe andalusí azzabáğ, que a su vez lo hace del árabe clásico sabağ, idioma al que llegó desde el pelvi šabag.

Históricamente podemos encontrar este término también con diversas formas, de las que azabaja y azabaje están recogidas en el DLE.

Como color es un negro intenso y brillante. Se emplea literariamente de manera laudatoria como comparación de cosas muy negras: ojos —«con sus ojazos de azabache». Juan Ramón Jiménez—; pupilas —«la pupila de azabache». Ricardo Güiraldes—; cabello —«el pelo algo desordenado y de azabache». Benito Pérez Galdós—; barba—«la barba de azabache tusada en rizos». Salvador Gonzále,z Anaya—; pestañas —«cabello, pestañas y barbas de azabache rojizo». Miguel Ángel Asturias—; cejas —«por esas cejas de azabache». Juan Ignacio González del Castillo—…

En el Perú este color es también conocido como chivillo

En el mundo de la tauromaquia se denomina azabache al color del pelaje de un toro de lidia que es una variedad del negro con un aspecto aterciopelado y una brillantez especial que produce un reflejo azulado.

cárdeno.- Del latín tardío cardĭnus, derivado de cardus ‘cardo’, por el color de sus flores.

El Diccionario de autoridades (1729) hacía referencia, no etimológica, al lirio y entre 1869 y 1914 el diccionario de la RAE lo citaba en la definición del color. Todavía hoy lirio cárdeno es otra forma de llamar a esta planta herbácea.

Poéticamente es asimismo conocido como livor.

Nombre de un color que nos va a permitir encontrarnos con varios más según avanzamos por él y por las palabras surgidas de este vocablo.

Comencemos por las acepciones que recoge el DLE. La primera es la de sinónimo de amoratado. Si hablamos de un toro, es el de pelaje de tonalidad grisácea formada por la mezcla de pelos blancos y negros sin formar manchas de ninguno de los dos. Y si se hace referencia al agua, la que es de color opalino, es decir, entre blanco y azulado con reflejos irisados.

De cárdeno deriva cardenilla, una uva menuda de color amoratado, y también cardenillo, que en un giro cromático es un color verde claro semejante al del acetato de cobre y también una materia verdosa o azulada que se forma en los objetos de cobre o sus aleaciones.

Por su parte, un cardenal es una mancha amoratada —que también puede ser negruzca o amarillenta— de la piel a consecuencia de un golpe u otra causa. Acardenalarse es salir al cutis manchas de color cárdeno, semejantes a las ocasionadas por golpes.

Finalmente, aunque se encuentra en desuso, se llama cardeña a una piedra preciosa de color cárdeno.

 

La cita de hoy

«Y es que en el mundo traidor

nada es verdad ni mentira:

todo es según el color

del cristal con que se mira».

Ramón de Campoamor.

 

El reto de la semana

Las palabras de hoy nos anuncian un reto muy lúdico. Al fin y al cabo, a lo que venimos aquí es a disfrutar y a jugar con todas, las que están en el diccionario y en ocasiones también con las que no. Así que estoy seguro de no equivocarme si apuesto a que serás capaz, sin necesidad de aplicar un gran celo en ello o de utilizar un punzón para escarbar en estas líneas, de encontrar los cinco colores que se nos han colado aquí.

 

(La respuesta, como siempre, en la página ‘Los retos’)