Afirmaba Tomás de Kempis en su Imitación de Cristo -considerado, tras la Biblia, el libro católico con más ediciones- que “el hombre propone y Dios dispone”. Tuvo el paseante ocasión de recordar esta semana su aserto cuando un largamente esperado viaje a las Azores se vio imposibilitado, literalmente a última hora, debido a eso que, como decía el académico Emilio Lorenzo, nuestra lengua, con disculpable imprecisión, suele llamar causa mayor.
La contrariedad por este sinsabor a punto estuvo de dar al traste con el paseo pensado por aquellas tierras, pero recordando de nuevo al agustino alemán y aquello de “no confíes en tus sentimientos, porque sean cuales sean ahora muy pronto habrán cambiado”, decidió seguir adelante con su propósito primero, pensando que tal vez no era ahora el momento de viajar y que el futuro le deparará una nueva oportunidad. .
Así pues, nos acercaremos hoy -por cuarta vez ya en estos paseos, si la memoria no nos engaña y, como siempre, con un cariñoso abrazo para Alexandra, Henrique y Duarte- hasta las costas del idioma portugués para pasear, ya que no hemos podido hacerlo físicamente por Terceira o São Miguel, por cinco términos que han llegado al español desde esa lengua hermana, que, rizando un poco el rizo, además comienzan todos por la sílaba ca.
caravasar.- Palabra que al paseante le trae recuerdos orientales de lecturas de Rudyard Kipling, Noah Gordon, Álvaro Mutis o Ruy González de Clavijo. Posada destinada en Oriente a las caravanas, diseñada para dar alimento a los viajeros y sus animales, proveerles de albergue y custodiar sus mercancías. Jugaron un papel fundamental en la consolidación de las rutas comerciales. Procede del portugués caravansará, que a su vez lo hace del persa kārvānsarā, compuesto a partir de kārwān ‘caravana’, -que originariamente significaba ‘fila de camellos, grupo de viajeros-’ y sarāy ‘palacio, mansión’. El diplomático Don García de Silva y Figueroa hace referencia a algunos de ellos en la relación que escribió sobre su embajada a la corte del sah Abbás el Grande (1614-1624) por encargo del rey Felipe III.
cachunde.- Del portugués cachondé, derivado del malayo kāču ‘cato’ y ondeh ‘bollo, pastelillo’. Pasta compuesta por ámbar, almizcle y cato, de color moreno pálido, de la cual se formaban una especie de píldoras que se deshacían en la boca y servían para fortalecer el estómago y perfumar el aliento. El DRAE señala que es también otra forma de denominar al propio cato, una sustancia medicinal astringente obtenida por decocción de los frutos verdes y la parte central del leño de la acacia catechu, y palabra que también procede del portugués: cato, haciéndolo este del maratí kāt. Existe en el Diccionario académico una tercera forma de denominar a esta sustancia con relación con nuestro paseo de hoy: cachú, procedente del francés cachou… con origen en el portugués cacho. Una última, catecú parece más bien derivar del nombre de la acacia.
caramelo.- Azúcar fundido y dejado después enfriar, con lo que se logra su endurecimiento. Se llama también así a una golosina de diversas formas hecha con caramelo aromatizado o mezclado con esencias u otros ingredientes, como frutas, hierbas, chocolate, etc. Del portugués caramelo ‘carámbano’, Corominas señala que este a su vez se deriva del latín calaměllus, diminutivo de calămus ‘caña’, por la forma de los carámbanos. El DRAE recoge la expresión punto de caramelo, que es precisamente la concentración que adquiere el almíbar cuando, al enfriarse, se convierte en caramelo. Sin embargo no incluye a punto de caramelo, que se aplica a lo que se encuentra en su momento mejor o más propicio. Tampoco aparece el sentido de caramelo como asunto que reúne buenas características y ofrece buenas perspectivas.
carcunda.- Adjetivo -aunque también se emplea como sustantivo aplicado a personas- con el que se designa despectivamente a los carlistas y, en general, a cualquier actitud o sujeto de actitudes retrógradas. En portugués era el apelativo que recibían los partidarios absolutistas en las sangrientas luchas de principios del siglo XIX; la coincidencia fonética con carlista favoreció la extensión por España del término. Curiosamente, desde 1925 –edición en que las dos palabras fueron incluidas- hasta 1970 la entrada del DRAE remitía a su abreviación jergal carca, situación que se invierte desde 1984 hasta nuestros días. Existe otra variante, carcundia, no recogida en el Diccionario académico, aunque sí en algunos de uso, como el de Seco y utilizada por escritores como Vázquez Montalbán o Lorenzo Silva.
capanga.- Del portugués brasileño capanga, su cercana incorporación al DRAE -lo hizo en la edición de 1992- no le ha evitado trajines en cuanto a su acepción y atribución geográfica. En un principio se definía como ‘guardaespaldas’ y se circunscribía al nordeste de la Argentina; en 2001 es descrita como una ‘persona que cumple las funciones de capataz, conduciéndose, a veces, con violencia’, ampliando su uso al área guaraní, Bolivia y Uruguay; finalmente, la edición de 2014 mantiene la definición, pero vuelve a alterar el área geográfica en la que se utiliza la palabra, que incluye ahora a la Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Algunos autores, como hace John T. Schneider en su Dictionary of African Borrowings in Brazilian Portuguese atribuyen a la palabra un origen africano.
El dicho de hoy
“Las Azores no son cuatro estaciones en un día; son nueve, todo el año”
Almeida Maia
El reto de la semana
¿Con qué podríamos haber brindado por nuestro paseo de hoy, que cumple el requisito de nuestras cinco palabras y cuyo nombre nos hace pensar en otro país de la lusofonía?
(La respuesta, como siempre, en la página de ‘Los retos’)
Imagen: De Tonyjeff – Trabajo propio. Original rendition derived from the legal description of the flag., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=535331